lunes, 30 de diciembre de 2013

La vía chilena al Socialismo. El pensamiento político de Salvador Allende. Introducción

Introducción
(Este extracto corresponde a la introducción del libro "La vía chilena al Socialismo. El pensamiento político de Salvador Allende")

Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.
K. Marx, XI Tesis sobre Feuerbach
           
Esta famosa interpelación de Marx hace más de 150 años sigue estando vigente en una actualidad tan vertiginosa como desmesurada. La desigualdad, el consumo, el individualismo, la competencia, los medios de comunicación y la conexión global nos hacen creer que vivimos en un mundo instantáneo, sin historia y en un eterno presente. No obstante, esta actualidad construida sobre diversos procesos de luchas y aplastamientos no puede quedar indiferente sobre sus causas y orígenes, como tampoco puede ser reflexionada críticamente sin considerar los caminos alternativos de la historia en los intentos por cambiar el curso de la misma, ya que el ser humano entre sus múltiples condiciones y a pesar de los diferentes intentos de aniquilación de su subjetividad, conserva su ser histórico.
Mirar el pasado no es un ejercicio limitante, muy por el contrario, es un acto de apertura y ampliación del horizonte para una comprensión de la actualidad y una proyección del futuro, siendo justo a ese mirar hacia el que dirigimos esta exigencia de Marx, pues no se trata de ir en búsqueda de una nueva interpretación del mundo sino de un conocimiento que nos permita construir otra realidad, ya que el sentido no es conocer la historia para su conservación sino para su ruptura, en una actitud que es propia del conocimiento histórico, porque tal como nos lo dice Eduardo Galeano “toda memoria es subversiva, porque es diferente, y también todo proyecto futuro. Se obliga al zombi a comer sin sal: la sal, peligrosa, podría despertarlo. El sistema encuentra su paradigma en la inmutable sociedad de las hormigas. Por eso se lleva mal con la historia de los hombres, por lo mucho que cambia. Y porque en la historia de los hombres cada acto de destrucción encuentra su respuesta, tarde o temprano, en un acto de creación.”[1]
En este sentido, el presente trabajo se enmarca dentro de los estudios del pensamiento y la filosofía latinoamericana. Esta vertiente, poco reconocida en la academia chilena, hoy se revela como una contrahistoria del pensamiento, ya que centra el esfuerzo de su trabajo no solo en autores olvidados y eliminados del recorrido intelectual por quienes privilegian, en las diferentes ciencias sociales y humanas, el estudio sistemático de las concepciones racionalistas y positivistas europeas y norteamericanas, en una acción que conserva uno de los mayores vestigios de la cultura colonial del siglo XVI, sino también como una forma de romper con el dominio hegemónico y de negación de nuestra propia condición mestiza. Volver la mirada sobre nosotros mismos ha tenido como consecuencia un desarrollo sostenido de novedosas y particulares metodologías de análisis, rompiendo, de algún modo, con el dominio epistemológico de teorías completamente exógenas que se instruyen y aplican en los estudios académicos sobre América latina, cuyas conceptualizaciones y teorías terminan reduciendo nuestras particularidades y creaciones a epifenómenos del pensamiento y la cultura europea.
No obstante, no se puede negar que el desarrollo del pensamiento filosófico y político, como también de la cultura de nuestra América, están marcados por el avance de Occidente. La europeización y el cosmopolismo realizaron grandes modificaciones a la sociedad latinoamericana durante el siglo XIX. Las huellas y vestigios del liberalismo y el positivismo son condicionantes de nuestro desarrollo socio-cultural y político, encontrándose aún presentes en las nuevas construcciones sociales, porque como bien  lo señala Leopoldo Zea, “la historia de las ideas de esta nuestra América no se refiere a sus propias ideas, sino a la forma como han sido adaptadas a la realidad latinoamericana, ideas europeas u occidentales.”[2]
Esta apropiación cultural[3] como la denomina Bernardo Subercaseaux, la abordaremos del que, a nuestro entender, es un concepto más claro para afrontar el desarrollo cultural latinoamericano, puesto que hace una reivindicación de nuestra condición mestiza por sobre aquellas que abordan la realidad sociocultural de América latina como un epifenómeno de Occidente. De esta manera hemos decidido llevar adelante nuestro estudio teórico desde la explicitación de la transculturación que sufren las ideas apropiadas desde el viejo continente.
Este concepto de transculturación,  desarrollado por Fernando Ortiz y utilizado por Ángel Rama en sus estudios literarios, lo entendemos como el vocablo que mejor explica el transcurso que sufren las ideas asimiladas, ya que en este proceso se genera una síntesis de las ideas extranjeras y las propias para originar un nuevo pensamiento. La modificación cultural en los nacientes estados nacionales se produce inicialmente por “la inmigración de ciudadanos europeos en número progresivo a partir de mediados del XIX hasta alcanzar la segunda década del XX, contribuirá por una parte, a fortalecer los procesos de creación, aceptación y transmisión de nuevos valores, objetos y acciones de la cultura y, por otra, a disolver algunos de los patrones culturales ya existentes.”[4] Por lo que esta fase resulta crucial para nuestro trabajo, ya que al recoger el antecedente del modo y estado en que surgen las ideas reivindicativas y revolucionarias, podemos reconocer las características de la construcción del imaginario político de  las clases populares, y la posterior formación de los partidos políticos de izquierda en Chile. Así, el estudio de este fenómeno se vuelve importantísimo para comprender la raíz del pensamiento político de Salvador Allende.
En este sentido, esta investigación se vuelca sobre los acontecimientos socio-culturales en los que es posible advertir el antecedente histórico anterior que origina los postulados fundamentales que dan sentido e identidad al proyecto político-social de la Unidad Popular. Bajo esta óptica, entonces, apreciamos el pensamiento político de Salvador Allende como una filosofía de la praxis.
Ahora bien, antes de proseguir, debemos señalar algunos antecedentes sobre esta filosofía para comprender desde otra vereda, es decir, desde la heterodoxia, el carácter marxista del pensamiento político de Salvador Allende. En primer lugar, hay que decir que este concepto de praxis tiene su origen en las lecturas y el estudio del italiano Antonio Labriola[5] sobre el materialismo histórico, y que posteriormente fue recogido por Gramsci en sus análisis e interpretaciones del marxismo[6]. Este concepto sirvió para nombrar la nueva filosofía que inauguraba Marx[7], cuyos fundamentos están señalados en las Tesis sobre Feuerbach[8]. En éstas, se establece el hecho novedoso de radicar el surgimiento de la teoría en y para la acción, por tanto se nutre en y con la práctica social.
Esto rompe definitivamente con la filosofía puramente formal y metafísica anterior, abriendo un nuevo horizonte para la práctica intelectual. De este modo, estudiar a pensadores latinoamericanos como promulgadores de postulados filosóficos es a contracorriente, más aun si estos no son intelectuales que integran la academia, sino que son políticos o al menos tuvieron una definición y participación política en el momento que les tocó vivir. Por lo que la crítica, hecha por Marx, a los modos de interpretar el mundo de parte de los filósofos, marca el inicio de una nueva manera de hacer filosofía, y también de comprenderla.
De este modo, nuestra labor investigativa se inicia en el estudio del pensamiento y la cultura chilena dentro del contexto de los estudios latinoamericanos, centrando el análisis en las formas por las cuales adquieren identidad las ideas políticas occidentales con la realidad socio-cultural de nuestro país. Este fenómeno manifestado en diversas expresiones termina construyendo, a contracorriente de lo señalado en la historia oficial, un acervo intelectual y artístico de carácter popular, vanguardista y propio.
El estudio de la denominada Vía chilena al socialismo se encuadra dentro de la necesaria mirada a la historia de los hechos y planteamientos sociales, pero también de las formas discursivas no clásicas de las ideas políticas y filosóficas. Esto lo hacemos con el propósito de comprender la construcción de las ideas programáticas que como sujetos de clase lograron desarrollar los estratos populares y los partidos políticos que conformaron la UP, más allá de un dogmatismo teórico ortodoxo y con diversas carencias en la teorización que se desarrollaba al respecto.
Dentro de este reconocimiento de las ideas que configuran las bases del proceso chileno, consideramos que el pensamiento político de Salvador Allende fue un elemento central y articulador de esta construcción, más allá de su rol como presidente y líder del proceso social de la Unidad Popular. Esto motivó que el eje de nuestro trabajo entrecruzara ambos temas como partes complementarias de un todo, ya que no se puede comprender la vía chilena al socialismo sin estudiar el pensamiento político de Salvador Allende, como tampoco se puede abordar este último sin comprender los antecedentes socio-culturales de la vía chilena.
Lo anterior nos permite establecer un primer principio a considerar para nuestro estudio, Salvador Allende no es un teórico de la política, ni un intelectual académico, sino más bien, es un político en toda su dimensión y como tal se encuentra inmerso dentro del clima social y cultural del periodo que le tocó vivir. En esta dirección, el desarrollo de este texto se inicia con una mirada analítica a la historia social chilena y al desarrollo de su identidad, para luego dar paso al estudio y profundización, en relación a los antecedentes señalados, sobre el pensamiento político de Salvador Allende.
En este sentido, tenemos que el estudio del pensamiento político y filosófico nos ha hecho transitar por diversas teorías en las que el ser humano ha vislumbrado la posibilidad de construir o desarrollar una realidad social, política y económica distinta a la que vive. Estas teorías han sido vistas como realidades no-existentes, u-tópicas o simplemente mundos soñados. Sin embargo, estas reflexiones e intentos por construir y proyectar realidades alternativas a las existentes se han producido desde la Antigüedad. Frente a esto, la realidad latinoamericana y en particular la chilena no ha estado ausente, desarrollando y contextualizando ideas que ayudan a la fundamentación teórica de la búsqueda por la emancipación social, produciendo en nuestra historia hechos que han marcado el devenir de los pueblos latinoamericanos. De este modo, en nuestra historia reciente, la propuesta de la Unidad Popular constituyó un intento de construcción política y económica distinta a la desarrollada dentro del capitalismo dependiente. Este proceso político, denominado vía chilena al socialismo, construiría por primera vez un modelo de transformación socialista mediante el sufragio universal.
Estos antecedentes nos  introducen, de modo general, en la problemática de estudio de nuestra investigación, la que tiene como finalidad pensar nuestra historia, analizar las distintas categorías conceptuales que componen el pensamiento político de Salvador Allende y pensar el sujeto latinoamericano que en su búsqueda por la independencia cultural, política y económica produce una nueva valoración de sí mismo. A partir de esto, realizaremos un análisis al pensamiento político de Allende, recapitulando previamente algunos antecedentes históricos y socioculturales que están presentes en él.  Para finalizar con una conclusión que involucra una definición genérica de la vía chilena al socialismo y una reflexión acerca del sujeto en el proceso de construcción de esta vía.
Para la consecución de nuestros objetivos hemos establecido una división de nuestro trabajo en dos partes. En la primera de ellas se establecen los antecedentes históricos y los rasgos identitarios de la sociedad chilena, cuyos ejes articuladores serán Los orígenes utópicos del movimiento social, en una revisión necesaria a nuestro siglo XIX, La Modernización, por el cambio en desarrollo económico, La Revolución rusa, por la propagación que produce en el Mundo de las ideas marxistas, y los Frentes Populares, ya que son el antecedente directo de la forma política pluripartidista que tendrá la Unidad Popular. Junto a esto, daremos una mirada a los rasgos identitarios propios de la realidad social chilena, a la forma de construcción de su noción de clase y a la relación que establece con la democracia.
Mientras que en la segunda parte se trata de manera directa el pensamiento político de Salvador Allende, el que está analizado conceptualmente a partir de tres categorías principales que logramos desprender de lo que, a nuestro juicio, es lo central de su pensamiento político, la denominada la vía chilena al socialismo: la interpretación que hace del marxismo, la concepción que él desarrolla sobre la democracia y, finalmente, el sentido de la independencia. Cada categoría está trabajada por los conceptos que Salvador Allende señala y define, interpretando, asimilando y desarrollando, a fin de establecer y dar forma a un pensamiento político genuino, que va más allá de una simple simbiosis de diversas ideas, ya que, como veremos, la vía chilena al socialismo involucra una aportación nueva, creadora a las ideas apropiadas y transformadas por nuestras particularidades, como también se vuelve realidad para la práctica revolucionaria.
Finalmente, tenemos un capítulo compuesto por las conclusiones, en las que realizamos dos ejercicios, por una parte, la definición desde el pensamiento político de Salvador Allende de lo que entiende por vía chilena al socialismo y, por otra, una reflexión filosófica, o si se quiere de antropología filosófica, acerca del sujeto y su rol como constructor del proceso que buscaba ser un nuevo camino al socialismo y de liberación de la dependencia.





[1] Galeano, E. (2006). Las venas abiertas de América Latina. Santiago: Pehuén, p. 363.
[2] Zea, L. (1987). Filosofía de la Historia Americana. México: Fondo de Cultura Económica, p.15.
[3] Subercaseaux, B. (1988). La apropiación cultural en el pensamiento y la cultura de América Latina. En revista Estudios Públicos n°30. Santiago.
[4] González, V. (2009). La crítica cultural latinoamericana y la investigación educativa. Caracas: Fundación Nacional de Historia, p.86
[5] Antonio Labriola (1843-1904) será uno de los primeros marxistas o estudiosos de Marx no dogmáticos, realizando importantes apreciaciones sobre el materialismo histórico. Sus ideas serán consideradas posteriormente por Gramsci, quien dará una mayor profundidad y desarrollo al concepto de praxis. Un libro importante de Labriola es Socialismo y Filosofía en que se reúnen una serie de diez cartas enviadas a George Sorel en 1897.
[6] Para una profundización sobre los estudios de Gramsci ver: Introducción a la filosofía de la praxis en: www.institutodeestudiosmarxistas-leninistas.com
[7] Para una profundización sobre este concepto y estudio del marxismo como filosofía de la praxis se recomienda ver Sánchez Vázquez, A. (2003) La filosofía de la praxis. México: Siglo XXI. No obstante es necesario aclarar, que el sentido que da a este concepto Sánchez Vázquez lo recoge directamente de su estudio sobre las Tesis sobre Feuerbach, no teniendo origen en el concepto de Labriola y Gramsci, aun cuando tenga coincidencias evidentes.
[8] Las once Tesis sobre Feuerbach son una gran síntesis del pensamiento filosófico de Marx, escritas en 1845 en Bruselas, fueron adaptadas y publicadas por primera vez en 1888 por Engels en su texto Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana.  

miércoles, 4 de diciembre de 2013

¿Para qué nos sirve la historia?

¿Para qué nos sirve la historia? Es una pregunta que resuena en muchos estudiantes que ven en el texto escrito un pasado de reyes, príncipes, legiones, guerras y culturas que han sido retratadas con énfasis en su esplendor, o derechamente lo positivo que tuvo para el desarrollo posterior. Pero qué pasa cuando esa historia es cercana, muy reciente y llega a toparse con nuestra propia experiencia personal y familiar: el tema cambia.
El pasado contado en los manuales de historia que se enseña en los colegios está fundado en principios establecidos por la ley o en su defecto por la autoridad presente, quien demarca el sentido que tuvo un hecho o fenómeno histórico. Normalmente eso se asume como tal y no sería algo que diera motivos de controversia salvo en investigadores o intelectuales que conservan rencillas, no pocas veces, personales más que de veracidad o de epistemología y metodología asociada. Pero qué pasa cuando el pasado sigue vivo, no por un antojo sino porque está presente en cada acción de tipo social, puesto que modeló una cultura e instituyó leyes limitadas al cambio con estrategias poco honestas y siempre proclives al sector dominante. La concepción de la historia es otra.
Entonces, el ejercicio de representación del pasado se vuelve no solo necesario y oportuno sino también constructor del porvenir, pues el diálogo con la historia no se produce solo como un ejercicio de conservación o de museología sino como una articulación siempre en presente.
La historia no sólo está orientando la actualidad sino también el futuro mediato en cuanto se apliquen los vestigios indicados, en ese pasado, como una total normalidad. Esto es un peligroso uso del pasado, pues manipula una realidad en función de intereses dominantes que han delimitado y dicho el por qué y los cómo. Acá no se trata de seguir la historia sino de problematizarla, para que arroje nuevas perspectivas del presente, pero también para que abra otros horizontes, tal vez de ahí provenga la asociación entre la historia y la utopía. Pero al darnos cuenta de cuánto y cómo nos han manipulado nos sentimos indefensos, desnudos, impotentes al ver que el mínimo común denominador entre los humanos como lo son las necesidades básicas; comer, dormir, respirar, trabajar, entre otras muchas, han sido resignificadas por intereses del poder, ya no político como antes, sino macro-empresariales y, digámoslo, desproporcionados a cualquier noción de lo humano, pues hoy tenemos una búsqueda de riqueza material infinita. Si para Nietzsche Dios había muerto por causas de la razón humana, hoy vuelve a morir por causas de la riqueza.
Los diferentes estudios históricos muestran que las revoluciones estallan por choque de intereses, expectativas mayores a una realidad limitada, ganas de ser más, hoy diría de tener más, pero también en momentos de opresión, de esclavitud, de confusión. La misma confusión que todos tenemos hoy, mil ideas y mil trabas, leyes mal formuladas, representantes que no representan, homologaciones sin poner énfasis en las diferencias, pensar en un ideal a la medida, convirtiéndonos a todos y cada uno de nosotros en potenciales dictadores de la vida y de la sociedad, pues resuena con fuerza la idea de que la diferencia no existe pues yo soy la verdad.
Para esto nos sirve la historia, para ver la diversidad que el presente y la ambición no nos permite, es subversiva como dice Galeano porque nos abre las expectativas, nos despierta, pero manipulada y cubierta también nos duerme. La historia por sí misma no es suficiente, como tampoco ninguna disciplina. Es necesario el diálogo y la transversalidad, como también lo son los nuevos contratos sociales y la comprensión de la interculturalidad.
Mirar el pasado, no obstante, es un ejercicio de mínima relación moral para lo que vamos a construir, pues no se trata de fundamentos simplemente, sino de las consecuencias de los mismos y hacia los lugares y las trincheras en las que nos ponen.

¿Para qué sirve la historia? Para construir un futuro, al menos, un poco mejor.

viernes, 15 de noviembre de 2013

El arte en la Educación. Una ruptura epistemológica en la práctica pedagógica*


“Educar no es el acto de consumir ideas,
sino de crearlas y recrearlas”
Paulo Freire

La educación en América Latina ha sido desde la invasión hispano-lusitana un tema de conflicto, no solo por las formas que adquirió durante la Colonia y posteriormente a los procesos independentistas, sino también en los contenidos que se vertían en ella. Pues en ambos periodos e incluso hoy la forma y el contenido educativo son la expresión de un proyecto ideológico determinado por el sistema socio-cultural y político-económico que sustenta todo el modelo educativo.
De ahí, entonces, que no es ajeno el que nuestra educación sea discutida con grados de normalidad, siempre, lo que otros han realizado y dicho, desde lo formal hasta en el contenido, sin considerar los factores particulares y locales en donde se produce el proceso que llamamos enseñanza-aprendizaje. Esta situación en la que se ha venido desarrollando la educación contiene en sí la mayor responsabilidad de los retrasos educativos, de la imposibilidad de mejorar sus resultados y por sobre todo de tener en la educación un sólido proyecto que responda al desarrollo integral del ser humano y no a intereses particulares de cada periodo histórico de la sociedad. En otras palabras, hacer de la educación un agente dependiente de las circunstancias políticas y productivas pone en crisis constante el proceso mismo que ella pretende desarrollar.  
En este sentido, ambas condiciones heredadas de la educación, que entre medio ha tenido en disputa múltiples ideas acerca de lo que debiera ser, representan los mayores vestigios coloniales en América Latina, pues desde la Conquista se tiene la idea que la racionalidad, y esto lo digo desde mi propia disciplina; la filosofía, reside en suelo europeo. Pues la famosa sentencia de Hegel de que América es un pueblo sin historia aún resuena en los espacios disciplinares curiosamente más en nuestras tierras que en la propia Europa. Sin embargo, aquella frase, desproporcionada para cualquier momento incluso a la llegada de Colón, se impuso como un determinante del saber y sus prácticas, pues la educación fue concebida como un desarrollo de la racionalidad humana, donde el arte ocupa un lugar marginal. Lo que visto en la situación actual y la dependencia desde la cual hoy se proyecta la educación está sumando a las humanidades.
En este marco general de desarrollo de la educación, insertamos nuestra tesis señalada en el título de esta conferencia, pues el arte en la educación viene a producir una ruptura epistemológica en la práctica pedagógica, porque su incorporación al proceso mismo de la enseñanza-aprendizaje tiene como condición implícita el reconocimiento de las subjetividades de los sujetos que componen el grupo y no como demandan los procesos de racionalismos puramente formales y repetitivos de anulación y ocultamiento de los sujetos. Lo que demanda el exitismo de los resultados, cuya máxima que se refleja en ello es que no importa el sujeto sino lo que se le exige, en este caso lo que debe ser y saber.
Desde ahí entonces, la incorporación como un elemento consubstancial de la práctica pedagógica que proporciona el arte significa un quiebre con esos procesos, particularmente con los monodisciplinares y de ciencias físico-naturales, puesto que el aprendiz deja de ser una caja receptora de contenidos y pasa a ser actor constructivo del proceso. Pero, ustedes podrían decirme que eso es justamente lo que se buscaba con la reforma “española” que se implementó y que fue un gran fracaso en nuestro país, sin embargo lo que yo estoy considerando no es lo declarativo sino lo que efectivamente sucede en la práctica pedagógica y lo que condiciona más allá de tal o cual postulado dicha práctica. En efecto, son tantas las condicionantes de logro, de avance de contenidos, de aprendizajes esperados, de horas de trabajo docente en aula, de horas destinadas a cada área del conocimiento, del nulo trabajo interdisciplinar de los profesores, en otras causas, que poco o casi nada se podría avanzar en esta dirección para alcanzar un desarrollo global e integral del proceso educativo bajo esta premisa constructivista. Entonces como resultado obtuvimos un cambio puramente nominal a las prácticas pedagógicas decimonónicas que aún subsisten en los colegios, los que para mí son hoy por hoy una institución desbordada.
La ruptura
¿Dónde se encuentra el conocimiento? ¿Desde dónde afianzamos los conocimientos que transmitimos? ¿La educación debe responder a los puros requerimientos particulares de cada sociedad histórica o tal vez a una formación integral del sujeto más allá de los requerimientos productivos de tal o cual periodo? ¿De qué manera el arte contribuiría a mejorar la educación?
Con estas y otras preguntas pretendo interrogarnos e interpelarnos sobre nuestro quehacer como profesores. El rol que cumplimos en el aula y el lugar desde dónde nos posicionamos. Efectivamente en la educación no hay lugares metafísicos donde nos interrelacionamos con nuestros estudiantes, el lugar es físico y las manifestaciones que ocurren en dicha interacción debemos comenzar a reflexionarlas como parte de nuestra práctica, pues en esas expresiones hay muchas señales que expresan sentidos diferentes y válidos dentro del proceso y que por diversos factores no son recogidos ni reconocidos por nosotros. Debemos pensar que efectivamente hay un choque simbólico entre nosotros y los estudiantes, donde el rol, muchas veces mal entendido, del profesor son tiranías que ponen o tienen a la disciplina como el fundamento primordial del proceso y al profesor como un verdadero guardián del saber que es entregado solo cuando se cumplen las condiciones ideales de silencio y rectitud en la sala de clases. Ahí, no hay una construcción común de sentido sino muy por el contrario una imposición que tiene como base una pedagogía del terror, pues tiene como principio la represión y el amedrentamiento del estudiante. A pesar que suene esto a otro siglo, aún hoy persiste este tipo de docencia e incluso me atrevería a decir que subsiste también en las aulas universitarias.
Por otra parte, tenemos también una educación dialogante, que se funda a partir de una empatía común del profesor y sus estudiantes, la cual obtiene muy buenos resultados, sin embargo tiene como requisito que ambos compartan ciertas condiciones y capitales culturales para que no se produzca un cuadro de oposición entre un ser y un deber ser.
Y en tercer lugar, situaré la pedagogía constructiva y de valoración del sujeto. Concebida a partir de múltiples concepciones particularmente las aportadas desde la filosofía latinoamericana así como también las pedagogías discutidas en estos horizontes, considero que la expresión del sujeto es primordial para producir un diálogo pedagógico, para lograr un desarrollo armónico de los sujetos, para la concientización de su propia condición y su propio ser, y para producir un conocer y un conocernos, siendo aquí el arte un provocador y el dinamizador de todo el proceso, pues en él se permite el desarrollo de una libertad y creatividad en que se expresa una idea del mundo, y a través de ella un capital simbólico que no necesita ser anulado sino que incorporado al proceso educativo.
Esta ruptura epistemológica está justamente en el lugar del descentramiento de la figura del profesor y su quehacer, pues los saberes definidos en los manuales hoy han sido relegados a las particularidades de sus condiciones dejando atrás las concepciones de verdades universales y establecidas desde lugares ocultos y desconocidos. De validaciones que no pasan de ser creencias y valores personales impuestos a sujetos que junto con nosotros han sido negados y desconocidos por aquello mismo a lo que le atribuimos LA razón o LA verdad. 
La construcción de un saber común
La práctica pedagógica necesita ser validada y reconocida en su sentido fundamental, no puramente económico sino en el dialogante, reflexivo y constructivo de su quehacer. Esto cuando uno lo conversa con colegas jóvenes o lo discute en las clases en la universidad pasa normalmente como una exigencia de aburrimiento absoluto, porque la valoración socio-cultural del diálogo y la reflexión son en sentido negativo y no positivo, pero además porque no hemos sido capaces de asociar esas actividades a los desarrollos sensoriales, al trabajo de los sentidos. La captación de todo fenómeno no pasa por una racionalidad pura, sino por su relación directa, experiencial y por tanto sensorial. Hacer de ello construcciones y representaciones es parte de la labor pedagógica pero no al modo en que yo quiero que sea representado sino al modo como los estudiantes se lo representan. Ahí está el sentido de la libertad creadora, del diálogo, del respeto de visiones, en fin, de una vida también más democrática.
La construcción de un saber común estriba entonces en el compartir cotidiano, en la búsqueda de expresiones, en la libertad para que ello sea posible, en el desarrollo de una consciencia crítica y propositiva, pero también y sobre todo de los valores humanos que como especie y como parte de la naturaleza debemos preservar.
Para finalizar quisiera decir que el arte desde siempre ha sido expresión de formas de sentir, de formas de comunicar, de formas creativas, de actos de liberación. Yo me siento tremendamente honrado de poder compartir con ustedes esta apreciación general del arte en la educación en que se busca el reconocimiento de los sujetos negados y el establecimiento declarado del lugar desde dónde se sitúa el profesor para el desarrollo de su práctica.
Muchas Gracias.

 *Conferencia pronunciada en el Seminario Arte y Educación. Re-aprender y Re-enseñar a través del Arte. Universidad Andrés Bello Sede Viña del Mar Noviembre 2013 

martes, 15 de octubre de 2013

Ensayo crítico sobre la Universidad Neoliberal

La universidad ha sido desde siempre un espacio del y para el conocimiento, desde los inicios fundadores del saber riguroso, este espacio tuvo problemas para su avance y desarrollo, pues continuamente ha tenido que combatir el régimen ideológico imperante, llámese catolicismo, liberalismo, positivismo y muchos otros ismos. Sin embargo, la realidad de América Latina ha sido más precaria aún, ya que estos espacios han surgido al alero de ideas de dominio, ya sea por expansión ideológica, como lo sucedido con los centros académicos fundados en la Colonia, o para potenciar el dominio de unos pocos que se hicieron del poder con las independencias. Es decir, en América la universidad fue para una elite, condición que recién parece estar poniéndose en cuestionamiento a finales del siglo XX. No obstante, este cambio se debe a su crecimiento desmedido de matrículas y carreras, visto más como un proceso económico que como una planificación de desarrollo país, aún cuando por defecto esto ocurra, lo cual nos hace suponer que la universidad en su total dimensión sigue siendo para una elite. (Esto último se puede comparar con las universidad más importantes del mundo y quienes son su alumnos).
Ahora bien, dentro de este marco quisiera entrar al cuestionamiento específico respecto de esta tesis general, es decir, las características de la universidad vista como negocio para una mayoría y como debe ser en su sentido efectivo sólo para una elite.

1.- No hay generación de nuevos conocimientos. La universidad vista en el actual modelo neoliberal se ha convertido en un centro de formación técnica calificada para la gran mayoría de jóvenes que pertenece a ella, es decir, los estudiantes ingresan a adquirir “competencias” que son específicas para las áreas laborales en las que están interesados, perdiendo todo sentido integral de la formación profesional, haciendo de la práctica académica una mera repetición de contenidos sin poner en discusión ni promover la investigación que produzca nuevos conocimientos o aportes críticos a los ya existentes.
1.1.- De esto se desprende que el alumno considere que estudiar es la práctica repetitiva y rememorativa de una lectura sugerida y acorde al ramo o curso tomado, los cuales están circunscritos al aprendizaje técnico de la carrera, salvo los prácticos en que se ensaya la teoría. Por A o B solo hay una repetición.
1.2- El estudiante, entonces, es visto como un producto, pues se espera de él que adquiera ciertas condiciones que le permitan aumentar su valor en la sociedad, del mismo modo como una materia prima, por ejemplo, una tela que luego de un proceso productivo se convierte en pantalón o falda. Es decir, la mirada sobre la educación superior es puramente económica.
1.3.- El académico en este sentido deja de ser un investigador y pasa a ser un docente, al cual se le exige que tenga más condiciones didácticas que investigativas, enseñándole incluso estrategias casi de entretenimiento para que su entrega de “información” sea más lúdica y fácil de llevar a la práctica, pues al tratar al estudiante como un cliente se le pretenden dar todas las facilidades para que consuma el conocimiento comprado.
1.3.1.- Esto último trae como consecuencia que el académico sea un trabajador desrregulado que vende su fuerza de trabajo por horas, solo considerándose la docencia, sin investigación y sin extensión, pilares de la actividad universitaria.
1.3.2.- Por su parte, la minoría de académicos planta o con contrato pasa a desempeñar labores administrativas, convirtiéndose en un funcionario de la institución que imparte docencia, más no en un académico que genere nuevos conocimientos.

2.- La universidad es un aliado de la empresa privada. Esta condición se refuerza cada vez más en las forzosas y bien vistas alianzas entre los centros académicos con las industrias y empresa privada, pues al ser éstos los espacios finales de la “formación técnica profesional” los privados indican sus necesidades para la adecuación de requisitos en la enseñanza que se imparte en la universidad, dejando fuera de participación cualquier otra mirada que incorpore el Estado acerca del desarrollo del país, pues en este sentido prima un carácter económico.
2.1.- El estudiante es enviado a prácticas profesionales a centros productivos donde no reciben ningún tipo de remuneración por su trabajo realizado, entregándole gratuitamente al privado sus conocimientos e incluso sus ideas de mejora, es decir, ocurre una transferencia directa de la educación a la empresa sin que se consolide ni evalúe el conocimiento o idea novedosa del estudiante.
2.2.- La universidad pierde entonces su autonomía y comienza a regirse por las leyes del mercado laboral, que es más bien, un mercado definido y condicionado por el empresariado.
2.2.1.- La universidad pierde cualquier dimensión de su sentido público, pues solo se dedica a responder a los privados.

3.- En la universidad no existe debate ni confrontación de ideas, solo hay aplicación de conocimientos. En efecto, los centros de formación profesional no consideran espacios de intercambio de conocimiento ni eventos de discusión donde se establezcan consensos respecto de las diferentes áreas de desarrollo, pues esto está completamente entregado a las manos del empresariado, no hay ningún evento académico que sea reconocido ni valorizado en la sociedad como un lugar donde se posen las miradas por las resoluciones a las que se llegue.
3.1.- Esto hace ver que la universidad se ha instalado instrumentalmente en la sociedad, donde el joven asiste más por el sentido móvil de su condición laboral, cuestión que no está asegurada, que por un sentido esencial y público de la responsabilidad que implica ser un profesional y estar más “preparado” para los avatares no solo laborales sino también, supuestamente, de la vida. Con todo, pertenecer a la universidad es estatus social y también económico, cosa que tienen muy claro los estudiantes de ingeniería comercial, industrial, en minas, medicina o derecho, entre otras.

4.- El pensamiento crítico y las humanidades en general están en retroceso. En esta concepción de universidad y por las condiciones antes descritas, las humanidades están en un retroceso que aumenta cada día, generando consecuencias lamentables para el país, no solo por los índices que evidencia la lectura y escritura en Chile, sino también por la ética profesional con que se actúa.
4.1.- Las carreras al ser vistas como simples formadoras de competencias relegan el rol de las humanidades y el pensamiento crítico a un segundo plano, sin ver ahí cuestiones consubstanciales del desarrollo profesional como la expresión oral y escrita, la resolución de problemas, el trato interpersonal, la reflexión crítica en la toma de decisiones, entre otras relacionadas, pero fundamentalmente la ética.
4.2.- El rol de las humanidades para la formación integral del profesional es necesaria para la construcción de país que estamos construyendo, pues no solo se necesitan autómatas eficientes sino también personas que piensen y expresen, por diferentes vías y formas, su pensamiento y reflexión. En esto, creo no equivocarme, al establecer una relación entre lo sucedido con las carreras humanistas en la Dictadura cívico-militar que encabezó Augusto Pinochet con el rol que adquieren las humanidades en el neoliberalismo, es decir, hay una condescendencia ideológica de por medio, la necesidad de formar profesionales a-críticos.


Visto así, la Universidad Neoliberal que estamos viviendo y de la cual formamos parte quienes somos o nos consideramos académicos y no simples repetidores de un conocimiento pauteado por la libre competencia vulnera nuestra actividad y nuestro quehacer profesional y ético, por acción u omisión, haciéndonos forzosamente parte de un modelo educativo que no pretende poner en discusión nada salvo la mejora de la utilidad empresarial, que sin duda importa, pero no lo suficiente para determinar y condicionar el desarrollo académico que debe producirse en la universidad, pues esta sociedad, y esto es algo evidente pero tan evidente que no se ve, no solo la conforman los grandes capitales privados.  

lunes, 30 de septiembre de 2013

El NO y sus consecuencias, una mirada crítica

Desde hace mucho tiempo resuena el eco alegre del triunfo democrático por el cual se puso fin a la Dictadura militar, cuya algarabía fue tanta en ese momento que se extendió por 20 años como la repetición de un disco en mal estado. Pero al mirar lo sucedido posteriormente y el actual momento que atraviesa la sociedad chilena nos es posible advertir una serie de “eventos desafortunados”, por llamar de algún modo a todas esas decisiones y acciones que se llevaron adelante como parte de un supuesto programa que definía la vida democrática como supresión de la diferencia, pues, en efecto, la política tendió siempre a caminar por el acuerdo impositivo de un sector que en Chile siempre ha sido una minoría. Ahora bien revisemos brevemente algunas consecuencias en esa pequeña historia de los últimos 25 años.
El triunfo del NO y su eslogan que indicaba una alegría futura suprimió de facto el sentimiento profundo del dolor, el temor y angustia ante un país lleno de injusticias y arbitrariedades que durante 17 años tuvo como discurso principal el anti-comunismo, dando la esperanza que todo podía cambiar y que además eso provocaría la alegría (entiéndase dignidad) de vivir mejor. Sin embargo esa utópica posición y proyección política tenía como resultado inmediato el triunfo del modelo que se impuso mediante la Dictadura, pues era someterse a las reglas del juego pre-establecidas en una Constitución fraudulenta, pero además llena de vicios justamente anti-democráticos en que una minoría siempre, sin importar los resultados electorales, se ha visto favorecida.
Pero el problema no se detiene ahí, que ya es muchísimo. Sino además ese hipotético triunfo trajo consigo una serie de acuerdos que pretendían, y en gran medida lo lograron, hacer borrón y cuenta nueva, algo así como comenzar una nueva independencia legalmente establecida, luego de una “supuesta” guerra civil por esa independencia que se obtuvo con el Golpe de Estado del “cáncer marxista”, de ahí la figura pletórica de Pinochet como Capitán General, grado solo ha sido sustentado por el llamado padre de la patria Bernardo O´Higgins. Entonces, a partir de esta constitución se ordenaba el curso estable de lo que ese sector minoritario definió cómo la correcta forma de vivir en democracia, con acuerdos y limitaciones que desde el primer gobierno concertacionista de Aylwin se han visto beneficiados, por ejemplo, acuerdo para no investigar los casos de las privatizaciones de las empresas estatales llevado a cabo en Dictadura, intento y esto es muy sospechoso, por eso no solo es dudosa sino también inverosímil la posición de desconocimiento de las violaciones a los derechos humanos por parte de ese sector minoritario que gobernó junto al dictador, promover la misma amnistía (olvido en griego) para los delitos de lesa humanidad cometidos por los militares, mantenimiento del modelo en sus bases fundamentales de salud, educación, vivienda, previsión y sistema tributario, asimismo como del sistema electoral y conservación de la institucionalidad adquirida de las fuerzas armadas. En fin, todo un conjunto que solo hacía mantener lo fijado por medio de un terrorismo de Estado.
Entonces cabe preguntarse ¿Qué tuvo de positivo el triunfo del No en Chile? Una cosa, poner fin a la arbitrariedad que era tan grande que la diferencia era desaparecida, silenciada, asesinada y torturada. El NO puso fin al Terrorismo de Estado. Ese fue el triunfo, más no significó ninguna otra cosa, pues todo lo demás ha sido con el beneplácito de un poder económico que saca bien sus cuentas y permite hacer algún pequeño cambio que signifique siempre más crecimiento económico para el consumo, pues la política de los bonos es una muy social forma de traspasar fondos públicos a los privados, pues aumenta la capacidad de consumo de una familia por una vez al año entregándole esos fondos en la compra al propio privado. Pues hoy en Chile todo tiene un valor monetario.

En este sentido, Piñera ha sido el presidente más concertacionista de todos, pues ha sido pragmático en todo sentido contraviniendo incluso posiciones pactadas como el 10% del cobre en las fuerzas armadas, el voto voluntario o la cobertura económica desde el Estado a los estudiantes de Educación Superior, pero como todo se ha visibilizado como verdaderamente es, como política de derecha, ha producido un estado de subjetividad social distinta que ha presionado a los dirigentes políticos que triunfaron con el NO a hacerse eco de sus demandas, cuestión que ha provocado un cambio en el escenario político, esta vez el voto no será para mantener el actual estado de cosas como ocurrió en las siguientes elecciones desde 1988, sino para cambiarlas. Se corrió la meta triunfalista a la que estaban acostumbrados ciertos dirigentes políticos. Hoy la ciudadanía demanda más porque perdió el miedo en las nuevas generaciones, lo que obliga a los sectores políticos a mantenerse en convicciones y no en conveniencias económicas, cuestión que solo se podrá ver en un próximo gobierno, ya que si no se cumple con lo propuesto se tenderá hacia caminos aún más caudillistas que los que estamos presenciando hoy en las distintas candidaturas. 

miércoles, 11 de septiembre de 2013

A 40 años del Golpe de Estado


Santiago de Chile, Palacio de Gobierno, septiembre de 1973.
Se ignora el nombre del fotógrafo. Ésta es la última imagen de
Salvador Allende: El tiene un casco puesto, camina con el arma en la
mano, mira al cielo, los aviones escupen bombas.
El presidente de Chile, votado en las elecciones libres, había dicho:
-Yo no salgo vivo de aquí.
En la historia latinoamericana, es una frase de rutina:
la han pronunciado muchos presidentes que a la hora de la verdad
prefieren sobrevivir, para seguir pronunciándola.
Allende no sale vivo de ahí.
Eduardo Galeano

            La memoria y su contraparte el olvido hoy son parte substancial de este día. Recordar lo sucedido para que nunca más se vuelva a repetir. Sin embargo, los mismos agitadores y productores de la violencia en los tiempos de la Unidad Popular hoy se olvidan de sus actos y me pregunto ¿por qué? Hace unos días atrás una mujer por las redes sociales me decía e increpaba que ella no vivió el terror socialista sino hambre y que su dolor era igual al de las víctimas de la dictadura. Sinceramente creo, que esa mujer no entiende sus propias afirmaciones, pues el principal argumento que dieron los sectores acomodados de la burguesía nacional fue producto de una propaganda definida y sistemática del supuesto terror que se viviría en un régimen socialista. Imágenes de tanques soviéticos en las calles fueron las que partidos como la Democracia Cristiana azuzaban en la prensa chilena. Sin embargo, ella me decía que pasó hambre. Pero esa hambre fue la que provocó su mismo sector para desestabilizar el gobierno, acaparando mercadería, subiendo precios en el mercado negro, parando los transportistas para desabastecer las regiones y peor aún todo con ayuda y financiamiento del gobierno de los Estados Unidos, igual como ocurre hoy en Venezuela, Argentina, Ecuador o Bolivia, una especie de táctica derivada del plan económico contra Cuba que mantiene ese bloqueo cobarde e injustificado.
            Vuelvo entonces atrás y retomo mi pregunta, por qué. Qué justifica estas acciones y su posterior desarrollo. Y solo veo una cosa: la ambición personal de un pequeño grupo que quiere ganar más y más a costa de la explotación inmisericorde de todos los trabajadores, de otra forma no me es posible concebir una explicación. Pues en la Unidad Popular estos sectores ni censura sufrieron. Y llegó el Golpe de la mano de la Marina que igual que en todos los conflictos anteriores en la historia de Chile defendió a la oligarquía y sus intereses particulares, aún no comprendo lo que entienden por compromiso con su patria.
            La violencia llegó con armas de guerra y declararon una guerra, pero que solo los tenía a ellos como protagonistas, pues la lucha de clases siempre ha sido su estrategia de opresión de las mayorías, cuestión que Marx había dicho hace más de un siglo. Pero hoy todos siguen silentes, pues no hablan de sus contribuciones, de sus delaciones, de sus participaciones, de su alegría, de su intención de seguir adelante con la dictadura, de cómo instalaron este modelo deshumanizado que vivimos, donde todo está convertido en un bien de consumo y todos somos tratados como consumidores y no como ciudadanos, ni menos dicen dónde están. No obstante, para mí, la dictadura no se reduce solamente a las violaciones a los derechos humanos, sino también a la cobardía de cientos de civiles que aprovechando el resguardo y a sabiendas de sus estrategias de control impusieron leyes, organizaron instituciones y hasta se sintieron con la autoridad moral para crear una constitución, la cual una vez más los vuelve a beneficiar.
            Entonces, ¿por qué debo creer en sus palabras si con todo lo sucedido fueron ellos los únicos beneficiados? ¿Dónde está el arrepentimiento y el reconocimiento que todo lo hecho en esos 17 años fue producto de una violencia sistemática aplicada a civiles desarmados, es decir, fue producto de un terrorismo de Estado? Es sin duda ésta la expresión de ellos, los enriquecidos saqueadores del Estado chileno, quienes se quedaron con sus empresas, quienes no tienen ningún arrepentimiento.
            Chile a 40 años del Golpe de Estado no sigue dividido por un rencor, por un odio de las víctimas, ni vive mirando el pasado como un horizonte a seguir, sino que vive aún sufriendo los vestigios de una tiranía que guardó las armas porque dejó su ley. Serán las nuevas generaciones las que tienen que vencer las cadenas que las anteriores no han podido y hoy es un buen momento para al menos demostrar que tenemos la fuerza de nuestras ideas.
            Si hoy queremos justicia para nuestro país, la mejor forma es cambiando su Constitución, cambiando su parlamento, cambiando la educación, cambiando la salud, cambiando el código laboral, cambiando el sistema previsional, en definitiva, haciendo una revolución democrática que cambie todo lo hecho por el aval de balas, torturas y desapariciones.
           
Hoy a 40 años del Golpe, solo diré como el mismo Allende:
                                                                                Viva Chile, viva el pueblo, vivan los trabajadores! 

martes, 11 de junio de 2013

“Pensamiento, Sociedad y Desarrollo. Chile 40 años después”

Nota Introductoria
El presente texto fue una Conferencia realizada en las IX Jornadas Nacionales y VI Latinoamericanas “El pensar y el hacer en Nuestra América a doscientos años de las guerras de la independencia”, realizadas en octubre del 2010 en la Universidad Nacional del Sur, Bahía Blanca Argentina y publicada como artículo en la revista Pacarina del Sur (www.pacarinadelsur.com) y com capítulo en el libro El pensar y el hacer en Nuestra América a doscientos años de las guerras de la independencia Buenos Aires 2011 Imago Mundi.  



Chile y la lucha de clases.
“La historia de todas las sociedades que han existido hasta ahora es la historia de la lucha de clases.”                                         
K. Marx y F. Engels

            Hace un par de años se cumplió al centenario del natalicio de Salvador Allende. Hoy se cumplen 40 años desde que asumiera la presidencia de la república de Chile, en un hecho inédito para la historia, el socialismo conquistaba el poder por la vía eleccionaria. Democracia liberal y socialismo ortodoxo se convertían en el centro de la discusión teórica de la izquierda chilena y latinoamericana. La derecha por su parte se organizaba. La vía chilena al socialismo no resistió más que mil días. La Unidad Popular se convertía en un ejemplo para el mundo, en donde la conciliación multipartidista y la unidad de credos era la fortaleza del nuevo gobierno, pero no pudo por la vía pacífica oponerse a la barbarie de las armas. Allende no salió vivo. El 11 de septiembre de 1973 la Moneda ardía en llamas, los soldados que decían protegerla la atacaban ahora con furia; balas, bombas y granadas destruían los muros del palacio de gobierno y con ello también se destruía la sociedad que se reinventaba con las ideas de justicia social. Allende dejaba a las nuevas generaciones la tarea que se posponía. Ese mismo día comienzan las detenciones y las torturas, a la mañana siguiente los fusilamientos. En dos días, la normalidad se restituía; la gente volvía al trabajo; y la institucionalidad se vestía de colores militares y empresariales. Las personas tenían miedo. Comienza el terrorismo de estado y la modernización neocapitalista. Chile ahora caminaba hacia el neoliberalismo. Se inicia lo que ellos mismos denominaron la revolución silenciosa. Las armas blindaban la desarticulación de la sociedad anterior y permitían los cambios hacia el capitalismo extremo. 17 años duró la dictadura militar. En 1989 por una mayoría relativa triunfa el NO. Marzo de 1990; Patricio Aylwin se convierte en el primer presidente electo en la vuelta a la democracia. Sin embargo, esta democracia ya no era la misma, estaba limitada con un sistema binominal. Solo dos conglomerados tienen posibilidad de repartirse el poder parlamentario. No hay espacio para la diferencia. La izquierda ha retrocedido. La persecución casi la hace desaparecer. Muchos se habían ido, pocos volvieron. La democracia ahora estaba pactada con la derecha. 20 años de Concertación de partidos por la democracia han gobernado, cuatro presidentes han habido; 2 Demócrata cristianos (DC), uno del Partido por la democracia (PPD) y otro del Partido socialista (PS). Este último fue la primera mujer presidenta, militante del mismo partido de Allende; Michelle Bachelet. Las políticas económicas fueron las implantadas en la dictadura, el neoliberalismo hacía crecer la economía y aumentaba la desigualdad. La movilización social ahora estaba desarticulada. 20 años y ningún cambio en lo político que avanzara hacia un país más democrático y más justo. La concertación quedaba en deuda. Hoy Chile ha elegido un gobierno de derecha. A la fecha actual[1] van más de 5 marchas masivas. Dos de ellas han superado las 200 mil personas a nivel nacional. Los jóvenes se han empoderado. La familia vuelve a la calle. Chile tiene una esperanza, solo el tiempo nos dirá hacia donde vamos. La construcción social no está determinada cuando es democrática, solo se sabe que tendrá una gran resistencia de los grupos económicos y dominantes. Chile sigue viviendo y la lucha de clases[2] se vuelve hacer evidente.
           
Pensamiento, Sociedad y Desarrollo           
                       
            El golpe de Estado realizado por las cuatro ramas de las Fuerzas Armadas y de Orden marca un antes y después en la historia chilena. La llegada de la derecha al poder destruyó casi en la totalidad el proceso social anterior. La construcción de identidad y de la propia subjetividad de la clase obrera se había iniciado en Chile a finales del siglo XIX y comienzos del XX. El discurso político y social de los movimientos obreros traspasó las fronteras de la lucha reivindicativa y sectorial e inició la construcción de un proyecto político propio. Sus banderas de lucha tuvieron eco en las Universidades en la década del ´20[3], mientras que en la literatura se manifestó de lleno en las generaciones del ´27 ´38[4] y ´40. Entre tanto, las artes vivirían lo propio en los años ´40[5] y la música popular chilena, que resurgía desde el campo, lo haría en los ´60[6]. Todas éstas fueron otras formas de expresión de un discurso social y político en construcción, las que han ayudado a no olvidar lo sucedido y la creatividad de lo realizado. Estas manifestaciones son la evidencia del desarrollo de la subjetividad y de la autoafirmación de sí que como sujetos de clase lograron desarrollar los trabajadores chilenos. Sin embargo, la dictadura militar encabezada por Augusto Pinochet trató con mil formas borrar lo construido y hasta cierto punto lo logró. Primero con la violencia física, luego con la quema de libros y supresión de ideas, para finalmente cambiar el sistema político y educativo. La derecha económica, con el oportunismo característico, hizo su asesoría a costa de mejorar su beneficio político y financiero. Mano de obra barata, mal educada, sin mucho pensamiento crítico y con poca movilidad social son sólo algunas de las condiciones negativas que surgirían con el nuevo sistema. En él, también, descubrieron una nueva veta para hacer negocios: la educación.
Hoy, la educación ha crecido a niveles insospechados, donde el mercado regula gran parte de ese crecimiento. El estudiante ya no es una persona en formación, sino el comprador de un servicio. El sobreendeudamiento en la banca privada y la competencia entre las instituciones han colmado la oferta de profesiones. El estado, marginado de su responsabilidad con la educación y convertido en un subsidiario, ha visto sucesiones de crisis económicas en sus propias universidades, dando espacios para el crecimiento desmedido de la oferta privada y lucrativa. El PIB invertido en educación superior en Chile es el 0.32[7], el más bajo de los países de la OCDE. Esto traducido a la realidad, representa alrededor de un 15% del costo total de una carrera en las universidades públicas, el 85% restante es cubierto con capitales propios de las familias, con créditos que pueden ser fiscales según condición socioeconómica o de la banca privada según la renta del aval (Créditos Corfo).
A esto, debemos sumar las limitantes de una democracia tutelada por una institucionalidad presidencialista, cuya única participación política es por medio de los partidos pertenecientes a los conglomerados de derecha y de centro-progresista. La izquierda hasta antes del 2010 representada en el Partido comunista se denominaba extraparlamentaria. Hoy, por un acuerdo contra la exclusión producida por el sistema binominal, el PC tiene tres escaños en el parlamento, por medio de cupos cedidos por los partidos de centro-izquierda de la Concertación.
De este modo, el poder ciudadano se ha visto mermado y superado por una sociedad de consumo, donde la organización social cada día es menor. Los sindicatos son perseguidos, los centros de estudiantes y federaciones están prohibidos en la mayoría de las universidades privadas, y los espacios colectivos están reducidos a fiestas callejeras tipo carnaval, sin ningún desarrollo identitario ni local propio. Sin embargo, los últimos acontecimientos evidencian que la perdida de ideales y el compromiso social es producto de un sistema agotado que está retrocediendo. Hoy los ciudadanos están exigiendo más y la institucionalidad debe buscar soluciones. El descontento social producido por la inequidad del desarrollo está evidenciando un conflicto ocultado. El desarrollo ha producido la siguiente sentencia: en 30 años de capitalismo neoliberal en Chile, los ricos son más y ricos y los pobres son más pobres. 

Sobre el pensamiento

Muchos son los testimonios de intelectuales que hablan del periodo vivido en Chile llamado “El apagón cultural”.[8] Este fenómeno producido por la persecución al pensamiento crítico y a las corrientes intelectuales y artísticas de izquierda, tuvo como máxima expresión la expulsión de sus cátedras a varios cientos de profesores y académicos universitarios. El cierre temporal de carreras y la fragmentación de las universidades del estado culminó el llamado proceso de limpieza del pensamiento marxista de las aulas. La Universidad Técnica del Estado y la Universidad de Chile fueron divididas en universidades regionales. La exoneración y el exilio fueron parte de los efectos, pero la constitución de 1980 permitió la formulación de leyes sin discusión parlamentaria.  Los nuevos decretos dictaminados al año siguiente reinventaron el sistema educativo. Ahora se traspasaba a las familias la responsabilidad de la educación y se convertía al estado en mero subsidiario.
Hoy, el rol de los intelectuales es de simples espectadores. Pocos son los que han desarrollado pensamiento crítico y menos aún los que lo combinan con una práctica social. La mercantilización de la educación ha afectado directamente la calidad investigativa y la generación de nuevos conocimientos y pensamiento crítico. Lo poco rentable que son las áreas humanistas han hecho que retrocedan de su lugar fundamental en las instituciones de educación superior. Ahora, los economistas son quienes determinan los programas curriculares, le llaman: competencias. Atrás han quedado las reflexiones y publicaciones de ensayistas e intelectuales que alimentaban el debate, hoy todo es y debe ser conciliado. La divergencia es considerada conflictiva y esta, a su vez, negativa para la productividad, por lo que es aislada por un sistema que busca la autorrealización.
Este giro epistemológico del hacer educativo en Chile evidencia lo que el capitalismo, los filósofos metafísicos y un gran número de académicos chilenos han negado: la estrecha relación entre política y educación. Las humanidades viven en el paradigma de la incertidumbre, pero no hablamos de esa que alimenta la sospecha y la duda sobre el conocimiento existente, sino el de la supervivencia, ya que el poco o casi nulo financiamiento de proyectos de investigación social y humanista, incluso en las universidades públicas, están afectando el debate académico e intelectual. La organización de congresos y seminarios están en su mayoría coordinados por iniciativas estudiantiles, pero no obedece a una política universitaria. La extensión es casi una simple declaración consignada en los principios de la visión y misión institucional, pero sin recursos para su ejecución. Unos dicen que falta financiamiento del Estado, otros que la empresa privada debe financiar estas iniciativas, sin embargo lo que resulta de esto es una carencia de espacios de intercambio investigativo que surja como parte del quehacer académico.
La apertura hacia las carreras científicas y tecnológicas por parte de la investigación y la academia es importante para el desarrollo del país. Sin embargo, no es el único polo de desarrollo educativo y profesional. Esto ha originado la llamada tecnocracia en la política chilena, donde son los Ingenieros Comerciales e Industriales los que están haciendo política como administradores de una empresa, sin tener una visión global y valórica de lo que significa la sociedad en su conjunto. El resultado ha sido buenas cifras en lo macroeconómico y pésimo desarrollo social. El Chile actual es uno de los países a nivel mundial con los peores índices de distribución de la riqueza. Un alto ejecutivo de una multinacional llega a ganar hasta 100 veces más el sueldo de un empleado de baja calificación en la misma empresa.
Hoy las cátedras universitarias están plagadas de paradigmas económicos y neoliberales, su justificación es que vivimos dentro de este sistema. Sin embargo, el espacio que representa la universidad es mucho más diverso que la reproducción de conocimientos sistémicos, es en su sentido primero el lugar desde donde surgen los nuevos paradigmas. No es la reproducción de pensamiento sino la creación su estímulo constante.
El pensamiento crítico ha retrocedido dentro de las academias de manera substancial, y al alero de la formación de los nuevos profesionales se encuentra lejos de volver a ocupar su sitial. Nuestra visión de la educación no surge desde la reflexión crítica y participativa de la comunidad educativa, sino de la imitación y copia de los modelos europeos y norteamericanos, los que hasta la fecha no han dado buenos resultados. No obstante, el gobierno y la clase política culpa a los profesores, a quienes se les obliga a impartir un currículo que, en el sector público y semi-público de la educación secundaria, ni siquiera pueden modificar, y en el que tampoco tuvieron una opinión cuando fueron formulados. Así, la problemática de la educación chilena y el desarrollo del pensamiento es transversal, cuyo origen es producto de una construcción global del sistema que afecta desde la educación básica a la superior.  
El capital humano avanzado tampoco se encuentra marginado de esta realidad. La formulación de múltiples programas de postgrados están más orientados a la especialización profesional que hacia la estimulación investigativa, lo que en la práctica resulta ser un negocio muy rentable para las universidades y un gran gasto para el profesional. El problema sobre el desarrollo del pensamiento crítico, creativo, reflexivo y divergente radica en la reproducción de la desigualdad que vive el país en lo económico, ámbito que en el neoliberalismo dicta las pautas del desarrollo educativo y que no considera la diferencia ni la crítica. Este sistema es intolerable a los cuestionamientos.

Sobre la sociedad y el desarrollo

Hace una década atrás el sociólogo chileno Tomás Moulian publicó su libro Chile actual. Anatomía de un mito en el que, de manera clara y lúcida, develaba la realidad social chilena. En él, se evidencian los mecanismos por los cuales el consumo se instala, con ayuda de la opresión social y política, como modelo de desarrollo. Y cuestiona el hecho de que el consumo se haya convertido en una práctica social que ha modificado los valores sociales hacia el hedonismo.
Cuantiosos son los análisis sobre este fenómeno social que se inician con la crítica de Moulian, sin embargo dichos estudios son más utilizados por la publicidad y los medios de control que para la formulación de teoría y pensamiento crítico. El argumento es: la necesidad de trabajo por parte de los sociólogos y las imposibilidades que tiene el sistema para este objetivo. Los 20 años de gobierno de la Concertación son la expresión institucional de este discurso.
La sociedad chilena, dentro del contexto latinoamericano y caribeño, es la que tiene una mayor conectividad, el crecimiento macroeconómico ha permitido el desarrollo de los medios de comunicación y transportes. Cada año la actividad productiva industrial es reemplazada por la venta de servicios y el retail en las regiones. El campesinado se ha trasladado a la ciudad, siendo los inmigrantes quienes ocupan sus puestos en los campos en condiciones laborales de aprovechamiento y explotación. Los bajos sueldos por los que se contrata a los inmigrantes de los países vecinos han provocado, en tiempos de crisis, cifras elevadas de cesantía y el ofrecimiento de sueldos miserables.
En Chile el sueldo mínimo es de 172.000 pesos, algo así como unos 340 dólares. Sin embargo, producto de los descuentos legales de salud, previsión y seguro de cesantía estos se reducen en casi un 25%, quedando en 129 mil pesos chilenos. Pero el tema no se detiene ahí, el sistema tributario chileno es de carácter regresivo, por lo que todos debemos pagar en cada compra el 19% de i.v.a., que en la práctica significa un mayor pago para las familias más pobres y menos para las más ricas. Sin siquiera considerar que casi la mayoría de los empresarios compran con el rut tributario de su negocio, lo que hace que sus impuestos sean deducidos y por tanto pagan menos. Esto hace de que desde la práctica tributaria, es decir, que desde la propia institucionalidad estatal está afianzada la desigualdad. Los orígenes de esto fue la dictadura; los gestores, la derecha; y los profundizadores; la concertación.
La sociedad chilena actual sufre los vicios de un sistema que muestra el sueño burgués, el confort posible de conseguir con el endeudamiento produce la aceptación de los malos contratos laborales para pagar las deudas contraídas, a esto sumamos que la nula participación en la toma de decisiones sobre la economía y la política han permitido que en Chile se formen una parte importante de las fortunas más grandes de América Latina, sin ser uno de los países más numerosos. El confort ha sido asociado a una desvinculación de parte de las personas hacia las problemáticas sociales, provocando que los trabajadores solo se preocupen del cumplimiento de sus “contratos”. 
La centralización del país y todo lo que ello trae consigo, son problemáticas que están convirtiendo la capital en un núcleo social que genera altas expectativas de vida, sin lograrlas. La marginalidad y la delincuencia son solo algunas de las consecuencias de una falta de política que incentive la descentralización. Las ciudades están siendo fragmentadas con la creación de pequeños espacios comerciales copados por empresas multinacionales, los que en Chile y gran parte de América los conocemos como Mall. Estas catedrales del consumo, como las llama Moulian, están conformadas por tiendas que segregan a sus compradores por el poder adquisitivo que ellos tienen, generando una discriminación social hasta en estos centros que han venido a reemplazar el rol de espacio de reunión que tenía la plaza pública.
Los medios de comunicación concentrados en las manos minoritarias de las grandes fortunas y la iglesia, muestran una imagen cordial, amena y tranquila de nuestra sociedad, salvo por la delincuencia. Las diferencias políticas son suavizadas o simplemente omitidas. Los escándalos de corrupción no son investigados, y de ser conocidos no están en las páginas policiales, sino en las económicas, como si no fueran un delito.
En síntesis, podemos señalar, que la sociedad chilena ha sido diseñada de modo tal que todas las actividades económicas y productivas afianzan el ideal de libertad. Sin embargo, en la práctica estamos todos sujetos a nuestro poder adquisitivo y de endeudamiento. Así, el neoliberalismo posee una libertad tutelada por el dinero. Es anti-ético. Los ricos son los únicos que tienen la posibilidad de acrecentar su fortuna, mientras el pobres solo puede mantener su sobrevivencia. El desarrollo chileno es la riqueza de una minoría, la misma que hace 37 años se opuso de forma violenta a una reforma social que redistribuyera los ingresos. Lo paradójico es que esos mismo, demagógicamente, han conquistado el gobierno diciendo que esa es su tarea, disminuir la desigualdad. A la fecha solo vemos que ésta aumenta. Pero los jóvenes se cansaron de sufrir la imposibilidad de acceder a los beneficios que la sociedad con su desarrollo dice tener, generando este año 2011 grandes movilizaciones con demandas que traspasan la pura reivindicación por la educación.

A modo de conclusión
“No es igual la libertad del patrono para contratar trabajo, teniendo en sus manos los medios de producción, que la libertad del trabajador para ceder su única mercancía, el trabajo, careciendo del instrumental para trabajar. Igual sucederá con los pueblos que pretenden enarbolar la bandera de autodeterminación. De aquí que naciones poderosas puedan, en nombre del ideal libertario, imponer sus intereses sobre pueblos que carecen de elementos para hacer respetar el derecho de autodeterminación, pues son estas potencias las que deciden el uso de determinadas libertades en pueblos que carecen de tal potencia. Vietnam, Chile y otras naciones han tenido que enfrentarse a la desigualdad que guardan frente a las grandes potencias y la cual imposibilita la anhelada libertad.”[9]
L. Zea
           
Chile en el transcurso de estos 40 años pasó de un proceso social, a una institucionalidad impuesta por medio de las armas. La participación fue relegada al voto. El comercio ha crecido más que la justicia social. La segregación va desde lo político hasta lo educacional. El gran regulador no es el Estado sino la economía. La ley de oferta y demanda es su constitución. El retroceso de las humanidades ha significado un aumento de la tecnificación profesional con una formación centrada en la práctica y la poca reflexión. La integración social, el trato respetuoso y tolerante hacia la diferencia son condiciones personales y no aportadas por una formación profesional integral. El pensamiento crítico ha sido relegado al ámbito lógico y retórico más que para el uso del análisis y la resolución de problemas.
La educación hoy es un negocio, y es tan lucrativo que la mayoría de los políticos tienen inversiones en esta área. El 2006 una gran movilización de los estudiantes secundarios pedía la derogación de una de las leyes heredadas de la dictadura y que sentaba las bases del sistema. La concertación pactó con la derecha una nueva ley. Se pasó de la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (L.O.C.E) a la Ley General de Educación (L.G.E), nada cambió. Se pretendía mejorar la calidad incorporando más competencia en lo profesional. En la actualidad cualquier profesional puede hacer clases en un colegio. La carrera docente ha sido ofendida por la clase política, tal como los mineros a principios del siglo XX eran denigrados por los ingleses dueños de las salitreras. Ellos ven a los profesores como su clase trabajadora y como en toda empresa la generación de mano de obra y la subvaloración de la misma hacen que su costo se reduzca. El efecto; más lucro para el dueño del colegio y el accionista de la universidad, menor ingreso para el trabajador.
            En la sociedad chilena se cree que un profesor estudió esa carrera porque no le alcanzó el puntaje para otra. Los sueldos son en promedio la mitad de lo que ganan otros profesionales de igual preparación. Los dividendos económicos son tan grandes que los sostenedores agrandan cada cinco años los establecimientos. El resultado: la economía ve en la educación un área más de la productividad y no del desarrollo social. Más producción no significa mayor desarrollo.
            La materialidad no es una consecuencia de una distribución equitativa, sino de la apertura comercial producida por los Tratados de Libre Comercio (T.L.C.). Esto ha originado una amplia oferta de productos, cuya economía se fortalece por la venta de servicios. Es intangible. Dependemos de la situación del cobre y él del crecimiento de China e India, de la importación de productos agrícolas y el comercio. La industria nacional casi no existe. En Chile se puede encontrar de todo, pero casi todo es chino, el resto de los productos es de los demás países de Asia.
            Con entusiasmo hemos manifestado demandas que van en el sentido contrario, pero desde los gobiernos nada ha sido recogido. La realidad actual está sufriendo el agotamiento de una sociedad silenciada por la voz autoritaria de una institucionalidad política que se parapeta en la legalidad. Todo está controlado por una Constitución que pareciera ser intocable. El sistema binominal, la educación como bien de consumo, la imposibilidad de los organismos públicos para hacer industrias con sentido público. Estos son algunas de los controles que se heredaron de la dictadura. Los partidos se han acomodado a su ejecución, en ellos pareciera que la discusión está agotada a la utilidad de la administración y no hacia la participación y representación social.
            Estos son tiempos de conflicto, la derecha no tiene capacidad de diálogo y entendimiento con la ciudadanía. No entiende que para gobernar debe hacerlo con la gente y no imponiendo su postura sobre ella. Su elección, surgida del descontento con la concertación, evidenciaba la señal de que las personas no se sienten representadas por la institucionalidad política. Los actores sociales ya no se agrupan en los partidos tradicionales, sino en la red social: el internet. Vivimos tiempos de lucha, hemos de esperar que la justicia de las demandas se imponga a los maltratos de la represión y la intransigencia de un sistema agotado. En 1989 cayó el socialismo como lo habían desarrollado los soviéticos. Hoy estamos viendo como comienza a derrumbarse el neoliberalismo.  








[1] Estos antecedentes los he querido sumar a los dichos en el Congreso en Bahía Blanca, porque estas movilizaciones masivas son un acontecimiento histórico para los últimos 20 años, donde las movilizaciones masivas de estudiantes y trabajadores están poniendo en jaque las decisiones del gobierno de Sebastián Piñera (Renovación Nacional), provocando incluso cambios de gabinete, además de tener que discutir las problemáticas planteadas con el propio movimiento social.
[2] Sobre este concepto es importante señalar lo siguiente: en una carta de Marx a Weydemeyer fechada el 5 de marzo de 1852, explica que el concepto de lucha de clases no le pertenece, sino que lo tomó de los historiadores burgueses. Marx lo dice así: “en lo que a mí respecta, no ostento el título de descubridor de la existencia de las clases en la sociedad moderna, y tampoco siquiera de la lucha entre ellas. Mucho antes que yo, los historiadores burgueses habían descrito el desarrollo histórico de esta lucha de clases, y los economistas burgueses habían descrito el desarrollo histórico de esta lucha de clases. Lo que yo hice de nuevo fue demostrar: 1) que la existencia de las clases está vinculada únicamente a fases particulares, históricas del desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce necesariamente a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura sólo constituye la transición a la abolición de todas las clases y a una sociedad sin clases. Marx, C. y Federico Engels Correspondencia 1947  Ed. Problemas Buenos Aires p.73
[3] En el año 1920 la FECH (Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile) es ganada por sectores anarquistas y socialistas. Produciendo el primer acercamiento entre el mundo estudiantil y sindical. Para mayor profundización ver: Revista Claridad 1920-1926 Órgano oficial de la FECH en http://www.claridad.uchile.cl/ y a Góngora, Mario Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX Santiago 1986 Ed. Universitaria.
[4] Las generaciones del ´27, ´38 y ´40, corresponden al método histórico de la literatura desarrollado por Cedomil Goic. Éstas representan las más comprometidas con los movimientos sociales. Su narrativa de carácter realista e influencia rusa será matizada por la realidad social chilena, dando pie al surgimiento de una narrativa social proletaria en pleno auge de las vanguardias estéticas. Su literatura de fuerte sentido pedagógico será publicada principalmente en la prensa obrera y sus autores más relevantes engrosaran las filas del movimiento social anarquista y comunista.
[5] Un importante lugar ocupará el grabado, el que tuvo un desarrollo significativo en estos años. Sus principales exponentes serán Matta, Carlos Hermosilla y Sergio Rojas.
[6] La figura primordial para este resurgir del folclor chileno será Violeta Parra, quien dará un impulso a la música popular chilena en la llamada Peña de los Parra. Autores como Victor Jara y Patricio Manns formarán la parte fundamental de la Nueva canción chilena. Para un conocimiento más acabado ver: Revista Araucaria de Chile N°2 en http://www.memoriachilena.cl//temas/index.asp?id_ut=revistaaraucariadechile(1978-1989) y a Manns, Patricio Violeta Parra Barcelona 1978 Ediciones Júcar.
[8] Para una mayor profundidad ver Revista La Araucana de Chile N°1 en http://www.memoriachilena.cl//temas/index.asp?id_ut=revistaaraucariadechile(1978-1989) Este órgano reunía a gran parte de los intelectuales chilenos y latinoamericanos exiliados. En ella es posible observar las corrientes de pensamiento crítico y artístico que sufrieron la persecución de las dictaduras, aunque enfocada principalmente en la situación chilena.
[9] Zea, Leopoldo Filosofía de la historia de América Méjico, Editorial Fondo de Cultura Económica 1987, p.40