Santiago de Chile, Palacio de Gobierno, septiembre de 1973.
Se ignora el nombre del fotógrafo. Ésta es la última
imagen de
Salvador Allende: El tiene un casco puesto, camina
con el arma en la
mano, mira al cielo, los aviones escupen bombas.
El presidente de Chile, votado en las elecciones
libres, había dicho:
-Yo no salgo vivo de aquí.
En la historia latinoamericana, es una frase de
rutina:
la han pronunciado muchos presidentes que a la hora
de la verdad
prefieren sobrevivir, para seguir pronunciándola.
Allende no sale vivo de ahí.
Eduardo
Galeano
La memoria y su contraparte el
olvido hoy son parte substancial de este día. Recordar lo sucedido para que
nunca más se vuelva a repetir. Sin embargo, los mismos agitadores y productores
de la violencia en los tiempos de la Unidad Popular hoy se olvidan de sus actos
y me pregunto ¿por qué? Hace unos días atrás una mujer por las redes sociales
me decía e increpaba que ella no vivió el terror socialista sino hambre y que
su dolor era igual al de las víctimas de la dictadura. Sinceramente creo, que
esa mujer no entiende sus propias afirmaciones, pues el principal argumento que
dieron los sectores acomodados de la burguesía nacional fue producto de una
propaganda definida y sistemática del supuesto terror que se viviría en un
régimen socialista. Imágenes de tanques soviéticos en las calles fueron las que
partidos como la Democracia Cristiana azuzaban en la prensa chilena. Sin
embargo, ella me decía que pasó hambre. Pero esa hambre fue la que provocó su
mismo sector para desestabilizar el gobierno, acaparando mercadería, subiendo
precios en el mercado negro, parando los transportistas para desabastecer las
regiones y peor aún todo con ayuda y financiamiento del gobierno de los Estados
Unidos, igual como ocurre hoy en Venezuela, Argentina, Ecuador o Bolivia, una
especie de táctica derivada del plan económico contra Cuba que mantiene ese
bloqueo cobarde e injustificado.
Vuelvo entonces atrás y retomo mi
pregunta, por qué. Qué justifica estas acciones y su posterior desarrollo. Y
solo veo una cosa: la ambición personal de un pequeño grupo que quiere ganar
más y más a costa de la explotación inmisericorde de todos los trabajadores, de
otra forma no me es posible concebir una explicación. Pues en la Unidad Popular
estos sectores ni censura sufrieron. Y llegó el Golpe de la mano de la Marina
que igual que en todos los conflictos anteriores en la historia de Chile
defendió a la oligarquía y sus intereses particulares, aún no comprendo lo que
entienden por compromiso con su patria.
La violencia llegó con armas de
guerra y declararon una guerra, pero que solo los tenía a ellos como
protagonistas, pues la lucha de clases siempre ha sido su estrategia de
opresión de las mayorías, cuestión que Marx había dicho hace más de un siglo.
Pero hoy todos siguen silentes, pues no hablan de sus contribuciones, de sus
delaciones, de sus participaciones, de su alegría, de su intención de seguir adelante
con la dictadura, de cómo instalaron este modelo deshumanizado que vivimos,
donde todo está convertido en un bien de consumo y todos somos tratados como
consumidores y no como ciudadanos, ni menos dicen dónde están. No obstante, para
mí, la dictadura no se reduce solamente a las violaciones a los derechos
humanos, sino también a la cobardía de cientos de civiles que aprovechando el
resguardo y a sabiendas de sus estrategias de control impusieron leyes, organizaron
instituciones y hasta se sintieron con la autoridad moral para crear una
constitución, la cual una vez más los vuelve a beneficiar.
Entonces, ¿por qué debo creer en sus
palabras si con todo lo sucedido fueron ellos los únicos beneficiados? ¿Dónde
está el arrepentimiento y el reconocimiento que todo lo hecho en esos 17 años
fue producto de una violencia sistemática aplicada a civiles desarmados, es
decir, fue producto de un terrorismo de Estado? Es sin duda ésta la expresión de ellos, los enriquecidos saqueadores del Estado chileno, quienes se quedaron con
sus empresas, quienes no tienen ningún arrepentimiento.
Chile a 40 años del Golpe de Estado
no sigue dividido por un rencor, por un odio de las víctimas, ni vive mirando
el pasado como un horizonte a seguir, sino que vive aún sufriendo los vestigios
de una tiranía que guardó las armas porque dejó su ley. Serán las nuevas
generaciones las que tienen que vencer las cadenas que las anteriores no han
podido y hoy es un buen momento para al menos demostrar que tenemos la fuerza
de nuestras ideas.
Si hoy queremos justicia para
nuestro país, la mejor forma es cambiando su Constitución, cambiando su
parlamento, cambiando la educación, cambiando la salud, cambiando el código
laboral, cambiando el sistema previsional, en definitiva, haciendo una
revolución democrática que cambie todo lo hecho por el aval de balas, torturas
y desapariciones.
Hoy a 40 años del Golpe, solo diré como el mismo Allende:
Viva Chile, viva el pueblo, vivan los trabajadores!
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