viernes, 16 de noviembre de 2012

Fronteras de la Literatura, una destrucción necesaria.


El pensamiento impositivo de la racionalidad moderna, desde el siglo XV en adelante, logró romper con el dominio establecido por la verdad judeo-cristiana en Occidente, teniendo como culminación el cientificismo positivista del siglo XIX. Esta nueva actitud frente al conocimiento de las cosas y la realidad ha sido conservada y profundizada por las discusiones epistemológicas y metodológicas durante el siglo XX y lo que va del XXI, pero no ha logrado establecer un principio que acepte la diversidad y diferencia metodológica en función de los objetivos y problematizaciones propuestos, sino más bien se ha fijado patrones metodológicos de determinadas “ciencias” y desde ahí ha valorado o rechazado las investigaciones. Efectivamente, al revisar las metodologías en las diferentes ciencias hay ciertas aproximaciones procedimentales a la ciencia predominante o canónica del periodo histórico estudiado, cuyo caso más emblemático es lo que sucede con Charles Darwin y el dominio que logra el evolucionismo a finales del siglo XIX, haciendo que la biología fuera el modelo científico y metodológico predominante, cuya influencia se encuentra desde la sociología hasta en la lingüística.
El establecimiento de fronteras y limites en el desarrollo del conocimiento ha creado un modelo investigativo restringido e incapaz de relacionar el alcance de su conocimiento con el desarrollo de la sociedad, dejando ese rol a los practicantes del pensamiento crítico. No obstante, el predominio de esta concepción ha construido y abarcado todos los espacios académicos, investigativos y por supuesto educacionales, creándose de este modo un sistema completo direccionado a la ejecución de esta forma de conocer. Frente a esto, no han sido pocos los estudiosos, investigadores y científicos que han criticado y desarrollado propuestas alternativas donde el diálogo metodológico ha sido el principal camino a seguir. Así, tenemos que la interdisciplinariedad, la transdisciplinariedad y la multidisciplinariedad se han convertido en un nuevo estadio para el desarrollo del conocimiento, pero que siguen teniendo de base la lógica del positivismo.
En este marco, el desarrollo de la literatura como práctica cultural, discursiva y estética como también en tanto objeto de estudio se ha visto afectada por la fijación de fronteras que definen a una obra como literaria o no literaria, más fijado en el predominio de una verdad hegemónica e ideológica que en un sentido valorativo de su sentido práctico, es decir, de su valoración en tanto expresión humana.
Así, no nos resulta tan desmesurada la pregunta sartreana de ¿Qué es la literatura?, sino más bien cobra sentido el re-formularla, puesto que cada periodo y cada teoría ha entendido temas diferentes. Unos como Voltaire; conocimiento y otros como Sarte; compromiso. Unos han valorado la poesía por sobre la narrativa y otros el relato por sobre lo lírico. Todas concepciones definidas por una limitación, por el establecimiento de una frontera que parte con una categorización y termina clasificando el texto en una determinada corriente o escuela poética. Estrechez de sentido y estrechez de comprensión, ya que un texto literario posee múltiples dimensiones que abren infinitas posibilidades para su conocimiento, desde una hermenéutica hasta una ciencia social puede desenredar la madeja de la historia escrita, de esa expresión propia de todos los seres humanos.
Destruir esas fronteras es hoy una acción cada vez más común, pero lo curioso es que es propiciada por las diferentes ciencias que ven en los textos literarios una interesante unidad de análisis, reproduciendo la lógica cientificista. No obstante aún, nos quedamos sin saber qué entendemos por literatura y preferimos utilizar el texto para demostrar o refutar hipótesis metodológicas. Desde ahí, entonces, la necesidad de sacar la literatura de los márgenes impuestos nos va a permitir mucho más que el proporcionar un argumento, sino que nos ampliará el conocimiento y comprensión de aquello mismo que la origina, es decir, de la humanidad.

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