lunes, 27 de mayo de 2013

El Colegio; una institución desbordada.

Muchos son los análisis que versan sobre la Educación en Chile, partiendo de los resultados de pruebas estandarizadas hasta de los factores económicos que impiden su desarrollo y mejoramiento de la calidad. Todas contribuciones que no pasan de una opinión “técnica” por no decir “científica”, pero que más allá de maquillajes superficiales no pueden proponer un cambio substancial del sistema, pues todo gira con una tesis central como fundamento; el colegio como institución se mantiene. Algo que sencillamente es increíble si entre las muchas propuestas encontramos que puede cambiar la institucionalidad estatal, pública, privada, interna del Ministerio de educación, pero en nada la del Colegio, Liceo o Escuela.
            Este asunto nos hace pensar que el modelo de disciplinamiento y del espacio ideal para la promoción y reproducción del pensamiento ideológico dominante o hegemónico, como lo llamó Gramsci, cumple bien su función y no está puesto en cuestionamiento, por tanto se buscan estrategias para que dicha función mejore en calidad, porque no se está pensando en el desarrollo integral del ser humano, en este caso de los miles de niños y niñas y adolescentes, sino que en las exigencias de un modelo político, económico y social como lo es el Neoliberalismo, en cuya base tiene como objetivo fundamental el “saber hacer dinero”. Esta condición ineludible a cualquier sujeto es la que obliga a poner en funcionamiento una serie de mecanismos desde el aparato institucional que viene a ser el colegio. En este sentido hemos visto cambios curriculares como la disminución de horas a filosofía, artes, historia, idiomas distintos del inglés, educación cívica, entre otros aspectos que incluyen: cambios en la prueba de selección para el ingreso a la universidad, mediciones periódicas en asignaturas como inglés y educación física (Simce) y un aumento de exigencias que sobrecargan la labor docente bajo el prisma de la competencia, el cual pone un énfasis primordial en la obtención de resultados favorables y no en el desarrollo integral del educando. Es decir, la calidad de la educación se mide por los resultados de una prueba y no por la calidad de vida y desarrollo que puede alcanzar un niño o niña en el conjunto de la sociedad. Con esto cambia la lógica de entender la educación como un proceso de formación a una lógica efectista y exitista en que unos logran sobresalir de otros porque tienen cualidades diferentes, especiales, es decir, se rompe el criterio de igualdad por uno de “virtud”. Esto último ha impulsado un conservadurismo segregador  en que han establecido colegios de “excelencia” para “virtuosos” y otros para los “no-virtuosos”. No obstante, nuestro cuestionamiento aumenta cuando vemos la etimología de la palabra virtud, que en griego es areté de misma raíz que aristós, origen de la palabra “aristo-cracia”.
            Pero la dificultad de cómo abordar el problema de la educación no pasa por la sola crítica de las direcciones que asoman en las soluciones a esta “preocupación por la calidad” sino también por una observación más precisa al colegio como institución. En este espacio la gran crítica interna, es decir; de los propios docentes, es la pérdida de autoridad de los profesores, la nula participación de los apoderados en las necesidades de sus hijos, magros resultados en las pruebas por cada ramo, la pobre obtención de los objetivos formulados en cada asignatura, mala infraestructura, bajos sueldos y un largo etcétera. Pero si estos elementos los vemos como consecuencia y no como causa, nos vemos obligados a buscar fuera del espacio institucional del colegio para encontrar los orígenes de sus dificultades.
            Ahí, en el desarrollo socio-cultural, político y económico es donde vemos que los problemas sobrepasan las posibilidades reales del colegio como institución, porque la exigencia de resultados va en dirección opuesta a las necesidades particulares de cada sujeto para su formación, por lo que la lógica de una imposición normativa de aprendizajes estandarizados parte con un desequilibrio imposible de subvertir en el aula de clases, puesto que no se está comprendiendo al educando como un ser humano en todas sus dimensiones sino como un ente racional y reproductor de conocimientos, en una enseñanza mecánica de aprendizajes formales que representan en muchísimos casos una cuestión de segundo y tercer orden, ya que hay necesidades afectivas, alimenticias e incluso materiales más significativas para el niño o niña que el aprendizaje mecánico de una fórmula matemática.

            De este modo, vemos que el colegio creado para el desarrollo de una educación formal de enseñanza-aprendizaje está desbordado como institución, puesto que los factores socio-culturales, políticos y económicos crean dificultades humanas mayores que las pre-visualizadas en una sociedad que tenía como base orgánica y estructural la familia en su sentido clásico; papá, mamá y/o hermanos. Hoy, las exigencias para la supervivencia en la sociedad está sufriendo la mercantilización de todas las relaciones humanas, lo cual ha llevado a que de un concepto de familia pasáramos al de grupo familiar y de ahí a lo que Inmanuel Wallerstein llama unidad doméstica económica, no porque en una sociedad capitalista Neoliberal como la nuestra todos busquen la acumulación del capital, sino porque se ven en la necesidad imperiosa de aumentar sus ingresos para subsistir y consumir, lo cual motiva la vida en grupos que no necesariamente poseen lazos sanguíneos. De ahí que el problema educativo no puede ser visto únicamente como una cuestión cognitiva o de dificultad de aprendizajes desde ópticas psicológicas individuales sino que deben ser integrados los factores externos y propios de la sociedad a la hora de una evaluación, donde queda de manifiesto que el problema de la calidad de la educación es más profundo que una discusión sobre factores económicos, de gestión o de resultados en pruebas estandarizadas. Por lo cual, es necesario evaluar la institucionalidad de los colegios como instancias de enseñanza-aprendizaje formal solamente, incorporando elementos de desarrollo cultural y realización personal, pero no ensimismados como comunidad sino que en diálogo con otras comunidades, para que no solo se genere una subversión de las dificultades sino también para la construcción de una sociedad distinta, donde primen valores como la solidaridad y la igualdad.

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