Hace varias décadas atrás, el poeta y
filósofo cubano Roberto Fernandez Retamar, escribió un texto en el cual señala
que la palabra Caliban, que designa a uno de los personajes de la obra La
Tempestad de William Shekespeare, es un anagrama de Caníbal. Palabra que a
su vez deriva de Caribe. Esta explicación interpretativa de la figura simbólica
de Caliban, pasó a convertirse en una metáfora del desarrollo del pensamiento
latinoamericano, en cuyo transcurso los esclavos colonizados (Caliban) han
aprendido y desarrollado el idioma y la cultura impuesta para rebelarse contra
el amo colonizador (Prospero), convirtiendo al pensamiento y la cultura
latinoamericana en una mezcla donde raíces y modernidad se vierten en una expresión
híbrida. A este fenómeno sociocultural, Fernando Ortiz lo llamó transculturación.
Este
antecedente simbólico ha nutrido el campo del estudio del pensamiento
latinoamericano como un elemento de síntesis explicativa de la significación de
postulados exógenos para la construcción de nuestra identidad. Esto debido al
complejo panorama que se presenta cuando se observan los distintos procesos de
construcción identitaria, desde la defensa indígena y las guerras de la
independencia hasta los procesos sociales y las revoluciones políticas.
De
este modo, nuestro barrocoquismo no es un decorado estético, sino más
bien una condición propia de la humanidad, lo cual se hace evidente cuando
observamos la situación vivida por egipcios y babilonios, griegos y egipcios,
romanos y griegos, y así sucesivamente. No obstante, nuestra diversa América
Latina viene sufriendo, al igual que Africa, la crudeza de una negación
producida por una dominación abusiva de nuestras tierras y nuestra gente. La apertura
hacia lo moderno no es negativa cuando es voluntaria y justa, situación que no
ha sido aún demostrada, pero lo es cuándo aquel que tiene poder lo ejerce en
una negociación desequilibrada. Galeano lo llamó “Las venas abiertas de
América latina”.
Sin
embargo, no todo lo externo ha sido negativo, ideas como las que desarrollaron
los revolucionarios franceses, ingleses, rusos y alemanes han nutrido los
ideales de una resistencia social, a veces deficitarias y otras organizadas y
políticas. No obstante, siempre fuertemente sucumbidas o en constante amenaza.
Lo cierto, es que el pensamiento latinoamericano ha reivindicado aquellos
ideales que sin pretender hacer modificación de nuestra cultura han ayudado a
su desarrollo. Bolivar, Martí, Mariategui, Bilbao o Salvador Allende son una
muestra de ello.
La
resistencia de los pueblos, hoy se nutre de ideales que pretenden liberar la
opresión cultural, política y económica. No obstante, en dicho proceso se van
estableciendo nuevas relaciones que modifican las actuales. En un continuo
cambio en que el pensamiento se nutre de acción y teoría, de tradición y
modernidad. Ambos opuestos han sido el si no de una diversidad originaria, cuyos
únicos criterios equivalente han sido la crudeza y los vestigios del avance del
dominador, y la defensa de los oprimidos.
Así,
la alegoría de Caliban se nos muestra como una metáfora simbólica de nuestro
pensamiento y cultura, donde ha ocurrido una transculturación, en que nuevas
formas de pensar y actuar son asimiladas por antiguas y locales expresiones
culturales, dando origen a otras diferentes. La transculturación ha nutrido la
resistencia, como esta a nuestra identidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario