miércoles, 21 de noviembre de 2012

Educación, competitividad y mercado: Las bases de la desigualdad en Chile


Al andar de un año de las masivas manifestaciones estudiantiles y sociales por cambios y mejoras en la educación y el reclamo de gratuidad y calidad en todos sus niveles, se sigue construyendo una profundización que va en sentido contrario a lo que la ciudadanía demanda y peor aún, con el correr del tiempo, se va produciendo un crecimiento en la brecha entre los ricos y la clase trabajadora.
Desde la revolución francesa la educación ha sido un tema importante para la construcción y desarrollo de un país. Los proyectos educativos han pasado de ser quiméricas propuestas a productivas soluciones, viendo en la actualidad a la educación como un mercado más para producir ganancias junto al inmejorable beneficio de expandir y reproducir una determinada concepción del mundo. La educación en Chile normada por más de veinte años por la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE) fue remplazada, producto de la movilización estudiantil, el año 2009 por la Ley General de Educación (LGE), un macro acuerdo que establece bases y supuestos que debiesen cumplirse en el plano educativo en el país, pero que no explicita el modo de consecución de dichos objetivos.
No obstante, en ambos casos el planteamiento formal o legal de la educación parte de un hecho fundamental y que determina toda construcción posible de la educación en Chile, aun cuando esta fuera gratuita, en el que se establece que es la familia quien en su libre decisión opta por tal o cual institución y se hace responsable de dicha elección, es decir, el Estado pasa a un lugar secundario al no poder establecer criterios y normas sobre las cuales debe efectuarse la educación a cada persona ni proporcionar una real igualdad de condiciones educativas reales, pues permite la existencia de establecimientos con proyectos autónomos inclusive de los planes y programas del Mineduc, lo cual establece como base que la educación sea considerada como un “servicio” de acceso privado.
¿Cuál es el problema de todo esto? Que aun existiendo gratuidad en la educación en todos sus niveles, seguirá habiendo proyectos educativos que podrán diferenciarse y junto con lucrar, desarrollar proyectos ideológicos en esas instituciones, lo cual que se mantiene incorruptiblemente. De ahí que, por ejemplo, uno de los sostenedores más grandes e importantes del país no haya indicado nada sobre el cómo debiese ser la educación en su sentido igualitario y equitativo, me refiero a la Iglesia Católica, porque sus establecimientos, particulares en su mayoría, poseen una fuerte carga formativa vinculada a los principios de la Iglesia, como a su vez las otras religiones y minorías construyen cada una establecimientos educativos en base a sus creencias, sin establecer “necesariamente” un marco educativo común con lo solicitado por el Estado a través de los planes y programas educativos. Es decir, la base de la desigualdad está dada en el principio liberal que permite la existencia de múltiples proyectos educativos. Pero además el rol de la educación pública que vendría a ser la contraparte por la cual el Estado imprime y logra sus objetivos declarados de formación con igualdad, equidad, universalidad, etc, etc, no tiene formas de implementación directa puesto que los establecimientos dependen de cada municipio, lo cual está asociado a los planes de los gobiernos municipales, quienes además se encuentran con serias deficiencias económicas como para implementar proyectos educativos capaces de “competir” con los privados.
La competitividad llevada a todos sus niveles y espacios ha sido el puntal ideológico del Neoliberalismo, la disputa por ser el mejor y el más capaz. Una vuelta a la areté (virtud) griega que tanto deslumbró al filólogo alemán Werner Jäeger, que es la cualidad desde donde se originaba la distinción de las clases entre los griegos y surgía la aristós o aristocracia. Algo que hoy tiene su propio modelo instaurado en colegios y universidades, pero por sobre todo en el modelo social. En Chile existe una aristocracia que compite entre sí, ellos no se ven ni amenazados ni amedrentados por posibles trabajadores que destacándose les arrebatarán el poder, pues en el afán competitivo siempre tendrán los recursos para validar los conocimientos de su clase en espacios de mayor reconocimiento, Harvard, Oxford, Princeton, Columbia, MIT, etc, etc. Por lo que la utópica visión de que la educación promovía la igualdad o que genera movilidad social está más cerca de ser una quimera que una realidad, ya que por muy buen profesional que se sea en Chile, titulándose incluso en Ues privadas, siempre se tendrá un segundo lugar porque el capital social y cultural dado por el origen socioeconómico sigue siendo un valor agregado que se considera al examinar los Currículums.
En este sentido, la existencia de la educación dentro del mercado es algo que le subyace a la realidad que se ha estructurado en el país, es decir, al modelo económico y no una corrupción de los sostenedores, porque la lógica ideológica de la competitividad se materializa en una realidad llamada mercado y cada proyecto educativo alternativo que se levante irá en este sentido, incluso el de la gratuidad. Defender lo público es necesario, pero también lo es el proponer un modelo educativo completo que cambie la mirada ideológica de la competitividad, algo que está muy lejos de alcanzarse si pensamos en que las discusiones de las mallas curriculares en las universidades hoy están incorporando esta condición.
Así, la educación se vuelve ideológica y funcional en su visión competitiva, reproduciendo una lógica instalada en la sociedad como la posibilidad de superación; el mercado. De ahí que toda realidad posible contenga como base la desigualdad, cambiarlo supone hacer una revolución en el sistema y cambiar el modelo económico y político, mientras siga así, solo queda observar como se reproduce y amplía la brecha y cada día salen miles de profesionales a los que se les aplica la lógica del mercado; a mayor demanda menor oferta, precarizando su puesto laboral y negando toda posibilidad de movilidad social, ya que el trabajador seguirá siendo un trabajador.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Fronteras de la Literatura, una destrucción necesaria.


El pensamiento impositivo de la racionalidad moderna, desde el siglo XV en adelante, logró romper con el dominio establecido por la verdad judeo-cristiana en Occidente, teniendo como culminación el cientificismo positivista del siglo XIX. Esta nueva actitud frente al conocimiento de las cosas y la realidad ha sido conservada y profundizada por las discusiones epistemológicas y metodológicas durante el siglo XX y lo que va del XXI, pero no ha logrado establecer un principio que acepte la diversidad y diferencia metodológica en función de los objetivos y problematizaciones propuestos, sino más bien se ha fijado patrones metodológicos de determinadas “ciencias” y desde ahí ha valorado o rechazado las investigaciones. Efectivamente, al revisar las metodologías en las diferentes ciencias hay ciertas aproximaciones procedimentales a la ciencia predominante o canónica del periodo histórico estudiado, cuyo caso más emblemático es lo que sucede con Charles Darwin y el dominio que logra el evolucionismo a finales del siglo XIX, haciendo que la biología fuera el modelo científico y metodológico predominante, cuya influencia se encuentra desde la sociología hasta en la lingüística.
El establecimiento de fronteras y limites en el desarrollo del conocimiento ha creado un modelo investigativo restringido e incapaz de relacionar el alcance de su conocimiento con el desarrollo de la sociedad, dejando ese rol a los practicantes del pensamiento crítico. No obstante, el predominio de esta concepción ha construido y abarcado todos los espacios académicos, investigativos y por supuesto educacionales, creándose de este modo un sistema completo direccionado a la ejecución de esta forma de conocer. Frente a esto, no han sido pocos los estudiosos, investigadores y científicos que han criticado y desarrollado propuestas alternativas donde el diálogo metodológico ha sido el principal camino a seguir. Así, tenemos que la interdisciplinariedad, la transdisciplinariedad y la multidisciplinariedad se han convertido en un nuevo estadio para el desarrollo del conocimiento, pero que siguen teniendo de base la lógica del positivismo.
En este marco, el desarrollo de la literatura como práctica cultural, discursiva y estética como también en tanto objeto de estudio se ha visto afectada por la fijación de fronteras que definen a una obra como literaria o no literaria, más fijado en el predominio de una verdad hegemónica e ideológica que en un sentido valorativo de su sentido práctico, es decir, de su valoración en tanto expresión humana.
Así, no nos resulta tan desmesurada la pregunta sartreana de ¿Qué es la literatura?, sino más bien cobra sentido el re-formularla, puesto que cada periodo y cada teoría ha entendido temas diferentes. Unos como Voltaire; conocimiento y otros como Sarte; compromiso. Unos han valorado la poesía por sobre la narrativa y otros el relato por sobre lo lírico. Todas concepciones definidas por una limitación, por el establecimiento de una frontera que parte con una categorización y termina clasificando el texto en una determinada corriente o escuela poética. Estrechez de sentido y estrechez de comprensión, ya que un texto literario posee múltiples dimensiones que abren infinitas posibilidades para su conocimiento, desde una hermenéutica hasta una ciencia social puede desenredar la madeja de la historia escrita, de esa expresión propia de todos los seres humanos.
Destruir esas fronteras es hoy una acción cada vez más común, pero lo curioso es que es propiciada por las diferentes ciencias que ven en los textos literarios una interesante unidad de análisis, reproduciendo la lógica cientificista. No obstante aún, nos quedamos sin saber qué entendemos por literatura y preferimos utilizar el texto para demostrar o refutar hipótesis metodológicas. Desde ahí, entonces, la necesidad de sacar la literatura de los márgenes impuestos nos va a permitir mucho más que el proporcionar un argumento, sino que nos ampliará el conocimiento y comprensión de aquello mismo que la origina, es decir, de la humanidad.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Filosofía y actualidad ¿por qué filosofar?


La distribución de las fechas del calendario anual para situar las efemérides contempla una serie de días en que son conmemoradas acciones cotidianas o al menos situaciones que no tienen un origen histórico más que la propia existencia humana, mas sin embargo están ahí, marcados en el calendario como un símbolo del desplazamiento u olvido que hemos logrado los seres humanos en la vorágine del “desarrollo”, son días que nos recuerdan una acción que no debe ser olvidada. En este caso particular el día de una disciplina, la filosofía. Conmemorado desde el año 2002 fue recién en el 2005 que la UNESCO declaró oficialmente al 15 de noviembre como el Día Internacional de la Filosofía. No obstante, como en toda disciplina y particularmente en ésta, debemos preguntarnos el por qué de su necesidad, siendo hoy, más que nunca, una pregunta importante puesto que su actividad se ha visto desplazada por concepciones pragmáticas y utilitaristas en la sociedad.
La enseñanza de la filosofía en Chile se ha visto arrebatada de las aulas como parte de un proyecto educativo que busca la formación de sujetos disciplinados por sobre una formación de individuos críticos, creativos y autónomos, viéndonos los profesores en problemas constantes para conseguir trabajo. Vista con temor, la filosofía ha sufrido la persecución del poder dominante desde la antigüedad, donde por su propia función de problematización, diálogo, interpelación, crítica y normatividad se ha enfrentado con ideas a todos los regímenes políticos. Practicar la filosofía es una necesidad cada vez mayor para la sociedad, puesto que su crecimiento desmedido y marcado por el exitismo personal en un sentido material, hace de la misma un espacio complejo, diverso y angustiante para vivir, por lo que tomar decisiones mesuradas, reflexionadas y desde uno mismo en relación con los otros y respetando la diferencia es hoy por hoy una necesidad de primer orden para todos nosotros.
En los planes y programas se pone énfasis en grandes lecturas de textos antiguos, en conocer historia de personajes, en la enseñanza de definiciones y comportamientos éticos sin siquiera preguntarse al inicio por quiénes somos, cuál es nuestro origen y hacia dónde queremos ir o creemos que marcharemos, como personas, como sociedad y humanidad. El desarrollo de ideas no solo está asociado a una forma de enseñar el cómo pensar, sino también a la creatividad de quienes piensan, es decir, de todos nosotros. Porque lo verdaderamente importante es la acción de pensar y problematizar filosóficamente la realidad, es despertar esa capacidad de asombro que nos invita a conocer y desde ahí adentrarse en los problemas epistemológicos o de teoría del conocimiento.  
La filosofía, entonces, no consiste en memorizar un manual histórico de autores, fechas y postulados, sino en la acción misma del filosofar, la que puede estar estimulada por una imagen, una acción, un gesto, una palabra o un libro, simplemente pensar y comenzar a dar vuelta ese objeto problematizado nos hace practicar la filosofía en nuestra cotidianidad y bajar del olimpo donde unos elegidos han querido situarla para imponer verdades y desarrollar solo el aspecto normativo del pensamiento filosófico.
La propia condición compleja de la actualidad y los problemas que la acción de conocer la realidad que se nos presentan a diario, hace de la filosofía una actividad relevante y que, en la lógica de la desigualdad, hoy quiere ser desplazada hacia sectores privilegiados como una consideración de que son los únicos que tienen la capacidad para desarrollarla, de ahí que en vez de abrir la filosofía hacia la comunidad general, se cierre en centros donde se educa a la elite del país.
Estoy de acuerdo con conmemorar la filosofía, pero no como un día de acción de gracias o como el día de la mujer, estoy por celebrar este día como una actividad permanente, propia de la condición humana y como lugar de promoción no de ideas preconcebidas sino de ideas por generar, es decir, de filosofar para ser mejores.

domingo, 11 de noviembre de 2012

NO, la película y los veinte años de la Concertación en el Poder


Gran impresión causó este año la película NO del director chileno Pablo Larraín, efecto provocado por ser una realización bien lograda por una parte, y por retratar la campaña publicitaria del plebiscito de 1988 por la otra. Sin embargo, y muy a pesar de las defensas corporativas del “triunfo” que se tuvo por la vía de la elección para poner fin a la Dictadura militar encabezada por Augusto Pinochet, esta película evidencia mucho más de la forma de hacer política de los veinte años de gobierno de la Concertación que de ese momento histórico que fue el plebiscito. En efecto, la campaña electoral marcada por el discurso publicitario y propagandístico, producto de las restricciones para hacer política durante la dictadura, centraron el foco de la construcción en una imagen de lo posible: el sueño ideal, la alegría, el arco iris y el cambio por un lado, y la vuelta a la pobreza y el fracaso económico y los colores patrios por el otro. Sin embargo, esta práctica política y discursiva fue replicada durante los siguientes veinte años en que la Concertación tuvo el gobierno, puesto que dejaron a un costado la construcción de una política de la gente y replicaron la política efectiva del eslogan electoral, donde tal vez la campaña más fuerte que se volverá a vivir desde el punto de vista publicitario será la del año 1999 que ponía en contienda la imaginación y el conocimiento de la ciudadanía que tienen las agencias publicitarias en la competencia de Ricardo Lagos Escobar contra Joaquín Lavín Infante. Colores definidos e identitarios y un eslogan central marcó la elección y el triunfo “político” del concertacionista. En cuyo caso el lema fue “Crecer con igualdad” y la realidad mostró que la brecha económica entre ricos y pobres creció a niveles históricos. Al final del gobierno de Lagos en Chile los ricos eran más ricos y los pobres más pobres.
La evidencia de un proyecto vacío, construido por un eslogan que golpeara los deseos y anhelos ciudadanos, junto a un grupo social compuesto por el grupo “sensible” de la elite económica haría una validación de un sistema político y económico instalado por la dictadura y establecido en su propio contrato de 1980, aprobado por un fraude electoral. Aceptar ir a la elección no solo era buscar, en 1988, la oportunidad de sacar a Augusto Pinochet sino lo más complejo que fue validar un sistema y una estructura, la que en ese momento de inicio era posiblemente necesaria, pero que al ver estos veinte años transcurridos y vivir la consolidación y en muchos casos la profundización de ese modelo es razón suficiente para mostrar de que proyecto político real y de cambio social simbolizado en la “alegría” por la democracia y la participación, no existía.
Con todo, la historia de la película muestra la realidad de muchos “demócratas” vueltos del exilio viviendo relativamente bien, acomodados en buenas viviendas, mientras los más radicales eran agredidos, viviendo con temor y en condiciones mucho menos favorables económicamente hablando, lo cual es bastante cercano a la realidad. Decir que fue un gran triunfo, que se hizo expresión de una tradición democrática que ha existido largamente en la historia de Chile o que fue positivo para el desarrollo del país que esto así sucediera; es juicio personal y reservado para cada uno, sin embargo para mi esto no fue más que otra traición a la gente, a las ideas y a la verdad. Gobernar en la medida de lo posible para no cambiar nada acomodándose a la macroestructura, ocupando cargos y formando empresas, esa ha sido nuestra gesta democrática y alegre. Repartija de cargos, nepotismo social y estrategia familiar para mantener cargos específicos para la mantención del sistema son solo algunas de las múltiples evidencias que se pueden demostrar. La bonanza económica llegó a un sector que desde siempre ha aplicado la política del chorreo, que mantiene una estabilidad política porque tiene los bolsillos llenos y en las bóvedas de los bancos internacionales gran cantidad de bonos guardados a su haber, sino sufriríamos la constante batalla civil entre la demanda social y el poder impositivo.
La sociedad cambió en veinte años, es cierto, pero no fue por un proyecto de país, sino por la dinámica interna de todas las sociedades, en que el ser humano busca la mejor forma de subsistencia dentro del medio social y material en el que se vive.
De esta manera, la película NO muestra mucho más que una campaña, sino que evidencia lo que los jóvenes rechazan hoy por hoy, lo que la gente ya no quiere, la mentira construida por un discurso que convoca diciendo mucho para no hacer nada. Le pasó a la Concertación y le está pasando a la Derecha. La crítica dura de los más conscientes personajes en la película fue cierta, y tuvimos que quedarnos con la lógica de la venta de un producto, mostrando lo bonito que sería para silenciar lo feo que es la realidad. Por eso la película cobra relevancia más allá de su propio contenido interno, cuyo subtítulo, para mi hubiese sido “Bienvenidos a ver la política de la sociedad post-industrial, la política de la publicidad”.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Panóptico y obscenidad. Dicotomías de una estética pagana


La mirada inquieta e intrigante de un observador sobre la casa contigua en la que una mujer camina, hablando por celular mientras se desnuda, no es más que una reacción natural y cotidiana de cualquier ser humano frente al desnudo. Esta atracción de la mirada es provocada por el deseo de conocer lo que diariamente se oculta bajo telas que moldean el cuerpo. Sin embargo, la pasividad del observador y el rol activo del que provoca la mirada posee un carácter peculiar si lo pretendido es querer ser visto, porque el mostrarse hoy forma parte de nuestras acciones cotidianas.

La obscenidad, definida teatralmente como aquello que está fuera de escena, ha sido cuestionada por una moralidad discursiva judeo-cristiana que considera el acto oculto como sucio, asqueroso e indigno, donde esta misma moralidad obliga a ocultar acciones naturales de manifestación de afecto y amor. Lo obsceno parecía cumplir su función como aquello que está fuera de foco y no es posible siquiera de advertir, produciendo una dicotomía protocolar entre las acciones públicas y las privadas. No obstante, la realidad comunicacional que hoy nos dan las tecnologías, nos permite jugar con el panóptico de cámaras creadas inicialmente para ser vigilados, pero que hoy rompe con la privacidad por iniciativa propia. El mostrarse ha evidenciado que la secularización cultural ha permitido re-significar la concepción del placer, dónde la búsqueda de este ha dado pie para la realización de las fantasías, sin cargar con una crítica moral que nominaliza como pecado todo acto relacionado a la satisfacción del placer.  

El espionaje institucional, al estilo del Gran Hermano de Orwell, ha sido sociabilizado, permitiendo a cualquier individuo observar la “intimidad” de otro y mostrar la propia, dejando abierta la posibilidad de conocer aquello que precisamente se debía ocultar. Con ello, la webcam hoy no solo permite conectar espacios y zonas horarias distintas, sino también intimidades, compartiendo aquello que estaba reservado y que además era moralmente cuestionado al ser mostrado; el acto sexual.  No obstante, experimentos como la Casa de vidrio o los Realitys shows son evidencia suficiente para preguntarnos sobre esta curiosa acción voyerista, pero también exhibicionista que tenemos los humanos. Acá no solo se trata de un querer ver, sino también de un querer mostrar, motivado por el solo hecho de sentir placer. El deseo ahora cumple una doble función, rompiendo con la lógica de oposición al placer, ya que en este contexto el propio deseo se vuelve placer, saltándose la acción placentera que satisface ese deseo, es decir, la concreción del placer mediante el acto sexual. Ahora, el rol activo de una estimulación por la imagen lleva asociado el acto masturbatorio pero en un segundo plano, ya que la satisfacción es provocada por el ver y mostrar más que por la estimulación física.

Hoy el uso del Internet como canal de acceso a material de connotación sexual no está solamente asociado a la existencia de una gran cantidad de páginas porno, sino que también está convertido en una herramienta para practicar actos de tipo sexual, ya sea mediante la observación o sencillamente con la exhibición de las partes íntimas o de masturbación de las mismas. De hecho, un dato que podemos sumar es el gran incremento de páginas pre-pago de shows por webcam en este último tiempo, haciendo proliferar un nuevo tipo de prostitución: la de la imagen.   

No obstante, a todo este desarrollo tecnológico observado, me gustaría agregar la reflexión sobre la consideración de estética pagana, cuya antesala se puede rastrear en la década de los ´50 cuando  el periodista Herb Caen usaba el término Beats para referirse en forma peyorativa al grupo de jóvenes escritores norteamericanos que protagonizan la famosa novela En el camino de Jack Kerouac. Allen Ginsberg, Neal Cassady, Williams Burroughs y el propio Kerouac encabezarían el desarrollo de una actitud y forma de vida contracultural, donde el sexo ocupaba una verdadera subversión moral. Esta valoración de la rebeldía de una liberación sexual era dejada por escrito en concepciones de la vida y la sociedad que daban paso a una poética de lo obsceno. Una vuelta hacia la insurrección sexual del Marqués de Sade donde la oposición conservadora de la moral judeo-cristiana buscaba mecanismos que reprimiesen la nueva, pero en realidad tan antigua como el ser humano, actitud sexual. Sin embargo, la propia necesidad natural del ser humano por el sexo ha encontrado espacios para manifestarse en el propio desarrollo cultural y las prácticas modificadas por las relaciones sociales y sus dispositivos comunicacionales, readecuándose con re-significaciones de lo placentero. Esto es una búsqueda de la realización interna inmaterial que se va abriendo camino en prácticas estéticas del cuerpo, del deseo y del placer. Una evidencia más de que lo material no lograr satisfacer completamente al ser humano. 

Caliban: transculturación y resistencia


Hace varias décadas atrás, el poeta y filósofo cubano Roberto Fernandez Retamar, escribió un texto en el cual señala que la palabra Caliban, que designa a uno de los personajes de la obra La Tempestad de William Shekespeare, es un anagrama de Caníbal. Palabra que a su vez deriva de Caribe. Esta explicación interpretativa de la figura simbólica de Caliban, pasó a convertirse en una metáfora del desarrollo del pensamiento latinoamericano, en cuyo transcurso los esclavos colonizados (Caliban) han aprendido y desarrollado el idioma y la cultura impuesta para rebelarse contra el amo colonizador (Prospero), convirtiendo al pensamiento y la cultura latinoamericana en una mezcla donde raíces y modernidad se vierten en una expresión híbrida. A este fenómeno sociocultural, Fernando Ortiz lo llamó transculturación.
            Este antecedente simbólico ha nutrido el campo del estudio del pensamiento latinoamericano como un elemento de síntesis explicativa de la significación de postulados exógenos para la construcción de nuestra identidad. Esto debido al complejo panorama que se presenta cuando se observan los distintos procesos de construcción identitaria, desde la defensa indígena y las guerras de la independencia hasta los procesos sociales y las revoluciones políticas.
            De este modo, nuestro barrocoquismo no es un decorado estético, sino más bien una condición propia de la humanidad, lo cual se hace evidente cuando observamos la situación vivida por egipcios y babilonios, griegos y egipcios, romanos y griegos, y así sucesivamente. No obstante, nuestra diversa América Latina viene sufriendo, al igual que Africa, la crudeza de una negación producida por una dominación abusiva de nuestras tierras y nuestra gente. La apertura hacia lo moderno no es negativa cuando es voluntaria y justa, situación que no ha sido aún demostrada, pero lo es cuándo aquel que tiene poder lo ejerce en una negociación desequilibrada. Galeano lo llamó “Las venas abiertas de América latina”.
            Sin embargo, no todo lo externo ha sido negativo, ideas como las que desarrollaron los revolucionarios franceses, ingleses, rusos y alemanes han nutrido los ideales de una resistencia social, a veces deficitarias y otras organizadas y políticas. No obstante, siempre fuertemente sucumbidas o en constante amenaza. Lo cierto, es que el pensamiento latinoamericano ha reivindicado aquellos ideales que sin pretender hacer modificación de nuestra cultura han ayudado a su desarrollo. Bolivar, Martí, Mariategui, Bilbao o Salvador Allende son una muestra de ello.
            La resistencia de los pueblos, hoy se nutre de ideales que pretenden liberar la opresión cultural, política y económica. No obstante, en dicho proceso se van estableciendo nuevas relaciones que modifican las actuales. En un continuo cambio en que el pensamiento se nutre de acción y teoría, de tradición y modernidad. Ambos opuestos han sido el si no de una diversidad originaria, cuyos únicos criterios equivalente han sido la crudeza y los vestigios del avance del dominador, y la defensa de los oprimidos.
            Así, la alegoría de Caliban se nos muestra como una metáfora simbólica de nuestro pensamiento y cultura, donde ha ocurrido una transculturación, en que nuevas formas de pensar y actuar son asimiladas por antiguas y locales expresiones culturales, dando origen a otras diferentes. La transculturación ha nutrido la resistencia, como esta a nuestra identidad.