miércoles, 11 de septiembre de 2013

A 40 años del Golpe de Estado


Santiago de Chile, Palacio de Gobierno, septiembre de 1973.
Se ignora el nombre del fotógrafo. Ésta es la última imagen de
Salvador Allende: El tiene un casco puesto, camina con el arma en la
mano, mira al cielo, los aviones escupen bombas.
El presidente de Chile, votado en las elecciones libres, había dicho:
-Yo no salgo vivo de aquí.
En la historia latinoamericana, es una frase de rutina:
la han pronunciado muchos presidentes que a la hora de la verdad
prefieren sobrevivir, para seguir pronunciándola.
Allende no sale vivo de ahí.
Eduardo Galeano

            La memoria y su contraparte el olvido hoy son parte substancial de este día. Recordar lo sucedido para que nunca más se vuelva a repetir. Sin embargo, los mismos agitadores y productores de la violencia en los tiempos de la Unidad Popular hoy se olvidan de sus actos y me pregunto ¿por qué? Hace unos días atrás una mujer por las redes sociales me decía e increpaba que ella no vivió el terror socialista sino hambre y que su dolor era igual al de las víctimas de la dictadura. Sinceramente creo, que esa mujer no entiende sus propias afirmaciones, pues el principal argumento que dieron los sectores acomodados de la burguesía nacional fue producto de una propaganda definida y sistemática del supuesto terror que se viviría en un régimen socialista. Imágenes de tanques soviéticos en las calles fueron las que partidos como la Democracia Cristiana azuzaban en la prensa chilena. Sin embargo, ella me decía que pasó hambre. Pero esa hambre fue la que provocó su mismo sector para desestabilizar el gobierno, acaparando mercadería, subiendo precios en el mercado negro, parando los transportistas para desabastecer las regiones y peor aún todo con ayuda y financiamiento del gobierno de los Estados Unidos, igual como ocurre hoy en Venezuela, Argentina, Ecuador o Bolivia, una especie de táctica derivada del plan económico contra Cuba que mantiene ese bloqueo cobarde e injustificado.
            Vuelvo entonces atrás y retomo mi pregunta, por qué. Qué justifica estas acciones y su posterior desarrollo. Y solo veo una cosa: la ambición personal de un pequeño grupo que quiere ganar más y más a costa de la explotación inmisericorde de todos los trabajadores, de otra forma no me es posible concebir una explicación. Pues en la Unidad Popular estos sectores ni censura sufrieron. Y llegó el Golpe de la mano de la Marina que igual que en todos los conflictos anteriores en la historia de Chile defendió a la oligarquía y sus intereses particulares, aún no comprendo lo que entienden por compromiso con su patria.
            La violencia llegó con armas de guerra y declararon una guerra, pero que solo los tenía a ellos como protagonistas, pues la lucha de clases siempre ha sido su estrategia de opresión de las mayorías, cuestión que Marx había dicho hace más de un siglo. Pero hoy todos siguen silentes, pues no hablan de sus contribuciones, de sus delaciones, de sus participaciones, de su alegría, de su intención de seguir adelante con la dictadura, de cómo instalaron este modelo deshumanizado que vivimos, donde todo está convertido en un bien de consumo y todos somos tratados como consumidores y no como ciudadanos, ni menos dicen dónde están. No obstante, para mí, la dictadura no se reduce solamente a las violaciones a los derechos humanos, sino también a la cobardía de cientos de civiles que aprovechando el resguardo y a sabiendas de sus estrategias de control impusieron leyes, organizaron instituciones y hasta se sintieron con la autoridad moral para crear una constitución, la cual una vez más los vuelve a beneficiar.
            Entonces, ¿por qué debo creer en sus palabras si con todo lo sucedido fueron ellos los únicos beneficiados? ¿Dónde está el arrepentimiento y el reconocimiento que todo lo hecho en esos 17 años fue producto de una violencia sistemática aplicada a civiles desarmados, es decir, fue producto de un terrorismo de Estado? Es sin duda ésta la expresión de ellos, los enriquecidos saqueadores del Estado chileno, quienes se quedaron con sus empresas, quienes no tienen ningún arrepentimiento.
            Chile a 40 años del Golpe de Estado no sigue dividido por un rencor, por un odio de las víctimas, ni vive mirando el pasado como un horizonte a seguir, sino que vive aún sufriendo los vestigios de una tiranía que guardó las armas porque dejó su ley. Serán las nuevas generaciones las que tienen que vencer las cadenas que las anteriores no han podido y hoy es un buen momento para al menos demostrar que tenemos la fuerza de nuestras ideas.
            Si hoy queremos justicia para nuestro país, la mejor forma es cambiando su Constitución, cambiando su parlamento, cambiando la educación, cambiando la salud, cambiando el código laboral, cambiando el sistema previsional, en definitiva, haciendo una revolución democrática que cambie todo lo hecho por el aval de balas, torturas y desapariciones.
           
Hoy a 40 años del Golpe, solo diré como el mismo Allende:
                                                                                Viva Chile, viva el pueblo, vivan los trabajadores! 

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