martes, 11 de junio de 2013

“Pensamiento, Sociedad y Desarrollo. Chile 40 años después”

Nota Introductoria
El presente texto fue una Conferencia realizada en las IX Jornadas Nacionales y VI Latinoamericanas “El pensar y el hacer en Nuestra América a doscientos años de las guerras de la independencia”, realizadas en octubre del 2010 en la Universidad Nacional del Sur, Bahía Blanca Argentina y publicada como artículo en la revista Pacarina del Sur (www.pacarinadelsur.com) y com capítulo en el libro El pensar y el hacer en Nuestra América a doscientos años de las guerras de la independencia Buenos Aires 2011 Imago Mundi.  



Chile y la lucha de clases.
“La historia de todas las sociedades que han existido hasta ahora es la historia de la lucha de clases.”                                         
K. Marx y F. Engels

            Hace un par de años se cumplió al centenario del natalicio de Salvador Allende. Hoy se cumplen 40 años desde que asumiera la presidencia de la república de Chile, en un hecho inédito para la historia, el socialismo conquistaba el poder por la vía eleccionaria. Democracia liberal y socialismo ortodoxo se convertían en el centro de la discusión teórica de la izquierda chilena y latinoamericana. La derecha por su parte se organizaba. La vía chilena al socialismo no resistió más que mil días. La Unidad Popular se convertía en un ejemplo para el mundo, en donde la conciliación multipartidista y la unidad de credos era la fortaleza del nuevo gobierno, pero no pudo por la vía pacífica oponerse a la barbarie de las armas. Allende no salió vivo. El 11 de septiembre de 1973 la Moneda ardía en llamas, los soldados que decían protegerla la atacaban ahora con furia; balas, bombas y granadas destruían los muros del palacio de gobierno y con ello también se destruía la sociedad que se reinventaba con las ideas de justicia social. Allende dejaba a las nuevas generaciones la tarea que se posponía. Ese mismo día comienzan las detenciones y las torturas, a la mañana siguiente los fusilamientos. En dos días, la normalidad se restituía; la gente volvía al trabajo; y la institucionalidad se vestía de colores militares y empresariales. Las personas tenían miedo. Comienza el terrorismo de estado y la modernización neocapitalista. Chile ahora caminaba hacia el neoliberalismo. Se inicia lo que ellos mismos denominaron la revolución silenciosa. Las armas blindaban la desarticulación de la sociedad anterior y permitían los cambios hacia el capitalismo extremo. 17 años duró la dictadura militar. En 1989 por una mayoría relativa triunfa el NO. Marzo de 1990; Patricio Aylwin se convierte en el primer presidente electo en la vuelta a la democracia. Sin embargo, esta democracia ya no era la misma, estaba limitada con un sistema binominal. Solo dos conglomerados tienen posibilidad de repartirse el poder parlamentario. No hay espacio para la diferencia. La izquierda ha retrocedido. La persecución casi la hace desaparecer. Muchos se habían ido, pocos volvieron. La democracia ahora estaba pactada con la derecha. 20 años de Concertación de partidos por la democracia han gobernado, cuatro presidentes han habido; 2 Demócrata cristianos (DC), uno del Partido por la democracia (PPD) y otro del Partido socialista (PS). Este último fue la primera mujer presidenta, militante del mismo partido de Allende; Michelle Bachelet. Las políticas económicas fueron las implantadas en la dictadura, el neoliberalismo hacía crecer la economía y aumentaba la desigualdad. La movilización social ahora estaba desarticulada. 20 años y ningún cambio en lo político que avanzara hacia un país más democrático y más justo. La concertación quedaba en deuda. Hoy Chile ha elegido un gobierno de derecha. A la fecha actual[1] van más de 5 marchas masivas. Dos de ellas han superado las 200 mil personas a nivel nacional. Los jóvenes se han empoderado. La familia vuelve a la calle. Chile tiene una esperanza, solo el tiempo nos dirá hacia donde vamos. La construcción social no está determinada cuando es democrática, solo se sabe que tendrá una gran resistencia de los grupos económicos y dominantes. Chile sigue viviendo y la lucha de clases[2] se vuelve hacer evidente.
           
Pensamiento, Sociedad y Desarrollo           
                       
            El golpe de Estado realizado por las cuatro ramas de las Fuerzas Armadas y de Orden marca un antes y después en la historia chilena. La llegada de la derecha al poder destruyó casi en la totalidad el proceso social anterior. La construcción de identidad y de la propia subjetividad de la clase obrera se había iniciado en Chile a finales del siglo XIX y comienzos del XX. El discurso político y social de los movimientos obreros traspasó las fronteras de la lucha reivindicativa y sectorial e inició la construcción de un proyecto político propio. Sus banderas de lucha tuvieron eco en las Universidades en la década del ´20[3], mientras que en la literatura se manifestó de lleno en las generaciones del ´27 ´38[4] y ´40. Entre tanto, las artes vivirían lo propio en los años ´40[5] y la música popular chilena, que resurgía desde el campo, lo haría en los ´60[6]. Todas éstas fueron otras formas de expresión de un discurso social y político en construcción, las que han ayudado a no olvidar lo sucedido y la creatividad de lo realizado. Estas manifestaciones son la evidencia del desarrollo de la subjetividad y de la autoafirmación de sí que como sujetos de clase lograron desarrollar los trabajadores chilenos. Sin embargo, la dictadura militar encabezada por Augusto Pinochet trató con mil formas borrar lo construido y hasta cierto punto lo logró. Primero con la violencia física, luego con la quema de libros y supresión de ideas, para finalmente cambiar el sistema político y educativo. La derecha económica, con el oportunismo característico, hizo su asesoría a costa de mejorar su beneficio político y financiero. Mano de obra barata, mal educada, sin mucho pensamiento crítico y con poca movilidad social son sólo algunas de las condiciones negativas que surgirían con el nuevo sistema. En él, también, descubrieron una nueva veta para hacer negocios: la educación.
Hoy, la educación ha crecido a niveles insospechados, donde el mercado regula gran parte de ese crecimiento. El estudiante ya no es una persona en formación, sino el comprador de un servicio. El sobreendeudamiento en la banca privada y la competencia entre las instituciones han colmado la oferta de profesiones. El estado, marginado de su responsabilidad con la educación y convertido en un subsidiario, ha visto sucesiones de crisis económicas en sus propias universidades, dando espacios para el crecimiento desmedido de la oferta privada y lucrativa. El PIB invertido en educación superior en Chile es el 0.32[7], el más bajo de los países de la OCDE. Esto traducido a la realidad, representa alrededor de un 15% del costo total de una carrera en las universidades públicas, el 85% restante es cubierto con capitales propios de las familias, con créditos que pueden ser fiscales según condición socioeconómica o de la banca privada según la renta del aval (Créditos Corfo).
A esto, debemos sumar las limitantes de una democracia tutelada por una institucionalidad presidencialista, cuya única participación política es por medio de los partidos pertenecientes a los conglomerados de derecha y de centro-progresista. La izquierda hasta antes del 2010 representada en el Partido comunista se denominaba extraparlamentaria. Hoy, por un acuerdo contra la exclusión producida por el sistema binominal, el PC tiene tres escaños en el parlamento, por medio de cupos cedidos por los partidos de centro-izquierda de la Concertación.
De este modo, el poder ciudadano se ha visto mermado y superado por una sociedad de consumo, donde la organización social cada día es menor. Los sindicatos son perseguidos, los centros de estudiantes y federaciones están prohibidos en la mayoría de las universidades privadas, y los espacios colectivos están reducidos a fiestas callejeras tipo carnaval, sin ningún desarrollo identitario ni local propio. Sin embargo, los últimos acontecimientos evidencian que la perdida de ideales y el compromiso social es producto de un sistema agotado que está retrocediendo. Hoy los ciudadanos están exigiendo más y la institucionalidad debe buscar soluciones. El descontento social producido por la inequidad del desarrollo está evidenciando un conflicto ocultado. El desarrollo ha producido la siguiente sentencia: en 30 años de capitalismo neoliberal en Chile, los ricos son más y ricos y los pobres son más pobres. 

Sobre el pensamiento

Muchos son los testimonios de intelectuales que hablan del periodo vivido en Chile llamado “El apagón cultural”.[8] Este fenómeno producido por la persecución al pensamiento crítico y a las corrientes intelectuales y artísticas de izquierda, tuvo como máxima expresión la expulsión de sus cátedras a varios cientos de profesores y académicos universitarios. El cierre temporal de carreras y la fragmentación de las universidades del estado culminó el llamado proceso de limpieza del pensamiento marxista de las aulas. La Universidad Técnica del Estado y la Universidad de Chile fueron divididas en universidades regionales. La exoneración y el exilio fueron parte de los efectos, pero la constitución de 1980 permitió la formulación de leyes sin discusión parlamentaria.  Los nuevos decretos dictaminados al año siguiente reinventaron el sistema educativo. Ahora se traspasaba a las familias la responsabilidad de la educación y se convertía al estado en mero subsidiario.
Hoy, el rol de los intelectuales es de simples espectadores. Pocos son los que han desarrollado pensamiento crítico y menos aún los que lo combinan con una práctica social. La mercantilización de la educación ha afectado directamente la calidad investigativa y la generación de nuevos conocimientos y pensamiento crítico. Lo poco rentable que son las áreas humanistas han hecho que retrocedan de su lugar fundamental en las instituciones de educación superior. Ahora, los economistas son quienes determinan los programas curriculares, le llaman: competencias. Atrás han quedado las reflexiones y publicaciones de ensayistas e intelectuales que alimentaban el debate, hoy todo es y debe ser conciliado. La divergencia es considerada conflictiva y esta, a su vez, negativa para la productividad, por lo que es aislada por un sistema que busca la autorrealización.
Este giro epistemológico del hacer educativo en Chile evidencia lo que el capitalismo, los filósofos metafísicos y un gran número de académicos chilenos han negado: la estrecha relación entre política y educación. Las humanidades viven en el paradigma de la incertidumbre, pero no hablamos de esa que alimenta la sospecha y la duda sobre el conocimiento existente, sino el de la supervivencia, ya que el poco o casi nulo financiamiento de proyectos de investigación social y humanista, incluso en las universidades públicas, están afectando el debate académico e intelectual. La organización de congresos y seminarios están en su mayoría coordinados por iniciativas estudiantiles, pero no obedece a una política universitaria. La extensión es casi una simple declaración consignada en los principios de la visión y misión institucional, pero sin recursos para su ejecución. Unos dicen que falta financiamiento del Estado, otros que la empresa privada debe financiar estas iniciativas, sin embargo lo que resulta de esto es una carencia de espacios de intercambio investigativo que surja como parte del quehacer académico.
La apertura hacia las carreras científicas y tecnológicas por parte de la investigación y la academia es importante para el desarrollo del país. Sin embargo, no es el único polo de desarrollo educativo y profesional. Esto ha originado la llamada tecnocracia en la política chilena, donde son los Ingenieros Comerciales e Industriales los que están haciendo política como administradores de una empresa, sin tener una visión global y valórica de lo que significa la sociedad en su conjunto. El resultado ha sido buenas cifras en lo macroeconómico y pésimo desarrollo social. El Chile actual es uno de los países a nivel mundial con los peores índices de distribución de la riqueza. Un alto ejecutivo de una multinacional llega a ganar hasta 100 veces más el sueldo de un empleado de baja calificación en la misma empresa.
Hoy las cátedras universitarias están plagadas de paradigmas económicos y neoliberales, su justificación es que vivimos dentro de este sistema. Sin embargo, el espacio que representa la universidad es mucho más diverso que la reproducción de conocimientos sistémicos, es en su sentido primero el lugar desde donde surgen los nuevos paradigmas. No es la reproducción de pensamiento sino la creación su estímulo constante.
El pensamiento crítico ha retrocedido dentro de las academias de manera substancial, y al alero de la formación de los nuevos profesionales se encuentra lejos de volver a ocupar su sitial. Nuestra visión de la educación no surge desde la reflexión crítica y participativa de la comunidad educativa, sino de la imitación y copia de los modelos europeos y norteamericanos, los que hasta la fecha no han dado buenos resultados. No obstante, el gobierno y la clase política culpa a los profesores, a quienes se les obliga a impartir un currículo que, en el sector público y semi-público de la educación secundaria, ni siquiera pueden modificar, y en el que tampoco tuvieron una opinión cuando fueron formulados. Así, la problemática de la educación chilena y el desarrollo del pensamiento es transversal, cuyo origen es producto de una construcción global del sistema que afecta desde la educación básica a la superior.  
El capital humano avanzado tampoco se encuentra marginado de esta realidad. La formulación de múltiples programas de postgrados están más orientados a la especialización profesional que hacia la estimulación investigativa, lo que en la práctica resulta ser un negocio muy rentable para las universidades y un gran gasto para el profesional. El problema sobre el desarrollo del pensamiento crítico, creativo, reflexivo y divergente radica en la reproducción de la desigualdad que vive el país en lo económico, ámbito que en el neoliberalismo dicta las pautas del desarrollo educativo y que no considera la diferencia ni la crítica. Este sistema es intolerable a los cuestionamientos.

Sobre la sociedad y el desarrollo

Hace una década atrás el sociólogo chileno Tomás Moulian publicó su libro Chile actual. Anatomía de un mito en el que, de manera clara y lúcida, develaba la realidad social chilena. En él, se evidencian los mecanismos por los cuales el consumo se instala, con ayuda de la opresión social y política, como modelo de desarrollo. Y cuestiona el hecho de que el consumo se haya convertido en una práctica social que ha modificado los valores sociales hacia el hedonismo.
Cuantiosos son los análisis sobre este fenómeno social que se inician con la crítica de Moulian, sin embargo dichos estudios son más utilizados por la publicidad y los medios de control que para la formulación de teoría y pensamiento crítico. El argumento es: la necesidad de trabajo por parte de los sociólogos y las imposibilidades que tiene el sistema para este objetivo. Los 20 años de gobierno de la Concertación son la expresión institucional de este discurso.
La sociedad chilena, dentro del contexto latinoamericano y caribeño, es la que tiene una mayor conectividad, el crecimiento macroeconómico ha permitido el desarrollo de los medios de comunicación y transportes. Cada año la actividad productiva industrial es reemplazada por la venta de servicios y el retail en las regiones. El campesinado se ha trasladado a la ciudad, siendo los inmigrantes quienes ocupan sus puestos en los campos en condiciones laborales de aprovechamiento y explotación. Los bajos sueldos por los que se contrata a los inmigrantes de los países vecinos han provocado, en tiempos de crisis, cifras elevadas de cesantía y el ofrecimiento de sueldos miserables.
En Chile el sueldo mínimo es de 172.000 pesos, algo así como unos 340 dólares. Sin embargo, producto de los descuentos legales de salud, previsión y seguro de cesantía estos se reducen en casi un 25%, quedando en 129 mil pesos chilenos. Pero el tema no se detiene ahí, el sistema tributario chileno es de carácter regresivo, por lo que todos debemos pagar en cada compra el 19% de i.v.a., que en la práctica significa un mayor pago para las familias más pobres y menos para las más ricas. Sin siquiera considerar que casi la mayoría de los empresarios compran con el rut tributario de su negocio, lo que hace que sus impuestos sean deducidos y por tanto pagan menos. Esto hace de que desde la práctica tributaria, es decir, que desde la propia institucionalidad estatal está afianzada la desigualdad. Los orígenes de esto fue la dictadura; los gestores, la derecha; y los profundizadores; la concertación.
La sociedad chilena actual sufre los vicios de un sistema que muestra el sueño burgués, el confort posible de conseguir con el endeudamiento produce la aceptación de los malos contratos laborales para pagar las deudas contraídas, a esto sumamos que la nula participación en la toma de decisiones sobre la economía y la política han permitido que en Chile se formen una parte importante de las fortunas más grandes de América Latina, sin ser uno de los países más numerosos. El confort ha sido asociado a una desvinculación de parte de las personas hacia las problemáticas sociales, provocando que los trabajadores solo se preocupen del cumplimiento de sus “contratos”. 
La centralización del país y todo lo que ello trae consigo, son problemáticas que están convirtiendo la capital en un núcleo social que genera altas expectativas de vida, sin lograrlas. La marginalidad y la delincuencia son solo algunas de las consecuencias de una falta de política que incentive la descentralización. Las ciudades están siendo fragmentadas con la creación de pequeños espacios comerciales copados por empresas multinacionales, los que en Chile y gran parte de América los conocemos como Mall. Estas catedrales del consumo, como las llama Moulian, están conformadas por tiendas que segregan a sus compradores por el poder adquisitivo que ellos tienen, generando una discriminación social hasta en estos centros que han venido a reemplazar el rol de espacio de reunión que tenía la plaza pública.
Los medios de comunicación concentrados en las manos minoritarias de las grandes fortunas y la iglesia, muestran una imagen cordial, amena y tranquila de nuestra sociedad, salvo por la delincuencia. Las diferencias políticas son suavizadas o simplemente omitidas. Los escándalos de corrupción no son investigados, y de ser conocidos no están en las páginas policiales, sino en las económicas, como si no fueran un delito.
En síntesis, podemos señalar, que la sociedad chilena ha sido diseñada de modo tal que todas las actividades económicas y productivas afianzan el ideal de libertad. Sin embargo, en la práctica estamos todos sujetos a nuestro poder adquisitivo y de endeudamiento. Así, el neoliberalismo posee una libertad tutelada por el dinero. Es anti-ético. Los ricos son los únicos que tienen la posibilidad de acrecentar su fortuna, mientras el pobres solo puede mantener su sobrevivencia. El desarrollo chileno es la riqueza de una minoría, la misma que hace 37 años se opuso de forma violenta a una reforma social que redistribuyera los ingresos. Lo paradójico es que esos mismo, demagógicamente, han conquistado el gobierno diciendo que esa es su tarea, disminuir la desigualdad. A la fecha solo vemos que ésta aumenta. Pero los jóvenes se cansaron de sufrir la imposibilidad de acceder a los beneficios que la sociedad con su desarrollo dice tener, generando este año 2011 grandes movilizaciones con demandas que traspasan la pura reivindicación por la educación.

A modo de conclusión
“No es igual la libertad del patrono para contratar trabajo, teniendo en sus manos los medios de producción, que la libertad del trabajador para ceder su única mercancía, el trabajo, careciendo del instrumental para trabajar. Igual sucederá con los pueblos que pretenden enarbolar la bandera de autodeterminación. De aquí que naciones poderosas puedan, en nombre del ideal libertario, imponer sus intereses sobre pueblos que carecen de elementos para hacer respetar el derecho de autodeterminación, pues son estas potencias las que deciden el uso de determinadas libertades en pueblos que carecen de tal potencia. Vietnam, Chile y otras naciones han tenido que enfrentarse a la desigualdad que guardan frente a las grandes potencias y la cual imposibilita la anhelada libertad.”[9]
L. Zea
           
Chile en el transcurso de estos 40 años pasó de un proceso social, a una institucionalidad impuesta por medio de las armas. La participación fue relegada al voto. El comercio ha crecido más que la justicia social. La segregación va desde lo político hasta lo educacional. El gran regulador no es el Estado sino la economía. La ley de oferta y demanda es su constitución. El retroceso de las humanidades ha significado un aumento de la tecnificación profesional con una formación centrada en la práctica y la poca reflexión. La integración social, el trato respetuoso y tolerante hacia la diferencia son condiciones personales y no aportadas por una formación profesional integral. El pensamiento crítico ha sido relegado al ámbito lógico y retórico más que para el uso del análisis y la resolución de problemas.
La educación hoy es un negocio, y es tan lucrativo que la mayoría de los políticos tienen inversiones en esta área. El 2006 una gran movilización de los estudiantes secundarios pedía la derogación de una de las leyes heredadas de la dictadura y que sentaba las bases del sistema. La concertación pactó con la derecha una nueva ley. Se pasó de la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (L.O.C.E) a la Ley General de Educación (L.G.E), nada cambió. Se pretendía mejorar la calidad incorporando más competencia en lo profesional. En la actualidad cualquier profesional puede hacer clases en un colegio. La carrera docente ha sido ofendida por la clase política, tal como los mineros a principios del siglo XX eran denigrados por los ingleses dueños de las salitreras. Ellos ven a los profesores como su clase trabajadora y como en toda empresa la generación de mano de obra y la subvaloración de la misma hacen que su costo se reduzca. El efecto; más lucro para el dueño del colegio y el accionista de la universidad, menor ingreso para el trabajador.
            En la sociedad chilena se cree que un profesor estudió esa carrera porque no le alcanzó el puntaje para otra. Los sueldos son en promedio la mitad de lo que ganan otros profesionales de igual preparación. Los dividendos económicos son tan grandes que los sostenedores agrandan cada cinco años los establecimientos. El resultado: la economía ve en la educación un área más de la productividad y no del desarrollo social. Más producción no significa mayor desarrollo.
            La materialidad no es una consecuencia de una distribución equitativa, sino de la apertura comercial producida por los Tratados de Libre Comercio (T.L.C.). Esto ha originado una amplia oferta de productos, cuya economía se fortalece por la venta de servicios. Es intangible. Dependemos de la situación del cobre y él del crecimiento de China e India, de la importación de productos agrícolas y el comercio. La industria nacional casi no existe. En Chile se puede encontrar de todo, pero casi todo es chino, el resto de los productos es de los demás países de Asia.
            Con entusiasmo hemos manifestado demandas que van en el sentido contrario, pero desde los gobiernos nada ha sido recogido. La realidad actual está sufriendo el agotamiento de una sociedad silenciada por la voz autoritaria de una institucionalidad política que se parapeta en la legalidad. Todo está controlado por una Constitución que pareciera ser intocable. El sistema binominal, la educación como bien de consumo, la imposibilidad de los organismos públicos para hacer industrias con sentido público. Estos son algunas de los controles que se heredaron de la dictadura. Los partidos se han acomodado a su ejecución, en ellos pareciera que la discusión está agotada a la utilidad de la administración y no hacia la participación y representación social.
            Estos son tiempos de conflicto, la derecha no tiene capacidad de diálogo y entendimiento con la ciudadanía. No entiende que para gobernar debe hacerlo con la gente y no imponiendo su postura sobre ella. Su elección, surgida del descontento con la concertación, evidenciaba la señal de que las personas no se sienten representadas por la institucionalidad política. Los actores sociales ya no se agrupan en los partidos tradicionales, sino en la red social: el internet. Vivimos tiempos de lucha, hemos de esperar que la justicia de las demandas se imponga a los maltratos de la represión y la intransigencia de un sistema agotado. En 1989 cayó el socialismo como lo habían desarrollado los soviéticos. Hoy estamos viendo como comienza a derrumbarse el neoliberalismo.  








[1] Estos antecedentes los he querido sumar a los dichos en el Congreso en Bahía Blanca, porque estas movilizaciones masivas son un acontecimiento histórico para los últimos 20 años, donde las movilizaciones masivas de estudiantes y trabajadores están poniendo en jaque las decisiones del gobierno de Sebastián Piñera (Renovación Nacional), provocando incluso cambios de gabinete, además de tener que discutir las problemáticas planteadas con el propio movimiento social.
[2] Sobre este concepto es importante señalar lo siguiente: en una carta de Marx a Weydemeyer fechada el 5 de marzo de 1852, explica que el concepto de lucha de clases no le pertenece, sino que lo tomó de los historiadores burgueses. Marx lo dice así: “en lo que a mí respecta, no ostento el título de descubridor de la existencia de las clases en la sociedad moderna, y tampoco siquiera de la lucha entre ellas. Mucho antes que yo, los historiadores burgueses habían descrito el desarrollo histórico de esta lucha de clases, y los economistas burgueses habían descrito el desarrollo histórico de esta lucha de clases. Lo que yo hice de nuevo fue demostrar: 1) que la existencia de las clases está vinculada únicamente a fases particulares, históricas del desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce necesariamente a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura sólo constituye la transición a la abolición de todas las clases y a una sociedad sin clases. Marx, C. y Federico Engels Correspondencia 1947  Ed. Problemas Buenos Aires p.73
[3] En el año 1920 la FECH (Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile) es ganada por sectores anarquistas y socialistas. Produciendo el primer acercamiento entre el mundo estudiantil y sindical. Para mayor profundización ver: Revista Claridad 1920-1926 Órgano oficial de la FECH en http://www.claridad.uchile.cl/ y a Góngora, Mario Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX Santiago 1986 Ed. Universitaria.
[4] Las generaciones del ´27, ´38 y ´40, corresponden al método histórico de la literatura desarrollado por Cedomil Goic. Éstas representan las más comprometidas con los movimientos sociales. Su narrativa de carácter realista e influencia rusa será matizada por la realidad social chilena, dando pie al surgimiento de una narrativa social proletaria en pleno auge de las vanguardias estéticas. Su literatura de fuerte sentido pedagógico será publicada principalmente en la prensa obrera y sus autores más relevantes engrosaran las filas del movimiento social anarquista y comunista.
[5] Un importante lugar ocupará el grabado, el que tuvo un desarrollo significativo en estos años. Sus principales exponentes serán Matta, Carlos Hermosilla y Sergio Rojas.
[6] La figura primordial para este resurgir del folclor chileno será Violeta Parra, quien dará un impulso a la música popular chilena en la llamada Peña de los Parra. Autores como Victor Jara y Patricio Manns formarán la parte fundamental de la Nueva canción chilena. Para un conocimiento más acabado ver: Revista Araucaria de Chile N°2 en http://www.memoriachilena.cl//temas/index.asp?id_ut=revistaaraucariadechile(1978-1989) y a Manns, Patricio Violeta Parra Barcelona 1978 Ediciones Júcar.
[8] Para una mayor profundidad ver Revista La Araucana de Chile N°1 en http://www.memoriachilena.cl//temas/index.asp?id_ut=revistaaraucariadechile(1978-1989) Este órgano reunía a gran parte de los intelectuales chilenos y latinoamericanos exiliados. En ella es posible observar las corrientes de pensamiento crítico y artístico que sufrieron la persecución de las dictaduras, aunque enfocada principalmente en la situación chilena.
[9] Zea, Leopoldo Filosofía de la historia de América Méjico, Editorial Fondo de Cultura Económica 1987, p.40