miércoles, 21 de septiembre de 2016

Manuel Rojas: entre literatura y política


Del Libro: Narradores y Anarquistas.
Tuve una juventud difícil; fui aprendiz de esto
y estotro; estuve preso varias veces
(me acusaron en cierta ocasión de haberle echado
ácido a unas puertas); leí muchos libros anarquistas.
Siempre he sido un tipo disconforme.
M. Rojas

            La vida de Manuel Rojas posee una marca indiscutida en su literatura. La experiencia retratada con la mirada subjetiva del sufriente se traspasa al lector, mediante el diálogo, la anécdota o la reflexión de las acciones. Hijo de padres chilenos y nacido en Buenos Aires el 8 de enero de 1896, llegará a Santiago a la edad de cuatro años. La pobreza lo acompañó durante toda su niñez y no lo abandonará hasta muy pasada la adolescencia, cuando el camino recorrido fue el suficiente para que se dedicase casi en exclusividad a la literatura. No obstante, debió  sortear los más variados oficios en las distintas ciudades de Chile y Argentina que transitó, muchas veces como esos aventureros de los libros de Emilio Salgari que leyó en su adolescencia. Todo esto fue puesto y articulado en la escena de sus textos. “Mis novelas son todas realistas. En tres de ellas – Hijo de ladrón, Sombras contra el muro y Mejor que el vino- narro mis experiencias humanas.”[1] Dirá un maduro autor en 1966.
            “El poeta José Domingo Gómez Rojas le instó a escribir. Y Manuel lápiz en mano, permanecía horas dando forma al primer verso. Agotada la posibilidad de mejorarlo, en otra hoja lo reproducía y comenzaba el segundo. Mientras había fumado por cuatro.”[2] Esta descripción que hizo su amigo José Santos González Vera y publicado al final de las Obras Completas (1961) de Rojas nos revela detalles importantes de la vida de nuestro escritor: La estrecha relación y, por tanto, conocimiento de parte de González Vera sobre Rojas; La importancia que tiene en la vida de ambos el joven poeta mártir de las revueltas estudiantiles de 1920, pues ambos reconocen en el chumingo sus inicios literarios; La poca capacidad para la poesía, pues a pesar de que el grupo Los Diez (1918) publicó un soneto de Rojas titulado Gusano en una antología, este abandonaría el oficio de vate[3]; Y, por último, la tenacidad en la escritura que tenía el narrador del cuento El delincuente.
De las enseñanzas y consejos del joven poeta santiaguino, el escritor ácrata dirá años más tarde: “Gómez Rojas tenía la manía o la virtud de aconsejar a sus amigos que se dedicaran a trabajos de orden artístico, tuvieran o no tuvieran disposiciones para ello o deseos de hacerlo. Poco después, al publicar su primer libro, Rebeldías Líricas, me dedicó uno de sus poemas, tratándome de “bohemio argentino”.
Estimulado por él empecé a escribir poesías y produje las peores que se hayan escrito en el hemisferio sur.”[4]
            Sus primeros pasos literarios se verán acompañado de los primeros artículos periodísticos e ideológicos que comienza a publicar en la prensa anarquista en Argentina y en Chile, en La Protesta y La Batalla, respectivamente.[5] Sin embargo, sobre sus textos y trabajo político es poca la información existente. Salvo las relaciones que se pueden establecer a partir de los Centros Sociales y Culturales ácratas que describe en sus textos, las narraciones de sus compañeros y lo señalado en alguna entrevista, pues es casi nula la historiografía disponible al respecto. Mientras que sobre su obra literaria encontramos textos críticos desde Ángel Rama a jóvenes estudiantes, quienes en tesis de pre y post grado analizan los relatos sobre el mayor exponente literario de las filas ácratas chilenas. No obstante, en muchos de estos trabajos su militancia política parece ser solo considerado como un ornamento en sus escritos y no como la articuladora de su literatura. El mayor trabajo sobre su anarquismo literario es el texto de Darío Cortés La narrativa anarquista de Manuel Rojas (1986), donde el autor ejecuta a partir de la propia visión del anarquismo que deduce de Rojas un análisis sobre sus cuentos y novelas. Uno de los pocos ejemplares disponibles en Chile se encuentra en la Biblioteca Nacional, pues el texto no se ha editado en el país. Ahí señala: “En resumen, la filosofía anarquista de Manuel Rojas está basada en un concepto de “cuestión social”, en la que se incorpora una connotación histórica definida. Rojas escoge para sus escritos temas preferidos por los autores anarquistas (la delincuencia, el hambre, la libertad, la desigualdad social, los atropellos policiales, la dignidad del individuo, la corrupción del sistema, etc.), para subrayar el hondo contraste entre la clase dirigente y los marginados o “miserables” de la sociedad. Entre otros ideales que tiene un impacto directo en su narrativa, se pueden mencionar: los motivos de la libertad y de respeto humano que derivan del socialismo de Bakunin; la temática de los bajos fondos de Gorki; la presentación de la miseria como promotora de crímenes y vicios proveniente del pensamiento de Jean Grave; los temas de solidaridad y camaradería tal como aparecen en Malatesta y Bakunin; o la de cuestionar a la autoridad que le impide el desarrollo de la libertad, motivos recurrentes en la literatura de Kropotkin”[6].
            Esta síntesis general del ideario ácrata rojiano no solo es certera, sino que entra a dialogar con la propia concepción que desarrolla Manuel Rojas sobre la literatura y la política, pues el mismo Rojas en más de una ocasión señalará que el político y el escritor, “si son verdaderamente escritor el uno y político el otro, son incompatibles”.[7] Esta apreciación señalada en el ensayo Lance sobre el escritor y la política publicado en el libro De la poesía a la revolución en 1938 viene a tratar uno de los temas que más complejos le parecen: la adscripción política partidista de un escritor, donde tal vez el caso más paradigmático que tenga presente es el de Máximo Gorki y su nombramiento como presidente de la Unión de Escritores Soviéticos en 1934 hasta su muerte en 1936 y/o el caso de la militancia de Pablo Neruda en el Partido Comunista de Chile. Señalamos el sentido de un diálogo entre la idea formulada del anarquismo literario en Rojas y sus propias ideas sobre la relación entre literatura y política, puesto que se advierte un cierto distanciamiento al no tratar de atribuirle a la literatura una acción propiamente política o al menos de manera directa, aunque no duda en hacer explícitas en sus propios textos las actividades políticas que desarrollaba. Esto nos permite ver una coincidencia e influencia entre él y González Vera, este último de activa militancia y fácil de rastrear, ya que como indica Enrique Espinoza, pues incluso “fue comisionado por la Agrupación Anarquista de Santiago para reunir antecedentes acerca del movimiento libertario en el país”[8], entre otras actividades militantes que desarrolló, ya que ambos no solo pertenecen sino que describen una misma realidad social y política.
            De este modo, tenemos al menos cuatro elementos relevantes que se pueden reconocer en el trabajo literario de Manuel Rojas y su estética anarquista: 1) El rescate de la vida cotidiana y de defensa de los desvalidos, pues siempre hay una justificación sobre la acción del delincuente; 2) Expresa un sentido ético-político en las acciones de sus personajes; 3) Desarrolla una construcción simbólica en el texto de fuerte raigambre popular, llevándolo incluso a innovar en la estructura de sus narraciones; y 4) El relato constante de su autobiografía política, pues en la tetralogía de Hijo de Ladrón vemos muchas de sus acciones como libertario. Estos elementos que él va a ir desarrollando en su narrativa constituyen, a nuestro entender, la base de su literatura y el carácter estético de la misma.


Una disputa estético-política de formación

            Manuel Rojas se hizo redactor del periódico La Batalla (1912-1916) a muy corta edad. Sus contribuciones no tardaron en generar polémica, donde una de ellas sería recordada siempre por el escritor ácrata:
           
“En Chile, una división de los grupos obreros de tendencia extremista me enfrentó con las letras de molde: el grupo a que pertenecía decidió sacar un periódico en el que figuré como redactor. Al mismo tiempo, un diario anarquista de Buenos Aires, La Protesta, me nombró su corresponsal. No recuerdo qué correspondencia envié, pero sí recuerdo que tuve la mala ocurrencia de escribir y de publicar en mi periódico, La Batalla, que dirigía el carpintero catalán Moisés Pascual, un artículo que titulé Qué es el arte, que me valió la más encarnizada y larga de las discusiones que haya debido sostener en mi vida. En ese malhadado artículo, yo, militante anarquista, cometí la herejía de propugnar la teoría del arte por el arte. Un anarquista español, Teófilo Dúctil Pastor y Amado, conocido con el sobrenombre de Fiolín, deformación de Filín, diminutivo familiar español de Teófilo, pintor de carruajes, periodista y escritor después, me persiguió durante meses para discutir las ideas que expresaba en aquel engendro. Jamás me he arrepentido de haber escrito algo, excepto esa vez, en que el anarquista asturiano me dejó reducido a escombros.”[9]

         Este texto publicado en 1960 en el libro de crítica literaria El árbol siempre verde corresponde al artículo Algo sobre mi experiencia literaria. Escrito autobiográfico en el que nuestro autor recuerda una comentada discusión formativa sobre la concepción anarquista del arte. La recopilación de artículos, incluido el de Teófilo Dúctil, la organizó recientemente el presidente de la Fundación Manuel Rojas, Jorge Guerra en el libro Un joven en La Batalla (2012). Ahí se puede apreciar la primera parte del texto de Rojas, pues la segunda se encuentra perdida.[10] La idea de arte que trajo problemas a Rojas  se aprecia en esta síntesis personal: “Creo que tan solo en el Arte libre, porque ante todo el Arte debe ser bello, y en eso creo con Taine que Arte debe reconcentrar la belleza que desparrama la Naturaleza, y para ser bello, antes que todo, debe ser libre, porque lo que carece de libertad carece de belleza ideal.”[11] Evidentemente Rojas tenía un problema conceptual entre la libertad y la belleza propugnado por las corrientes idealistas europeas y la libertad social y política del pensamiento anarquista. Dúctil le dirá que su intención no es atacar el artículo “sino protestar por el concepto del arte que tiene el autor.”[12] Para más adelante señalar: “Bueno, ¿qué es el arte? No sé qué decir. Pero el autor dice que el verdadero arte es místico.” Y remata diciendo:

“No encontraremos en los lagos ninfas ni sátiros, pero en el exótico átomo que circula, ya en la cima de una montaña, ya en la honda cima de un abismo, hay la historia más bella que concebirse pueda.
En la gota límpida de una castada cuyo cuerpo se refleja el iris también hay belleza; ora toma parte en potentes fuerzas hidráulicas, ora inofensivamente se posa en el borde de una hoja y más tarde cae hecha vapor sobre las inaccesibles montañas. Las artes de Doré, Dante, Poé quedarán como bellas fantasías hijas de las religiones.
Moleschott, Reclus y Büchner hicieron el arte nuevo, experimentaron la belleza, la hicieron real. Mientras que el arte espiritual tiene sus últimos profetas en los que atávica atraen en sí, los residuos místicos.[13]

            No obstante, esta disputa formativa entre Rojas y Filín, como retrata al ácrata español en Sombras contra el muro, está inserta en un momento importante del anarquismo hispanoamericano, pues esto sucede en el periodo en que comienzan a marcarse las diferencias intra-ideológicas entre los distintos grupos. El resurgimiento del anarquismo en los años siguientes de la conmemoración del Centenario en Chile generará una disputa respetuosa pero no por ello menos sectarista entre los grupos, llevando sus diferencias del salón asambleísta a la prensa. “En tal contexto la polémica interna que sostienen los anarquistas, se agudiza produciéndose alineamientos que dan origen a una gran variedad de tendencias, las que se diferencian por matices y énfasis que ponen ya sea en la defensa de las formas tradicionales o en la necesidad de centralizar la organización y conducción del movimiento anarquista.”[14] Rojas deja en evidencia esta ruptura y su posición cuando señalaba que, “el grupo al que pertenecía decidió sacar un periódico en el que figuré como redactor.”[15] La Batalla era el órgano del grupo compuesto por el catalán y director del órgano de prensa Moisés Pascual Prat, Manuel Rojas (Tremalk Naik, Manuel F. Rojas y MR), José Santos González Vera, José Domingo Gómez Rojas y un alto número de ácratas extranjeros, entre los que se cuentan a: Inocencio Pellegrini, José L. Pica, José Clota, entre otros.[16]
            Este resurgimiento de los movimientos anarquistas, luego del retroceso social que tienen posterior a la matanza en la  Escuela Santa María de Iquique, se verá fuertemente respaldado por el órgano del que Manuel Rojas formaba parte, pues “[d]urante 1913 el nuevo flujo del movimiento obrero que venía anunciándose desde el año anterior, volvió a infundir optimismo en las filas anarquistas. Desde Santiago el periódico La Batalla estimulaba la resurrección de la corriente libertaria en Valparaíso.”[17] Este hecho resulta importante para la historia social y sindical, pues será al alero de los órganos difusores anarquistas que se levantarán nuevamente organizaciones sindicales con una fuerte presencia ácrata, llegando incluso a conformar una Federación Obrera Regional de Chile con sede en Valparaíso,[18]  donde el grupo que compone La Batalla jugó un rol no solo desde lo escrito, sino también dentro de la protesta social.
            La arenga social es radical en el órgano libertario, pues al momento del encarcelamiento de Efraín Plaza Olmedo[19] en 1912 La Batalla hizo un llamado a que el pueblo tomara las armas, y donde el propio Manuel Rojas hará una defensa de la acción directa realizada por el malogrado ácrata.

“Cayó. Pero su caída equivalió a su triunfo. Gritó en contra de las injusticias sociales y su grito repercutió en los horizontes oscuros de los desiertos áridos del salitre. Su estremado amor por los de abajo prevaleció y su odio por los de arriba esplotó rabioso por la negra boca del revolver. Fue un vengador, y la venganza más que venganza es equidad.”[20]

            Con todo, vemos que Rojas se desarrollará en un ambiente de marginación, de dificultades, de defensa de sus ideales, pero sobre todo de lucha social, donde aprendiendo entre viejos anarquistas y jóvenes poetas se armará de las ideas que disparará en su escritura.


La literatura como una estética de la subjetividad

“Muchas veces he pensado que los escritores de por acá (me refiero a toda Hispanoamérica) hemos pasado de la simple narración oral a la narración escrita, sin transición, sin sufrir el proceso de la individualización, es decir, sin dar a la obra literaria el sello de una íntima personalidad, sin poner en ella lo que en nosotros puede haber de verdaderamente creador en el sentido literario. Miles de cuentos, cientos de novelas se fabrican ente nosotros, así, como para los amigos, y aparecen escritas en tal forma que quitándoles las tres o cuatro descripciones del paisaje que tienen, descripciones que se ponen para dar a la narración un carácter literario (?), quitándole eso, digo, se podría contar de viva voz y sin echar de menos al autor. Falta el autor, podría decirse, falta el artista, ya que lo que se puede contar oralmente no tiene autor ni creador. No hay ahí, en esas obras, un esfuerzo del pensamiento por crear algo que represente, de manera objetiva, lo subjetivo del creador; no hay deseo o el ímpetu de volcar en la obra literaria lo que en nosotros no es solamente y exteriormente literario, es decir, lo que no solo se refiere a la simple forma escrita: el deseo de permanencia a través del tiempo, la voluntad de dar a la obra literaria nuestra plasticidad interna, si es que tenemos alguna.”[21]
           
            La concepción del autor en la literatura ha sido desplazada en los estudios literarios desde el desarrollo de la estética de la recepción. No obstante, la figura del autor sigue siendo relevante en las letras por la representatividad que posee su voz en el imaginario social. La voz ácrata de Rojas es en este sentido innegable, no solo en el contenido de sus textos, sino también en las formas de concebir la articulación narrativa, que en la tetralogía de Hijo de ladrón posee una completa desestructuración cronológica.
            Pero esta incorporación de la mirada del autor al texto no es casual, pues forma parte de un ideario político, es la participación del autor como el articulador de la experiencia del sujeto, en este caso, del sujeto libertario. De ahí que no sea equivocado indicar que el concepto de arte, en el joven Manuel Rojas, haya sido producto de un desconocimiento y una mala asociación entre formas de pensamiento, la que luego de la discusión con Dúctil se ve desechada y enrolada en la vertiente del arte revolucionario, aún cuando Rojas no propugne nuevamente un decálogo o manifiesto en que explique ¿qué es el arte? Sin embargo, si hará análisis desde su experiencia literaria sobre el escritor y su relación con la política, al menos la política institucional, como también de una concepción general de la literatura nacional en sus libros Los costumbristas chilenos (1957) e Historia breve de la literatura chilena (1965). No obstante, en un texto breve ubicado casi al final del libro De la poesía a la revolución (1938), Rojas tiene un artículo titulado La creación en el trabajo donde señalará “La creación no es una cualidad circunscrita a determinados hombres. Todo ser humano la contiene en sí en más o menos cantidad. Puede haber, y la hay sin duda alguna calidad y categoría en la creación; pero no es esto lo que nos interesa. Lo que no interesa es la creación en sí, la capacidad y el deseo que todo ser humano tiene en ese sentido.”[22] Declaración explícita del ideario estético ácrata, donde todos somos artistas, pero además representa dos condiciones una, y en esto coincidimos plenamente con Grinor Rojo[23], es la de que posee una perspectiva completamente antialienada de la creación artística, y la otra es la relatividad subjetiva que atribuye a cada cual en la creación artística con base en un principio libertario.
            Pero esta estética de Rojas que no solo se emparenta con el ideario estético anarquista, sino también lo hace poseedor de un carácter personal en que revela la lucha por dar forma a la creación, la cual está vista en la perspectiva creativa del trabajo obrero, viene a conformar en el texto una estética de la subjetividad donde el elemento central es el autobiográfico. Los personajes, de hecho, son una rica fuente de información histórica de los primeros anarquistas chilenos y sus vínculos con ácratas venidos al país, su actos, reuniones y protestas, donde el diálogo y la reflexión de su alter ego Aniceto Hevia conforman un todo compacto.
            La obra rojiana es irreductible a cánones puramente literarios, pues ni criollista, ni naturalista, ni floklorista, ni perteneciente a la generación del ´38, ni tampoco parte de la novela de aprendizaje o bildungsroman, pues sus textos son todo eso y más, algo más.  La subjetividad como elemento diferenciador y marcado, al igual que en González Vera, proporcionan una óptica de la realidad filtrada por su ideología, ideas que son acción y expresión de una condición social. De ahí que, más que situar el anarquismo rojiano, como lo denomina Cortés, en el periodo histórico de la llamada “cuestión social” de los años veinte del siglo pasado, su obra y el componente anárquico en ella misma es producto de su concepción política, donde sin decirlo abiertamente la literatura era otro flanco de lucha, incluso contra los otros escritores. Al respecto dirá:

“De todo esto saco en consecuencia que el escritor no es un hombre de poder y que no puede ni debe participar en él. Más aun: casi sería preferible que no formara en las filas de ningún partido político. No le es necesario, como escritor. Hay una línea moral eterna que con ligeras oscilaciones viene, en la civilización occidental, desde Jesucristo hasta nosotros, pasando por el campo magnético de innumerables cabezas pensativas y dolorosas. Esa línea debe defender el escritor. El la conoce y la siente. Hay ciertos valores, ciertos principios, ciertos sentimientos, que no tienen dentro del Estado, en la actualidad, defensores libres, es decir, desinteresados. Esos valores, esos principios, esos sentimientos, están contemplados en la mayor parte de los programas políticos; pero, también en la mayor parte, son solo teoría, el reclamo, en una palabra, lo que se llama la plataforma. Esa plataforma, una vez el grupo en el poder, muertos o pervertidos los líderes que crearon el partido, es olvidada casi por completo y en muchas ocasiones negada virtualmente y en el hecho. El escritor no debe olvidarla, y dentro o fuera en contra de sus simpatías políticas, aun en contra de su propio partido.”[24]

            El reclamo de Rojas contra los escritores militantes y la defensa de unos valores universales que debe defender el escritor, como guardián de las ideas más nobles contra cualquier perversión del poder que representa el Estado. Su prédica es notoriamente anarquista, con la desconfianza sobre el Estado, anti-autoritaria, anti-partidista y por sobre todo contra la utilización político partidista de la intelectualidad y de los artistas.
            Visto así la estética de la subjetividad está implícita en toda la obra del escritor ácrata, la que creemos no se ha logrado aún dimensionar en plenitud, pues sus textos no son solo una expresión literaria, son también un documento contra-histórico por la revelación de hechos que la historia oficial no cuenta, sino más bien calla y silencia.


La acción libertaria y la literatura

            La acción directa libertaria ha sido desde comienzos del siglo XX un debate ideológico en el anarquismo y también en la sociedad. Sabemos por el propio Manuel Rojas que su grupo la respaldaba, incluso el mismo llamó a Efraín Plaza Olmedo como el “justiciero”. Asimismo, como él confesaba: “estuve preso varias veces”[25], porque la acción libertaria se producía como ruptura al orden establecido, el orden de la subyugación.
            Cuentos y novelas revelan el carácter de un autor que está siempre al pendiente de lo que sucede alrededor, pero que es partícipe de los hechos. Hasta ahora no hay registros historiográficos directos que corroboren la participación de Rojas en diversas acciones libertarias de Santiago y Valparaíso, principalmente, pero si hay elementos suficientes que permiten deducirla, sin precisar la acción concreta, salvo por la realización de un cotejo entre sus relatos y los hechos recogidos por la historiografía, puesto que dos nombres de organizaciones a las que perteneció Rojas, y también su compañero González Vera, cuyo número de integrantes no era alto como para poder restarse de la organización y participación de las convocatorias, están siempre presentes: El Centro de Estudios Sociales “Francisco Ferrer y La Batalla.
            Este momento “juvenil” o si, también, se quiere de formación[26] del ideario ácrata de Rojas marcará su actividad literaria, pues la participación de nuestro autor en diversas iniciativas culturales y políticas como en la revista Claridad en los años ´20 y luego en Babel en los ´30, por nombrar las que más trascendieron, vienen a ser la culminación de su aprendizaje más teórico, donde la figura del ácrata español Teófilo Dúctil jugó un rol importante, así como también la de José Domingo Gómez Rojas. Sus artículos de prensa y su libro de ensayos De la poesía a la revolución son una muestra de ello, así como sus premiados cuentos.
            La mirada que fija sobre la literatura es un mirar político, en tanto que, por ejemplo en el caso del libro De la poesía a la revolución, reclama la defensa de un valor humano y moral que el capitalismo industrial ha corrompido. La marginalidad retratada en su literatura da muestra de ello, donde el delincuente es visto como un sufriente, un desvalido. Esta idea está presente a lo largo de toda la producción literaria anarquista hispanoamericana del siglo XX, no solo en sus primeros años, encontrándose registros al respecto en España y Argentina, pero además como uno de los principales elementos estéticos ácratas en la literatura. El principal mérito de Rojas a nuestro entender radica en el establecimiento indiscutible de una estética anarquista, pues ahí logró sintetizar sus ideales en una expresión simbólica que sobrepasa la formalidad del lenguaje, pues en él crea y recrea la sociedad, las emociones y los propios ideales que posee sobre ella. En una descripción auto-inferida sobre el ideario libertario dirá:

“Aniceto tiene del anarquismo un idea casi poética: es un ideal, algo que uno quisiera que sucediese o existiera, un mundo en que todo fuese de todos, en que no existiese propiedad privada de la tierra ni de los bienes; por eso lo primero que hay que hacer cuando llegue la revolución es quemar el Registro de Bienes Raíces; en que el amor sea libre, no limitado por leyes; sin policía, porque no será necesaria; sin ejército, porque no habrá guerras; sin iglesias, porque el amor entre los seres humanos habrá ya efectivamente nacido y todos seremos unos. Algo más también, pero esto es lo esencial. Sobre cómo realizar eso no tiene la menos idea ni se preocupa de ello; ha oído hablar de la huelga general, la gran huelga general revolucionaria y hay que organizar sindicatos y crear escuelas que impartan una enseñanza científica y moral, en forma tal que el bien y el amor resulten ser el fin de toda aspiración humana; hay algo de griego y algo de romántico en todo eso, también algo de cristiano, de amor al prójimo, pero sin cielo, en la tierra; hay  un poderoso mundo real que está en contra, además se necesita mucho dinero, hay que publicar periódicos, manifiestos, dar conferencias, recorrer el país, agitar ¿y de dónde sacar la plata?, los trabajadores no pueden dar tanto y entonces algunos se han preguntado ¿por qué no robar?, el burgués, el industrial, el comerciante, roban al pueblo, robémosles, es cierto lo hacen de modo legal, han legalizado su robo y explotación y si uno se lanza a robar y a expropiar lo meterán a la cárcel y hasta lo matarán, pero es c[27]uestión de  decidirse, ¿le gusta?, échele para delante, ¿no le gusta?, quédese en la casa y haga lo que pueda.”



[1] Collage de entrevistas realizadas a Manuel Rojas, reunidas en Nómez, N. y Tornés, E. (2005). Manuel Rojas. Estudios Críticos. Editorial Usach: Santiago p. 38. Es necesario hacer notar que la cuarta obra, La oscura vida radiante, que compone la tetralogía rojiana no había sido publicada aún.
[2] González Vera, J.S. (1961). Manuel Rojas. En Rojas, M. (1961). Obra Completas. Zig-Zag: Santiago p. 888. Es importante señalar que este texto se encuentra disponible en González Vera, J.S. (1967). Algunos. Editorial Nascimento: Santiago y también en Nómez, N. y Tornés, E. (2005). Manuel Rojas. Estudios Críticos. Editorial Usach: Santiago.
[3] Si bien Manuel Rojas publicó libros de poesías estos fueron breves llegando incluso a contener un solo poema en uno.
[4] Nómez, N. y Tornés, E. Op. Cit. p.49  
[5] Un buen trabajo de recopilación de los textos publicados en la prensa ácrata, tanto de Manuel Rojas como de González Vera, se encuentra en: Soria, C. (comp.)(2005). Letras anarquistas. Editorial Planeta: Santiago.
[6] Cortés, D. (1986). La narrativa anarquista de Manuel Rojas. Editorial Pliegos: Barcelona p.35
[7] Rojas, M. Páginas Escogidas. Editorial Universitaria: Santiago p. 291
[8] Espinoza, E. (1982). José Santos González Vera. Clásico del humor. Editorial Andrés Bello: Santiago p. 92
[9] Rojas, M. (1997). Páginas escogidas. Editorial Universitaria: Santiago p. 47
[10] Según lo señalado por el propio Guerra en el texto.
[11] Rojas, M. (1913). Algo sobre arte. En Guerra, J. (2012). Un joven en La Batalla. Lom: Santiago p. 29
[12] Guerra, J. Op. Cit. p. 57
[13] Ibid. p. 58. Esta cita puede ser contrastada con lo que relata sobre el ácrata español, el propio Rojas en Sombras contra el muro (1973), ahí indicando que Filín solo quería leer y escribir algún día, dice que el ácrata podía pasar con “las narices metidas entre las páginas de Moleschott o de Reclus.” p. 49
[14] Vivanco, A. Y Miguez, E. (1987). El anarquismo y el origen del movimiento obrero en Chile 1881-1916. Valparaíso. [En línea] Disponible en http://www.archivochile.com/tesis/01_ths/01ths0001.pdf.
[15] Ibid. p. 29
[16] Cfr. Guerra, J. Op. Cit.
[17] Grez, S. (2007). Los anarquistas y el movimiento obrero. La alborada de “la idea” en Chile 1893-1915. Lom: Santiago p. 251
[18] Para una mayor profundización del tema ver Grez, S. Op. Cit.
[19] “Al atardecer del sábado 13 de julio de 1912, en pleno centro de la capital, en la intersección de las calles Huérfanos con Ahumada, por donde paseaban “muchos centenares de familias y jóvenes de la aristocracia santiaguina”, el obrero anarcoindividualista Efraín Plaza Olmedo abrió fuego al azar matando a dos jóvenes.” Grez, S. Op. Cit. p. 244
[20] Guerra, J. Op. Cit. p. 17
[21] Rojas, M. (1997). Páginas Escogidas. Editorial Universitaria: Santiago p.282
[22] Rojas, M. (1938). De la poesía a la revolución. Editorial Ercilla: Santiago p. 157
[23] Rojo, G. (2009). La ContraBildungsroman de Manuel Rojas. [En Línea] Disponible en http://www.manuelrojas.cl/wp-content/uploads/Sobreobra/PublicacionesPDF/Grinor-Rojo-Manuel-Rojas-La-Contra-Bildungsroman-De.pdf Este es además un excelente trabajo de análisis de las obras de Rojas y sus personajes marginales, permitiéndonos aseverar que bien puede tenerse como una fuente complementaria a este trabajo, sin estar nosotros basándonos en lo hecho por Rojo en su texto.
[24] Rojas, M. (1938). De la poesía a la revolución. Editorial Ercilla: Santiago p. 170
[25] Nómez, N. y Tornés, E. (2005). Manuel Rojas. Estudios Críticos. Editorial Usach: Santiago p. 43

[26] Darío Cortés señala que en este periodo (1922-1930) es la etapa de producción de sus cuentos, lo cual consideramos efectivo y que coincide además con otras consideraciones de fechas al respecto, pues también se dirá: “El primer periodo literario de Rojas como prosista, en el cual debe incluirse Hombres del Sur (1926), El delincuente (1929), Lanchas en la Bahía (1932), Travesía (1934) y El bonete maulino (1943).” Alegría, F. (1962). Las fronteras del realismo. Literatura chilena del siglo XX. Zig-Zag: Santiago p. 86
[27] Rojas, M. (1973). Sombras contra el muro. Editorial Quimantú: Santiago pp. 171-172