miércoles, 14 de enero de 2015

El anticolonialismo en el Pensamiento Periférico: Ho Chi Minh y Frantz Fanon. Dos expresiones del liberacionismo marxista

(Este texto es un trabajo previo y no acabado acerca del Pensamiento periférico anticolonial de Ho Chi Minh y Frantz Fanon)

Introducción

Las bocas se abrieron solas; las voces, amarillas y negras, seguían hablando de nuestro humanismo, pero fue para reprocharnos nuestra inhumanidad.
Jean-Paul Sartre

Hoy en día todo parece llevar en su seno su propia contradicción. Vemos que las máquinas, dotadas de la propiedad maravillosa de acortar y hacer más fructífero el trabajo humano, provocan el hambre y el agotamiento del trabajador. Las fuentes de riqueza recién descubiertas se convierten, por arte de un extraño maleficio, en fuentes de privaciones. Los triunfos del arte parecen adquiridos al precio de cualidades morales. El dominio del hombre sobre la naturaleza es cada vez mayor; pero, al mismo tiempo, el hombre se convierte en esclavo de otros hombres o de su propia infamia. Hasta la pura luz de la ciencia parece no poder brillar más que sobre el fondo tenebroso de la ignorancia. Todos nuestros inventos y progresos parecen dotar de vida intelectual a las fuerzas materiales, mientras que reducen a la vida humana al nivel de una fuerza material bruta.
Marshall Berman

La situación colonial a la que condujo primero la Modernidad europea y luego el dominio usamericano sobre las diversas culturas y países del orbe son parte de los procesos más complejos de la historia de nuestra humanidad, pues ambos han condicionado la totalidad de aspectos que componen nuestra vida. La propia contradicción que posee la actualidad, como bien lo indica Berman y que rescatamos como epígrafe, ha profundizado la acentuada disyuntiva periférica de “ser-como-el-centro versus ser-nosotros-mismos” (Devés-Valdés, 2012: 22), la que en sus diferentes manifestaciones evidencia un sinnúmero de otras oposiciones relacionadas, como por ejemplo colonialismo/independencia, negro/blanco, desarrollo/subdesarrollo o explotador/explotado.
En este sentido, hemos querido realizar una mirada comparativa a dos representantes del pensamiento anticolonial, identificados como integrantes del Pensamiento Periférico. Ho Chi Minh (1890-1969) y Frantz Fanon (1925-1961) quienes comparten bajo nuestra óptica una base política común: el marxismo, y una condición colonial de la misma potencia: Francia. Aunque si bien ambos autores pertenecen a generaciones distintas, confluyen en momentos cruciales del siglo XX: la liberación de sus países en los años ´40 y las luchas anti-imperialistas de la década del ´60.
De este modo, en la perspectiva de la historia intelectual realizaremos un recorrido por el ambiente en que se desenvuelven ambos pensadores y políticos a modo de dar una cuenta breve de sus biografías intelectuales, a partir de los Escritos políticos de Ho Chi Mihn y de Los condenados de la tierra de Frantz Fanon, puesto que en el presente trabajo sostenemos como hipótesis general que ambos autores poseen una idea liberacionista marxista común que toma caracteres distintivos por condiciones de contexto: situación geo-cultural, diferencias étnico-raciales, influencias eidéticas y prácticas políticas. No obstante, son dos autores de alto reconocimiento anticolonial tanto en el centro como en la periferia, pues los dos son leídos y aclamados por la intelectualidad de la segunda mitad del siglo XX en la metrópoli francesa, que a la sazón también ejercía, situación que se conserva hasta hoy, una gran influencia en el pensamiento político y marxista occidental. En este sentido tenemos que mientras Frantz Fanon es recomendado y defendido por Jean-Paul Sartre, quien incluso prologa su texto más trascendental Los condenados de la tierra, tenemos que en el caso del poeta y político vietnamita Ho Chi Minh “era el nombre más coreado en las manifestaciones de izquierda del primer mundo.” (Hobsbawm, 2006: 442).
Dentro de esta lógica, entonces, tenemos que mientras en el pensamiento de Ho Chi Minh podemos identificar en un primera etapa de la lucha liberacionista nacional las ideas marxista-leninistas; las disputas nacionalistas y de unificación; la cultura asiática y el humanismo francés, en un segundo momento nos encontramos con una lucha anti-imperialista contra Estados Unidos y un afianzamiento de sus ideas, en un contexto que se ve agravado por la denominada Guerra fría y la disputa política Chino-Soviética. Esta última situación llevó a dar el apoyo del gigante asiático a EE.UU.
Por su parte, Frantz Fanon asume una idea de liberacionismo que se va radicalizando en su vida, pasando desde un diálogo tenso con el movimiento de la negritud hasta una activa participación en la lucha por la liberación de Argelia, su patria por adopción. En este sentido, militará en el Partido Comunista Francés (PCF), al igual que el autor vietnamita, y asumirá la lucha étnico-racial de los negros, focalizando su mirada en la condición de los campesinos y marginados. Temas que lo ponen en sintonía con el tío Ho, como denominaban amistosamente a Ho Chi Minh sus compatriotas.
De esta manera, el presente texto se compone de tres apartados y una conclusión, en los que se pretende dar cuenta sobre el origen de las ideas liberacionistas marxistas que ambos autores retoman y profundizan con sus particularidades y pensamientos, así como también evidenciar la relación e influencia que ejerce el centro en el pensamiento periférico, incluso en aquellas ideas que promueven la propia liberación de los colonizados. Así, el primer apartado contiene una presentación de las bases marxistas de la liberación nacional, para luego presentar una breve biografía intelectual de Ho Chi Minh articulada en su idea anticolonial marxista-leninista y, posteriormente, una presentación de las ideas de Frantz Fanon y su lucha por la liberación de los negros y los marginados, para finalizar con una relación y particularización de la idea liberacionista marxista que desarrollan ambos autores.


El origen del liberacionismo marxista

El denominado periodo de la descolonización corresponde al proceso de independencias que llevan adelante distintos países de Asia y África por medio, mayoritariamente, de cruentas guerras liberacionistas, en donde las ideas marxistas hicieron de punta de lanza a casi la totalidad de los procesos, los que además fueron articulados a partir de los distintos congresos de la Tercera Internacional Comunista. La base teórica de esto se encuentra en un reconocido texto de Lenin de 1916, El imperialismo fase superior del capitalismo, en que se reúnen una serie de artículos e intervenciones que abordan el problema del nacionalismo, la autodeterminación y el imperialismo. Estas tesis las sostendrá, también, en el II Congreso de la Internacional Comunista de 1920, abriendo todo un debate respecto del rol de los nacionalismos en la lucha revolucionaria durante todo el siglo XX. No obstante, dicho tema, además, está en directa relación a la disyuntiva inicial del pensamiento periférico, “ser-como-el-centro versus ser-nosotros-mismos” , pues, como bien lo indica Devés-Valdés, el pensamiento periférico se origina más por “provocación” o “fecundación” que por influencia, es decir más como producto de una sensibilidad que por la recepción de influencias intelectuales desde fuera” (2012: 50), lo cual produce una acción contra el rechazo que les significa ser diferentes a quienes sufren por la marginalización de ser de la periferia. En este sentido, cobran valor las particularidades étnico-raciales como también las tradiciones culturales nacionales, lo que ayudó a la configuración de ideas independentistas impulsadas por el proyecto de liberación nacional de la Internacional Comunista, generando una serie de identificaciones entre las particularidades de un pueblo o nación con el socialismo, pues existen múltiples ejemplos que grafican esta relación en donde se valorizó las condiciones particulares de un determinado grupo étnico o de una nación para el establecimiento de una sociedad socialista.[1]
Abrimos esta antesala a la inversa del desarrollo histórico, puesto que será este debate iniciado por Lenin el que definirá la postura sobre el colonialismo en nuestros dos autores, ya que ambos tendrán una fuerte manifestación ideológica de marxismo-leninismo, la que en el caso de Ho Chi Minh será militante, inicialmente en el PCF y luego, una vez que funda en 1930 el Partido Comunista  de Viet Nam, pertenecer a las filas de éste. En el caso de Fanon la situación es distinta, pues no tendrá una militancia partidista, pero si una constante referencia y relación con el comunismo a nivel internacional, incluso fuertemente a partir de los diferentes procesos liberacionistas de mediados del siglo XX en Asia, África y América Latina.
Sin embargo, debemos señalar que la discusión acerca del rol de los nacionalismos, la situación colonial y el campesinado han sido temas de profundos debates entre los exégetas y continuadores del pensamiento marxista, pues es reconocida la poca importancia que atribuye el propio Marx a dichos factores, lo que incluso a llevado a sostener que el autor alemán tenía, desde una posición hegeliana, una mirada eurocéntrica de los conflictos campesinos y coloniales (Shram y Carrére, 1974).
A pesar de esta crítica existen diferentes escritos de Marx y, también, de Engels donde abordaron dichas situaciones, como por ejemplo el tema del campesinado en el 18 Brumario de Luis Bonaparte (1852), en donde Marx señalaba críticamente, en el plano de la lucha política, el significado que tuvo el poner a la cabeza del poder a Luis Napoleón Bonaparte (1808-1873), quien provenía de “la dinastía de los campesinos, es decir, de la masa del pueblo francés.” (Marx, 2005: 201). Este dato que pareciera ser menor, marca una gran importancia respecto del análisis que realiza el propio Marx en el libro, pues con antelación había señalado que:
“Los campesinos, defraudados en todas sus esperanzas, oprimidos más que nunca, de una parte, por el bajo nivel de los precios de los cereales y, de otra parte, por la carga de las contribuciones y por el endeudamiento hipotecario, cada vez mayores, comenzaron a agitarse en los departamentos. Se les contestó con una batida furiosa contra los maestros de escuela, que fueron sometidos al prefecto, y con un sistema de espionaje, al que quedaron sometidos todos. En París y en las grandes ciudades, la reacción misma presenta la fisonomía de su época y provoca más de lo que reprime. En el campo, se hace baja, vulgar, mezquina, agobiante, vejatoria; en una palabra; el gendarme. Se comprende hasta qué punto tres años de régimen del gendarme, bendecido por el régimen del cura, tenía que desmoralizar a las masas incultas.” (2005: 100).

Esta situación, por el efecto político que significó la lucha social en Francia entre burgueses y proletarios en la Asamblea Nacional, provoca en el análisis político de Marx una preocupación crítica sobre las condiciones en que se encontraba el campesinado francés. En esta lógica identificará como campesinos parcelarios a los sectores conservadores, y de campesinos revolucionarios a los que luchan por la transformación de sus condiciones, señalando en tal sentido que:
 “Los campesinos parcelarios forman una masa inmensa, cuyos individuos viven en idéntica situación, pero sin que, entre ellos, existan muchas relaciones. Su modo de producción aísla a unos de otros, en vez de establecer relaciones mutuas entre ellos. Este aislamiento es fomentado por los malos medios de comunicación de Francia y por la pobreza de los campesinos. Su campo de producción, la parcela, no admite en su cultivo división alguna del trabajo, ni aplicación alguna de la ciencia; no admite, por tanto, multiplicidad de desarrollo, ni diversidad de talentos, ni riqueza de relaciones sociales. Cada familia campesina se basta, sobre poco más o menos, a sí misma; produce directamente ella misma la mayor parte de lo que consume y obtiene así sus materiales de existencia más bien en intercambio con la naturaleza que en contacto con la sociedad. La parcela, el campesino y su familia; y al lado, otra parcela, otro campesino y otra familia. Unas cuantas unidades de estas forman aldea; y unas cuantas aldeas, un departamento. Así se forma la gran masa de la nación francesa, por la simple suma de unidades del mismo nombre, al modo como, por ejemplo, las patatas de un saco forman un saco de patatas. En la medida en que millones viven bajo condiciones económicas de existencia que las distinguen por su modo de vivir, por sus intereses y por su cultura de otras clases y las oponen a estas de un modo hostil, aquellas forman una clases. Por cuanto existe entre los campesinos parcelarios una articulación puramente local y la identidad de sus intereses no engendra entre ellos ninguna comunidad, ninguna unión nacional y ninguna organización política, no forman una clase. Son por tanto, incapaces de hacer valer su interés de clase en su propio nombre, ya sea por medio de un Parlamento o por medio de una Convención. No pueden representarse, sino que tienen que ser representados. Su representante tiene que aparecer al mismo tiempo como su señor, como una autoridad encima de ellos, como un poder ilimitado de gobierno que los proteja de las demás clases y les envíe desde lo alto la lluvia y el sol. Por consiguiente, la influencia política de los campesinos parcelarios encuentra su última expresión en el hecho de que el poder ejecutivo somete bajo mando su sociedad.” (2005: 202-203)

Todo este análisis sobre las relaciones que poseen los campesinos parcelarios franceses tiene una clara identificación con el momento político, por lo que la crítica a Marx que se hace sobre el modo de considerar dicho factor es estrecha al no visualizar que en el mismo texto también dirá que hay un campesinado revolucionario, ya que su mirada es sobre un determinado momento histórico.
“Pero entiéndase bien. La dinastía Bonaparte no representa al campesino revolucionario, sino al campesino conservador; no representa al campesino que pugna por salir de su condición social de vida, la parcela, sino al que, por el contrario, quiere consolidarla; no a la población campesina que, con su propia energía y unida a las ciudades, quiere derribar el viejo orden, sino a la que, por el contrario, sombríamente retraída en este viejo orden quiere verse salvada y preferida, en unión de su parcela, por el espectro del imperio. No representa la ilustración, sino la superstición del campesino; no su juicio, sino su prejuicio; no su porvenir, sino su pasado.” (2005: 204-205)

Por otra parte, tenemos presente la controversia que también se sostiene respecto de Marx y Engels sobre los movimientos de emancipación nacional, pues ambos no iban a ser favorables a todas las liberaciones nacionales. No obstante, existen dos ejemplos que valoran y señalan como relevantes para la los avances revolucionarios: Polonia e Irlanda. Sobre el primero, escribe Engels en La cuestión polaca ante la asamblea de Francfort (1848), texto que fue originalmente atribuido a Marx,        
“Los grandes países agrícolas ubicados entre el Báltico y el Mar Negro sólo podrán liberarse de la barbarie del régimen patriarcal y feudal mediante una revolución agraria que transforme a los campesinos avasallados o sometidos a la corbea en libres poseedores de la tierra y que signifique para las poblaciones rurales exactamente lo mismo que la revolución francesa de 1789. La nación polaca tiene el mérito de haber sido la primera, entre sus vecinos agrícolas.” (Citado en Shram y Carrére, 1974: 121).          

Mientras que sobre el caso irlandés, la referencia es una carta  fechada el 30 de noviembre de 1867 de Marx a Engels donde señala:
“Lo que los irlandeses necesitan es: 1) Gobierno autónomo e independiente de Inglaterra. 2) Revolución agraria. Los ingleses no pueden hacérselas ni con la mejor buena voluntad, pero pueden darles los medios legales para que la hagan por sí mismos. 3) Tarifas aduaneras proteccionistas frente a Inglaterra. Entre 1783 y 1801 prosperaron todas las ramas de la industria irlandesa. La Unión, con la supresión de los aranceles proteccionistas que había establecido el parlamento irlandés, destruyó toda la vida industrial de Irlanda.” (Marx y Engels, 1947: 248).

De este modo y tal como lo indica José Aricó (2006), el examen de la cuestión irlandesa permite establecer un programa mínimo para la liberación de los países dependientes y coloniales. Con ello es posible establecer la idea inicial que tomará Lenin, con un sentido político y estratégico para la revolución mundial, puesto que al analizar y proyectar la liberación de todos los países coloniales inicia un reconocimiento a las causas político-sociales en los países de la periferia.
“El proletariado no puede menos de luchar contra la retención violenta de las naciones oprimidas dentro de las fronteras de un Estado concreto, y eso significa luchar por el derecho a la autodeterminación. El proletariado debe reivindicar la libertad de separación política para las colonias y naciones oprimidas por "su" nación. En caso contrario, el internacionalismo del proletariado quedará en un concepto huero y verbal; resultarán imposibles la confianza y la solidaridad de clase entre los obreros de la nación oprimida y los de la nación opresora; quedará sin desenmascarar la hipocresía de los defensores reformistas y kautskianos de la autodeterminación, que no hablan de las naciones oprimidas por "su propia" nación y son retenidas por la violencia en "su propio" Estado.” (Lenin, 1973 : 152).

En este sentido, es el propio Lenin quien contribuye de mayor forma a la idea del liberacionismo marxista que está presente en Ho Chi Minh y Frantz Fanon, pues, en efecto, el líder de la revolución bolchevique hará de articulador entre el marxismo y el mundo no-europeo (Shram y Carrére, 1974) con un claro llamado a la lucha por la revolución socialista en todos los pueblos del mundo.
El análisis de la situación campesina, del nacionalismo y del colonialismo por parte de Lenin contribuye de forma substancial al ideario marxista de Ho Chi Minh y al debate en que le sigue Frantz Fanon sobre la descolonización, pues en la idea central del líder bolchevique, como bien lo indica Astarita, tenemos que:
Lenin consideraba -comienzos del siglo XX- que había tres tipos fundamentales de países atrasados: los dependientes, las colonias y las semicolonias. Los primeros, según Lenin, eran políticamente independientes, pero dependientes económicamente de los países más ricos, y del capital financiero. Entraban en esta categoría naciones como Argentina, Serbia, Bulgaria, Rumania, Grecia, Portugal y hasta Rusia. “No sólo los pequeños Estados, sino aun Rusia, por ejemplo, es enteramente dependiente, económicamente, del poder del capital financiero de los países burgueses ricos” (Lenin, 1914). También consideraba que EEUU había sido una “colonia económica” de Europa en el siglo XIX. A pesar de lo escueto de las referencias, pareciera que consideraba que los países dependientes eran explotados por los países ricos, aunque no especificaba el mecanismo. En algunos pasajes los caracterizaba como “colonias económicas” de los países imperialistas. Argentina, por ejemplo, era una “colonia comercial” de Inglaterra, y Portugal un “vasallo”, aunque ambos conservaran su independencia (Lenin, 1916).
Los países coloniales, en cambio, estaban sojuzgados por vías político-militares, y esta coerción de tipo no económico determinaba la extracción del excedente. Esto es, la explotación se realizaba mediante la imposición, por vía de la fuerza y la violencia directa, de un gobierno directamente vasallo de la metrópoli colonizadora. Este sistema colonial permitía la transferencia de recursos, como materias primas, desde las periferias al centro, así como la apertura de mercados para la sobreproducción crónica que, según Lenin, existía en los países adelantados. Por eso, implicaba la imposición de una minoría extranjera sobre la población nativa, a partir de una relación de fuerza.” (1-2)

En este sentido, la lucha liberacionista armada cobra fuerza en nuestros autores, pues el análisis sobre el cual están sus países como colonias no les permite una pura reivindicación democrático-burguesa frente a la metrópoli si lo que se busca es la total independencia de ella. Con todo, entendemos que la idea de liberacionismo marxista que entendemos en este texto surge a partir de una interpretación de Lenin sobre el significado, implicancia y trascendencia que posee la liberación nacional para la revolución socialista mundial. Idea base en el pensamiento periférico y su lucha anticolonial en Ho Chi Minh y Frantz Fanon.


Ho Chi Minh y el anticolonialismo marxista-leninista

Ho Chi Minh o Nguyen Ai Quoc nace en Kim Lien en 1890 mientras su país formaba parte de las distintas colonias francesas alrededor del Mundo. Su vida y obra han marcado una larga trayectoria en el pensamiento político marxista, su lucha por la liberación nacional frente a Francia, primero, y contra Estados Unidos por la unificación de Viet Nam, años más tarde, representa una de las grandes proezas militares y políticas del siglo XX. Su amplia obra posee como carácter principal el haber profundizado el marxismo en el contexto colonial, convirtiéndose en un referente fundamental del pensamiento socialista. No obstante, como bien lo apunta Walden Bello, a pesar de que “Ho escribió mucho, la innovación teórica no fue su fuerte” (2007: 11). Ho Chi Minh fue un hombre principalmente de acción y propaganda.
En 1911 se embarca como cocinero visitando diversos países antes de instalarse en París en 1919. Partícipe del Congreso de Tours en 1920, donde se funda la Sección Francesa de la Internacional Comunista (SFIO) a partir de una fracción del Partido Socialista Francés, la que posteriormente da origen al Partido Comunista (PCF), le permitirá plantear la necesidad de preocuparse de la cuestión colonial. “Debemos ver en la adhesión del Partido Socialista a la Tercera Internacional la promesa de que a partir de este momento concederá a las cuestiones coloniales la importancia que se merecen” (Citado en Bello, 2007: 13). Desde ahí, su filiación política y su participación en la lucha por el socialismo no las dejará jamás. Comienza a escribir en diferentes medios franceses, exponiendo la situación colonial y de abusos que sufre el pueblo vietnamita. Sobre Indochina dirá en 1925:
“En noviembre de 1922, después de una reducción de sus salarios, 600 tintoreros de Cholón (Cochinchina) decidieron suspender el trabajo.
Los patrones lanzan su ofensiva en todas partes, y en todas partes la clase obrera empieza a tomar conciencia de su fuerza y su valor.
Si estos desdichados trabajadores nativos, normalmente muy dóciles y muy manejables, sin educación y desorganizados, fueron obligados -por instinto de conservación, si se puede llamar así- a agruparse y luchar juntos contra las demandas salvajes de los patrones, es porque su situación es mucho más desafortunada de lo que se puede imaginar la gente en Europa. Es la primera vez que surge este signo de los tiempos y no olvidemos que nuestro deber -obreros de la metrópoli- no es sólo mostrar una solidaridad verbal con nuestros hermanos de clase de allá, sino educarlos y enseñarles el espíritu y los métodos de organización.” (11)

A estas denuncias de la situación obrera de los trabajadores y campesinos de las colonias, se suma la importancia que atribuye al Pacífico, pues observa que la condición colonial de gran parte de los países que dan al mar en Oriente, podría incluso situar una próxima conflagración mundial debido a la función de abastecimiento material y humano que esta zona le provee a Francia y a otros países europeos, producto de la explotación inhumana de los trabajadores asiáticos colonizados. En su escrito Indochina y el Pacífico (1924) señala:
“La zona del Pacífico y las colonias vecinas, al haberse convertido en el centro de atracción de las ambiciones imperialistas, pueden volverse en el futuro el foco de una nueva conflagración mundial, cuyo peso tendrá que soportar su proletariado.
Estas consideraciones demuestran que el problema del Pacífico interesa a los proletariados de todo el mundo. En estas condiciones, para poder reconstruir a Francia, arruinada por una guerra imperialista, el ministro francés de las colonias ha imaginado un plan para desarrollar las mismas. El plan tiene por objeto explotar los recursos de los países colonizados para beneficiar al país colonizador. Este plan pretende que Indochina debe ayudar a las demás colonias del Pacífico a intensificar su producción, para que éstas a su vez puedan ser útiles a la madre patria. Si el plan se llevara a cabo, provocaría necesariamente la despoblación y el empobrecimiento de Indochina. Recientemente, sin embargo, el consejo de gobierno de Indochina, a pesar de la oposición de la opinión anamita, votó unánimemente en favor del plan.” (6)

Esta situación fue produciendo un mayor descontento social en las colonias, cuyo impacto social y económico de las dos Guerras Mundiales fortalecerán la organización de la lucha por la independencia.
En este sentido, las tesis de Lenin sobre el colonialismo y el campesinado tendrán una fuerte promoción y defensa dentro de la Tercera Internacional, llevando incluso a plantear un manifiesto llamado Proletarios y Campesinos de las colonias (1922), pues en el IV Congreso de la Internacional Comunista se elaboró una política para la creación del frente único antiimperialista en las colonias, pues se partía del criterio de que “los países dependientes, eran capaces de librar la lucha contra el yugo imperialista, no solo el proletariado y el campesinado, sino también las masas pequeñoburguesas de la ciudad, y que la burguesía nacional mantenía posibilidades revolucionarias.” (Bershadskaia et all, 1986: 332). Este análisis formaría parte fundamental en la lucha por la liberación nacional de gran parte de Oriente, pues China, Mongolia o Indonesia desarrollarían importantes sublevaciones en post de sus independencias nacionales.
“La matanza mundial ha abierto los ojos de millones de proletarios y campesinos en las colonias sobre sus intolerables condiciones de vida. Una serie de brotes revolucionarios poderosos, aunque hasta ahora desorganizados, marcó el final de la guerra mundial. Esta fuerza espontánea e irresistible, que aspira a combatir por un futuro mejor, fue dirigida y organizada por la burguesía nacional y nativa. Esta burguesía, que creció y se fortaleció durante la guerra, ya no desea seguir en las garras del imperialismo y entregar a este último la parte más importante de la explotación de "sus trabajadores y campesinos". La lucha por la liberación nacional, consigna de la joven burguesía colonial, fue acogida con entusiasmo y respaldada fuertemente por las masas trabajadoras en la India, Egipto, Turquía, etc.
La Internacional Comunista está luchando incansablemente contra los capitalistas voraces de todos los países del mundo.
¿Acaso podría alejarse hipócritamente de la lucha por la liberación nacional de los países coloniales y semicoloniales?
La Internacional Comunista ha proclamado abiertamente su apoyo y asistencia a esta lucha, y leal a sus propósitos sigue proporcionando este apoyo.” (13)

       La figura definitoria que será Lenin en todo este proceso de luchas liberacionistas en Oriente a partir de la década del ´20, señala un importante camino en las ideas políticas que guiarán el proceder de Ho, pues su compromiso militante lo llevará a luchar activamente en diferentes procesos de emancipación, razón por la cual pasó en más de una ocasión recluido. Y a pesar de una clara influencia del humanismo francés en su pensamiento, serán las tesis colonialistas de Lenin el eje fundamental para comprender el pensamiento anticolonialista en Nguyen Ai Quoc, pues como bien señala Devés-Valdés (2012) “realizó una interpretación de la realidad de Indochina a la luz de un marxismo que fue elaborando, sobre la base de Lenin, aunque acentuando cuestiones muy típicas de las escuelas periféricas como la cuestión racial, el desprecio, las diferencias entre los trabajadores de la metrópoli y de las colonias y otras que lo convierten en antecedente de Frantz Fanon.” (357-358).
       El rol central que atribuye a la educación y al conocimiento de los derechos y deberes muestra una clara influencia del pensamiento humanista e ilustrado de Occidente, pues hará un llamado, una vez alcanzada la independencia de Viet Nam en 1945, a educarse:
Hoy, que hemos reconquistado nuestra independencia, una de las tareas más urgentes es la elevación del nivel de instrucción. El gobierno ha decidido que dentro de un año -a contar desde hoy- todos los vietnamitas sepan el quoc ngu, nuestra escritura nacional romanizada. A este efecto se ha instituido una Dirección para la Enseñanza Popular- ¡Vietnamitas!
Para afianzar la independencia nacional, para consolidar y enriquecer al país, es necesario que cada uno de nosotros sepa exactamente cuáles son sus derechos y sus deberes; que adquiera conocimientos nuevos para poder participar en la reconstrucción nacional. Ante todo, es menester que todo el mundo sepa leer y escribir el quoc ngu. Que los que saben, enseñen a los demás; que contribuyan a la enseñanza popular.
Los analfabetos deberán hacer un esfuerzo por instruirse. El marido enseñará a la esposa, el hermano mayor al menor, los niños a los padres, el dueño de casa a quienes viven bajo su techo. Los ricos instalarán en sus propias casas aulas para los analfabetos.
En cuanto a las mujeres, deben estudiar con mucho más ardor, por cuanto hasta hoy han sido innumerables las trabas que les han impedido instruirse. Su hora ha sonado, ha llegado el momento de dar alcance a los hombres y hacerse dignas de ser ciudadanas a carta cabal.” (20)

Su fuerte compromiso con la liberación nacional de todos los pueblos coloniales y semicoloniales se mantuvo hasta su muerte en 1969, sin lograr presenciar el triunfo por la unificación de su patria en 1975. No obstante, es importante destacar el sentido que posee la unidad en el pensamiento de Ho Chi Minh, puesto que es un rasgo que había trabajado desde siempre, primero en el llamado a los trabajadores de la metrópoli francesa con los trabajadores y campesinos de las colonias, luego; cuando funda el Partido Comunista Indochino en 1930, con el llamado a la unidad de los diversos grupos que luchaban por la independencia y el socialismo, y finalmente por alcanzar la unidad de todo el territorio vietnamita. “La unión nacional era uno de los rasgos más importantes del movimiento. Desde los primeros días de lucha clandestina en Cao Bang habíamos organizado con éxito varios encuentros amistosos entre los delegados de las diferentes minorías.” (1970:22) Señala Vo Nguyen Giap, compañero de lucha de Ho y alto mando del ejercito popular vietnamita. 
En este plano, entonces, podemos observar que el pensamiento anticolonial marxista-leninista de Ho Chi Minh presenta una serie de características que, por una parte, lo emparentan con el pensamiento marxista militante, pero que a la vez, a partir de la propia realidad y práctica de dicho pensamiento él mismo le infunde un carácter particular que va desde un modo de concebir el nacionalismo en función de la lucha contra el imperialismo y la explotación extranjera como a su vez apelar a la unidad obrero-campesina que tanto costó concebir en el pensamiento marxista occidental, pues como veíamos en Marx y Engels el campesinado representaba un atraso económico, político y social para el capitalismo, consideración que recién cambiará con la interpretación de Lenin sobre el rol y carácter del campesinado en la lucha por la liberación nacional como forma de rebelarse al imperialismo, fase superior del capitalismo. Además, como veíamos al inicio de nuestro trabajo, la condición colonial de la zona asiática y del Pacífico le entregará particularidades que fortalecerán la lucha contra el extranjero, pues habrá una fuerte raigambre cultural en la necesidad de volver a ser independientes y una nación unida. Junto a esto, también estará presente, a partir del modo en el que obligan a los pueblos colonizados proveer de fuerza humana para combatir en la primera guerra, la cuestión racial, ya que reclamará la forma en la que los hacen partícipes, a los pueblos colonizados, como defensores de un país que no les permite gozar de sus privilegios por ser negros o amarillos, llevando la cuestión colonial hacia un punto que será fundamental en el pensamiento de Fanon, lo étnico-racial. Así, podemos concluir, recogiendo las palabras de su texto El leninismo y la liberación de los pueblos oprimidos (1955), que en su la esperanza liberacionista y anticolonial Ho mantiene la idea siempre abierta de construir una sociedad sin explotados, llevando, en su caso, las ideas leninistas de emancipación:
“Para los pueblos de Asia, así como para los pueblos de todo el mundo que luchan por la paz, la independencia, la democracia y el socialismo, el leninismo es como el sol que trae consigo una vida alegre. Lenin atribuía siempre una gran importancia al movimiento de liberación nacional sostenido por los pueblos de Asia y lo consideraba parte de la lucha emprendida por las masas trabajadoras de todo el mundo contra los opresores imperialistas. Lenin señaló que el despertar de Asia y la primera lucha sostenida por el proletariado avanzado en Europa para la toma del poder, marcaba una nueva era en la historia del mundo, una era que principió con el siglo XX.” (8)

Frantz Fanon y la liberación de los marginados

Frantz Fanon nace en Fort de France, ciudad de Martinica en 1925. Colonia francesa desde el siglo XVII y situada en la zona caribeña de América. Desde ahí viaja a estudiar Medicina Psiquiátrica a Francia, en donde comenzará a publicar la expresión de sus inquietudes. “En la etapa que va de 1948 a 1952, el martiniqueño incursiona en dos géneros: el drama y el ensayo.” (Yaksic en Oliva et all, 2013: 28). La importancia de su profesión en el posterior desarrollo de su pensamiento será notoria cuando llegue a trabajar a Argelia, país árabe colonizado en 1830 por Francia y ubicado al norte de África, en pleno inicio del conflicto independentista, pues será testigo directo de la brutalidad ejercida por la metrópoli para mantener cautivo al país colonizado. Desde ahí comienza su participación activa en el Frente de Liberación Nacional de Argelia (FLN), agrupación de clara tendencia nacionalista y socialista, como muchos movimientos liberacionistas de los países periféricos. “En este sentido, cabe considerar que en Fanon existe una identidad de origen – martiniqueña, caribeña, francesa – y una identidad por adscripción – argelina, africana –, las que no son necesariamente incompatibles” (Oliva et all, 2013: 224-225).
Fanon escribió muchos artículos en el periódico El Moudjahid principal medio del FLN, de hecho una de sus obras póstumas, Por la revolución africana (1965), reúne una serie de textos publicados en dicho órgano. Esta tribuna la utilizó para sostener sus críticas a la izquierda francesa por su silencio frente a la situación argelina (Oliva et all, 2013), pero también para plantear sus diferencias con los representantes del movimiento de la negritud. Es reconocida la influencia que ejerce Aime Cesaire en Fanon, pues el poeta y político anticolonialista sería una de las primeras voces de la diáspora negra en las metrópolis. No obstante,
Lo que los distancia entonces es que mientras Césaire ve en la universalidad la fuerza que les permitirá, en tanto oprimidos, unirse en contra de un enemigo común –el colonialismo– Fanon considera que la lucha debe hacerse desde una unidad más pequeña, la nación moderna. La posibilidad de desarticular el sistema colonial, tal y como se  llevó a cabo en el siglo XX, estuvo ligada a las luchas independentistas nacionales.” (Oliva et all, 2013: 239)

Sin duda alguna, la crisis que significó a Europa ambas guerras mundiales debilitó la fuerza militar en sus dominios coloniales, lo que junto al impulso anti-imperialista que emanó desde la Internacional Comunista para articular movimientos liberacionistas en los distintos países periféricos permitió la emergencia con fuerza de distintos conglomerados que reivindicaban lo propio. Panafricanismo, Autodeterminación, Nacionalismos, Descolonización serán algunos de los principales conceptos que resonaron en las décadas posteriores a la segunda guerra como categorías propias del debate liberacionista.
“El pueblo colonizado no está solo. A pesar de los esfuerzos del colonialismo, sus fronteras son permeables a las noticias, a los ecos. Descubre que la violencia es atmosférica, que estalla aquí y allá y aquí y allá barre con el régimen colonial. Esta violencia que triunfa tiene un papel no sólo informativo sino operatorio para el colonizado. La gran victoria del pueblo vietnamita en Dien-Bien-Phu no es ya, estrictamente hablando una victoria vietnamita.” (Fanon, 1972: 62).

En este marco, encontramos la obra más reconocida y estudiada de Fanon, Los condenados de la tierra (1961), en donde hace una descripción pormenorizada de la situación colonial en términos políticos, ideológicos, económicos, sociales y psicológicos. De ahí que, el párrafo inicial del texto en que se presenta la violencia como alternativa “atrajo tanta atención (tanto admirativa como de condena)” (Wallerstein, 111), pues su oposición es tan radical como la tesis dialéctica de Marx sobre la dictadura del proletariado. Fanon dijo: “Liberación nacional, renacimiento nacional, devolución de la nación al pueblo, Commonwealth, sean cual sean las rúbricas empleadas o las nuevas fórmulas introducidas, la descolonización es siempre un fenómeno violento.” (1972: 30).
En su texto, el autor martiniqueño nos permite visualizar al menos tres ideas fundamentales para nuestra hipótesis general del trabajo, a saber, la diferencia de las situaciones de subyugación que se vive en la metrópoli y en la colonia; el racismo; y los alcances de la autodeterminación una vez alcanzada la independencia.
El conflicto develado por Fanon y las condiciones en que se desarrolla, nos muestran una de las perspectivas más directas de la situación colonial, pues humaniza en sujetos de carne y hueso la realidad, ya que pertenecen a una cultura, tienen un país y un color de piel, diferencia importante a la hora de observar los textos de los marxistas clásicos donde el foco de la descripción está puesto en las condiciones materiales de la vida más que en las personas. En este sentido, las funciones que describe cobran personificaciones al incorporar la condición étnico-racial.
El mundo colonizado es un mundo cortado en dos. La línea divisoria, la frontera está indicada por los cuarteles y las delegaciones de policía. En las colonias, el interlocutor válido e institucional del colonizado, el vocero del colono y del régimen de opresión es el gendarme o el soldado. En las sociedades de tipo capitalista, la enseñanza religiosa o laica, la formación de reflejos morales transmisibles de padres a hijos, la honestidad ejemplar de obreros condecorados después de cincuenta años de buenos y leales servicios, el amor alentado por la armonía y la prudencia, esas formas estéticas del respeto al orden establecido, crean en torno al explotado una atmósfera de sumisión y de inhibición que aligera considerablemente la tarea de las fuerzas del orden. En los países capitalistas, entre el explotado y el poder se interponen una multitud de profesores de moral, de consejeros, de “desorientadores”. En las regiones coloniales, por el contrario, el gendarme y el soldado, por su presencia inmediata, sus intervenciones directas y frecuentes, mantienen el contacto con el colonizado y le aconsejan, a golpes de culata o incendiando sus poblados, que no se mueva. El intermediario no aligera la opresión, no hace más velado el dominio. Los expone, los manifiesta con la buena conciencia de las fuerzas del orden. El intermediario lleva la violencia a la casa y al cerebro del colonizado.” (1972: 32-33)

            La violencia que sufre el colonizado es diferente, más brutal y más directa que el trabajador de la metrópoli, situación que lo llevará a plantear, al igual que lo hacía Ho Chi Minh, la doble condición de subyugación del trabajador y campesino de la colonia. No obstante, su punto de atención se encuentra sobre el campesinado, pues considera que éste además sufre la apatía de los partidos políticos nacionalistas, pues en un análisis de la subjetividad revolucionaria, como la llamaría Lenin, ve en el campesinado una mayor fuerza humana y política para la lucha. A este respecto, Fanon dirá:
“El campesinado es descuidado sistemáticamente por la propaganda de la mayoría de los partidos nacionalistas. Y es evidente que en los países coloniales sólo el campesinado es revolucionario. No tiene nada que perder y tiene todo por ganar. El campesino, el desclasado, el hambriento, es el explotado que descubre más pronto que sólo vale la violencia. Para él no hay transacciones, no hay posibilidad de arreglos. La colonización o la descolonización, son simplemente una relación e fuerzas. (1972: 54).

Por otra parte, la base epistémica que señala Fanon sobre el racismo a partir del principio aristotélico de la lógica occidental en donde la “exclusión recíproca” se manifiesta en que “no hay conciliación posible, [pues] uno de los dos términos sobra” ( 1972: 33), se materializa en la creencia europea de que los otros no tiene razón porque son distintos, son inferiores.
“En ciertas regiones de África los balidos paternalistas respecto de los negros, la idea obscena tomada de la cultura occidental de que el negro es impermeable a la lógica y a las ciencias reinan en toda su desnudez. Inclusive algunas veces se tiene la ocasión de comprobar que la minorías negras se encuentran confinadas en una semiesclavitud que justifica esa especie de circunspección, de desconfianza que los países del África Negra sienten por los países del África Blanca. No es raro que un ciudadano del África Negra, al visitar una gran ciudad del África Blanca, se oiga llamar “negro” por los niños o sea tratado como “negrito” por los funcionarios.
No, desgraciadamente no es raro que los estudiantes del África Negra inscritos en colegios establecidos al norte del Sahara escuchen preguntas de sus compañeros de colegio acerca de si hay casas en su país, si conocen la electricidad, si en su familia practican la antropofagia.” (Fanon, 1972: 148-149).

            Toda esta situación lleva a que Fanon proponga la necesidad de cambiar la situación de raíz, violentamente, porque violenta es la condición en que se encuentran. Las formas de subyugación y el racismo están presente en la cotidianidad diaria, la que afecta, incluso, la psicología de cada individuo. De ahí que también sea necesaria la autodeterminación, para ser dueños de sí mismos, de su tierra, pero también para ver las posibilidades reales del mundo y no las que puramente permite la razón occidental y su carácter paternalista. En este sentido, Fanon señala lo siguiente:
“El pueblo comprende entonces que la independencia nacional descubre realidades múltiples que, algunas veces, son divergentes y antagónicas. La explicación, en ese momento preciso de la lucha, es decisiva porque hace pasar al pueblo del nacionalismo global e indiferenciado a una conciencia social y económica. El pueblo, que al principio de la lucha había adoptado el maniqueísmo primitivo del colono: blancos y negros, árabes y rumíes, percibe que hay negros que son más blancos que los blancos y que la eventualidad de una bandera nacional, la posibilidad de una nación independiente no conducen automáticamente a ciertas capas de la población a renunciar a sus privilegios o a sus intereses.” (1972: 132-133).

            Con lo anterior, vemos que la lucha anticolonialista desde el pensamiento periférico de Frantz Fanon tiene un punto común con Ho Chi Minh en el sentido liberacionista marxista del término, pero que en este caso las particularidades nacionales, étnico-raciales y la situación geo-cultural radicalizan las declamaciones, más no el proceder, pues el Viet Minh desarrolló una lucha armada contra Francia y Estados Unidos. El pensamiento anticolonial de Fanon ha tenido una amplia repercusión en la actualidad, desde las ideas decoloniales hasta los Estudios Subalternos, siendo hoy de gran rescate la profundidad de su crítica, aunque debemos decir que esta ha sido con una clara intención por desideologizar su pensamiento. Puesto que como dice Homi Bhabha:
La optimista simetría de esta emergencia dual postulada por Fanon no se base en un “principio metafísico” de autenticidad cultural o excepcionalidad geopolítica (la “tradición” africana, el “temperamento” asiático, el “espíritu” latinoamericano), sino en los principios éticos y políticas de independencia y seguridad, a partir de los cuales la solidaridad regional se extiende a cualquier nación que parezca internamente vulnerable a formas de gobierno antidemocráticas o que se vea amenazada por potencias hegemónicas, cuasi coloniales. (2013: 149)

            Bajo esta óptica, tenemos que en la actualidad existe el intento de rescatar, en un mismo modo como lo propone Claudia Zapata (en Oliva et all, 2013), al pensamiento de Fanon como un pensamiento universalista y no como lo podemos situar desde el presente como pertinente a un momento histórico determinado cuya experiencia sirve de base por sus aciertos y errores cometidos en el pasado a nuevos procesos descolonizadores, pero que siempre responderán a las nuevas particularidades que se presenten. Además en el pensamiento de Fanon es posible advertir una clara táctica política de liberación nacional, fundamentada principalmente desde el marxismo, la que no se rescata muy a menudo.
            De este modo, tenemos que en el psiquiatra martiniqueño existe una clara visión respecto del rol que tienen los campesinos y marginados en los países coloniales, pues siguiendo su texto se puede afirmar que de su organización y lucha dependerá la descolonización.

Conclusiones

            El pensamiento periférico de Ho Chi Minh y Frantz Fanon tiene como condiciones generales comunes el estar insertos en un periodo liberacionista y de descolonización trascendental que se vivió durante el siglo XX. Ambos, con matices y particularidades, ven en la lucha armada la vía para liberar la opresión de sus pueblos. Comparten además una mirada especial sobre el rol del campesinado en la lucha del Frente de Liberación Nacional. Además de ser internacionalistas por naturaleza, pues los dos participaron en procesos anticoloniales fuera de sus propios países, poseen una clara tendencia a valorar su diferencia étnico-racial.
            La hipótesis general de nuestro trabajo, respecto de que ambos autores pertenecen a un liberacionismo marxista se evidencia en las constantes referencias y modos de análisis de la realidad, situando dicha condición fuera de un marco puramente militante, pues de haber sido así, Fanon quedaba fuera de dicha apreciación. No obstante, el lenguaje, las tácticas que promueve, el internacionalismo y la constante referencia a los marxistas de diferentes países permiten reconocer el vínculo estrecho entre el martiniqueño y el liberacionismo marxista.
            En este sentido el anticolonialismo marxista-leninista de Ho Chi Minh está en directa relación y reconocimiento, como lo hace el propio psiquiatra martiniqueño en su texto, con el pensamiento liberacionista de los marginados en Frantz Fanon. Así, podemos afirmar que ambos autores pertenecientes al pensamiento periférico se debaten en la constante disyuntiva de “ser-como-el-centro versus ser-nosotros-mismos”.



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[1] A modo de ejemplo podemos nombrar a Walter Lini (1942-1999) y su socialismo milanesio o Amílcar Cabral (1924-1973) y su revolución en Guinea-Bisáu.