La mirada inquieta e
intrigante de un observador sobre la casa contigua en la que una mujer camina, hablando
por celular mientras se desnuda, no es más que una reacción natural y cotidiana
de cualquier ser humano frente al desnudo. Esta atracción de la mirada es provocada
por el deseo de conocer lo que diariamente se oculta bajo telas que moldean el
cuerpo. Sin embargo, la pasividad del observador y el rol activo del que
provoca la mirada posee un carácter peculiar si lo pretendido es querer ser
visto, porque el mostrarse hoy forma parte de nuestras acciones cotidianas.
La obscenidad,
definida teatralmente como aquello que está fuera de escena, ha sido
cuestionada por una moralidad discursiva judeo-cristiana que considera el acto
oculto como sucio, asqueroso e indigno, donde esta misma moralidad obliga a
ocultar acciones naturales de manifestación de afecto y amor. Lo obsceno parecía
cumplir su función como aquello que está fuera de foco y no es posible siquiera
de advertir, produciendo una dicotomía protocolar entre las acciones públicas y
las privadas. No obstante, la realidad comunicacional que hoy nos dan las
tecnologías, nos permite jugar con el panóptico de cámaras creadas inicialmente
para ser vigilados, pero que hoy rompe con la privacidad por iniciativa propia.
El mostrarse ha evidenciado que la secularización cultural ha permitido re-significar
la concepción del placer, dónde la búsqueda de este ha dado pie para la
realización de las fantasías, sin cargar con una crítica moral que nominaliza
como pecado todo acto relacionado a la satisfacción del placer.
El espionaje
institucional, al estilo del Gran Hermano de Orwell, ha sido sociabilizado,
permitiendo a cualquier individuo observar la “intimidad” de otro y mostrar la
propia, dejando abierta la posibilidad de conocer aquello que precisamente se
debía ocultar. Con ello, la webcam hoy no solo permite conectar espacios y
zonas horarias distintas, sino también intimidades, compartiendo aquello que
estaba reservado y que además era moralmente cuestionado al ser mostrado; el
acto sexual. No obstante, experimentos
como la Casa de vidrio o los Realitys shows son evidencia suficiente para
preguntarnos sobre esta curiosa acción voyerista, pero también exhibicionista
que tenemos los humanos. Acá no solo se trata de un querer ver, sino también de
un querer mostrar, motivado por el solo hecho de sentir placer. El deseo ahora
cumple una doble función, rompiendo con la lógica de oposición al placer, ya
que en este contexto el propio deseo se vuelve placer, saltándose la acción
placentera que satisface ese deseo, es decir, la concreción del placer mediante
el acto sexual. Ahora, el rol activo de una estimulación por la imagen lleva
asociado el acto masturbatorio pero en un segundo plano, ya que la satisfacción
es provocada por el ver y mostrar más que por la estimulación física.
Hoy el uso del Internet
como canal de acceso a material de connotación sexual no está solamente
asociado a la existencia de una gran cantidad de páginas porno, sino que también
está convertido en una herramienta para practicar actos de tipo sexual, ya sea
mediante la observación o sencillamente con la exhibición de las partes íntimas
o de masturbación de las mismas. De hecho, un dato que podemos sumar es el gran
incremento de páginas pre-pago de shows por webcam en este último tiempo,
haciendo proliferar un nuevo tipo de prostitución: la de la imagen.
No obstante, a todo este desarrollo tecnológico observado, me gustaría agregar
la reflexión sobre la consideración de estética pagana, cuya antesala se puede
rastrear en la década de los ´50 cuando el periodista Herb Caen usaba el término
Beats para referirse en forma peyorativa al grupo de jóvenes escritores
norteamericanos que protagonizan la famosa novela En el camino de Jack Kerouac. Allen Ginsberg, Neal Cassady,
Williams Burroughs y el propio Kerouac encabezarían el desarrollo de una actitud
y forma de vida contracultural, donde
el sexo ocupaba una verdadera subversión moral. Esta valoración de la rebeldía
de una liberación sexual era dejada por escrito en concepciones de la vida y la
sociedad que daban paso a una poética de lo obsceno. Una vuelta hacia la
insurrección sexual del Marqués de Sade donde la oposición conservadora de la
moral judeo-cristiana buscaba mecanismos que reprimiesen la nueva, pero en
realidad tan antigua como el ser humano, actitud sexual. Sin embargo, la propia
necesidad natural del ser humano por el sexo ha encontrado espacios para
manifestarse en el propio desarrollo cultural y las prácticas modificadas por
las relaciones sociales y sus dispositivos comunicacionales, readecuándose con
re-significaciones de lo placentero. Esto es una búsqueda de la realización interna
inmaterial que se va abriendo camino en prácticas estéticas del cuerpo, del
deseo y del placer. Una evidencia más de que lo material no lograr satisfacer
completamente al ser humano.
Interesante tu crónica, muy en la línea de análisis de Baudrillard. Las reflexiones de el francés sobre el porno y lo obsceno, su denuncia de la engañifa de la "liberación sexual", la conformación de una "pornosfera", como una parcela de la proliferación de la interfaz mediática deben ser leídos con más atención de lo que se hace habitualmente.
ResponderEliminarPero me permito una disgreción. Si duda que los aparatos tecnológicos han intensificado la pasión de exhibición y el deseo de mirar lo oculto y prohibido, que todas las cultural lo han tenido. En el fondo, más allá de la internet y los aparatos tecnológicos, seguimos siendo las mismas bestias de hace 50.000 años atrá.
Nuestro aparato perceptivo no ha cambiado un ápice desde el momento de la hominización. Seguimos siendo igual de pasionales, seguimos con las misma pulsiones.
Las prohibiciones no se han modificado sustancialmente. Y las estrategias de subversiones de estas siguen estando determinadas por aquello que Benjamin llama "porosidad".
La realidad nunca es tan sólida como para ser impenetrable, ni tan difusa como para ser totalmente imperceptible. Se trata de el ejercicio de individuación como una práctica de liberación permanente
La cámaras web, los espejos ocultos, las revistas pornos suecas, las operas picarescas, los carnavales... todos estos fenómenos respondea al viejo deseo de dejar de ser el que se es.
Saludos
Braulio, comparto todo lo que tu dices, de hecho el pie encima que puso la moral judeo-cristiana con el machismo incluido ha sido la que ha condenado la propia condición humana. De ahí que la internet y la webcam sean hoy dispositivos que se re-utilizan, re-significando con ello el carácter primordial, el de vigilar, como lo es al menos en su origen la utilidad de las cámaras. El tema es que nuestra propia esencia se manifiesta y re-acomoda esos dispositivos y los usa a su haber. Mi intención no es seguir a Baudrillard ni a Benjamin, pero si entrar en diálogo sobre nosotros y nuestras prácticas, más allá de pensadores y filósofos que nos hayan antecedido, aunque tampoco sin dejarlos fuera. Saludos y gracias por el comentario. Un aporte.
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