lunes, 11 de septiembre de 2023

11 de septiembre de 2023 A 50 años del Golpe de Estado

¿Por qué volvemos cada año los primeros días de septiembre a hablar del Golpe de Estado?, ¿por qué hay quienes insisten en el olvido y otros en la memoria?, ¿por qué no superamos este hecho? 

Ha pasado medio siglo y el trauma social del Golpe sigue vigente como línea divisoria y moral del discurso político. Chile, una vez más, hacía luz y vanguardia al elegir democráticamente un proceso de cambio social y de respuesta a las necesidades de una sociedad pobre y campesina. El pueblo, usando su soberanía democrática, dio el triunfo a un proyecto de país liderado por una izquierda marxista y revolucionaria. Esto molestó a la élite económica y política del país, que comenzó en el momento mismo de las elecciones a difamar a la Unidad Popular.

La historia ya conocía de un proceso similar. Se conoce como la República Española, que terminó con una guerra civil y un general al mando; Francisco Franco. Los sentidos de dicho acontecimiento forman parte de la historia oculta sobre el fascismo en el Mundo, donde un sector de la Iglesia Católica y una monarquía restituida han ayudado a sus silencios. Sin embargo, el trauma aún persiste y las muertes nos recuerdan que hay sectores dispuestos a todo para defender sus privilegios.

En nuestro país, el modelo imitado y planificado no sólo fue originado por la Armada y grupos económicos interesados, sino también apoyados y financiados por Estados Unidos, gobernado por uno de sus presidentes más desprestigiado, Richard Nixon. Así organizaron desde el asesinato del General René Schneider, antes de la asunción de Allende, hasta los distintos boicots al gobierno, donde los camioneros financiados por la C.I.A. desabastecieron distintas regiones del país.

Y así la élite económica y la derecha política que los representaba en minoría en el parlamento, orquestaban el fracaso del Gobierno de la Unidad Popular para justificar, como lo hacen hoy en día, el Golpe de Estado. Por eso a la derecha le gusta hablar de los “hechos” que originan el Golpe de Estado, pero no hablan de su participación y la traición que hicieron al país cuando vendieron y entregaron información sensible de la política interna a un país extranjero. 

La derecha junto a las Fuerzas Armadas y los Estados Unidos hicieron el Golpe de Estado el 11 de septiembre de 1973. Bombardearon La Moneda, detuvieron a las y los dirigentes políticos del gobierno, a los y las militantes, comenzando ese mismo día las torturas, las muertes y las desapariciones. No es un mito, no fueron hechos aislados y tampoco una fantasía como lo hacía ver la prensa y el periodismo de la época que hacía eco de la política del silencio y la negación.

¿Dónde están?, ¿qué les hicieron?, ¿por qué los tenían que torturar, violar, matar, desaparecer?, ¿qué justifica todo eso hasta hoy? Si tuvieras un hijo o hija, un padre, una madre, un hermano o hermana, un abuelo o abuela a quien el estado sacó desde su casa para someterlo a cualquiera de estos hechos descritos, entenderías el dolor que significa perder a un ser querido por el sólo hecho de tener un pensamiento político distinto y querer que la riqueza no sea producto de la explotación de unos sobre otros como sigue siendo hoy en día.

A 50 años del Golpe aún no sabemos el paradero de más de 1100 detenidos desaparecidos. No hay condena de los crímenes de los que fueron víctimas, pero peor aún, una verdad que esclarezca las razones por las cuales fueron aniquilados. Y esa verdad es la que la derecha política y económica no quiere dialogar, porque les significa reconocer que apoyaron el exterminio de personas que tenían ideas contrarias a las de ellos.

No van a firmar una declaración conjunta con la izquierda, ni van a pedir verdad y justicia, sino que seguirán buscando justificar sus actos porque no fueron simples cómplices pasivos, fueron y son promotores de un discurso de odio. Lo vemos en sus declaraciones, en sus entrevistas y en sus comentarios. No respetan el dolor, porque no respetan a las personas que piensan distinto, ni a las ideas diferentes. 

Cada mes de septiembre volvemos a hablar del Golpe porque como todo trauma sigue latente el dolor, la búsqueda y el no reconocimiento de la verdad de los hechos. Así, la memoria emerge como discurso de resistencia, como expresión de vida y sobrevivencia, como valor histórico y moral de quienes sólo buscaron construir un país más justo dentro de la vía democrática.


miércoles, 23 de agosto de 2023

Los desafíos del nuevo ministro de educación

 La educación siempre es un desafío para los gobiernos. De ahí que no sea extraño el cambio en el Mineduc en lo que fue el tercer ajuste ministerial del presidente Boric. La cartera de educación no sólo es compleja en sí misma, sino que actualmente posee al menos tres conflictos: 1) el plan de reactivación educativa; 2) el paro docente; y 3) los compromisos de campaña.  

No es fácil la tarea que tiene que enfrentar el nuevo ministro, para un gobierno cuyas máximas figuras emergieron del movimiento estudiantil y para el ministro mismo que fuera asesor del Colegio de Profesores, y, hasta el año pasado, subsecretario de esta misma cartera. 

Nicolás Cataldo, en ese sentido, podría entenderse bien con los profesores y generar condiciones para una mesa de trabajo conjunta que evite un paro indefinido, pero no será lo mismo en el plan de desarrollo estratégico del Mineduc, donde el desafíos es resolver problemas de administración y gestión pedagógica, que van desde cambios al modo de financiamiento de la subvención en base al promedio de asistencia de cada estudiante, hasta desarrollar un plan más eficiente de los Servicios Locales de Educación Pública (SLEP), en el proceso heredado de la desmunicipalización del año 2016 y que no fue resuelto por la administración de Sebastián Piñera. 

Con todo, el Mineduc es una cartera estratégica que en este “primer tiempo” del gobierno no había ocupado la centralidad que posee y que hoy se asume como un desafío a mejorar con el cambio de la conducción. Esperamos todos quienes nos dedicamos a la educación, que se camine en la dirección correcta para poder avanzar en una real mejora de la educación post pandemia y poner los énfasis en los aspectos técnicos que se están demandando, por el bien de nuestros niñas, niños y adolescentes. 

lunes, 14 de agosto de 2023

Paro Docente

 En el Mundo la educación siempre ha sido un desafío. Gobiernos y sociedades civiles año tras año, discuten los modos en que las complejidades humanas manifiestas en la realidad se absorban con prontitud en los sistemas educativos. Hoy, por ejemplo, inclusión, tecnologías, finanzas, convivencia o inteligencia artificial, entre otras. Sin embargo, es poca la atención que se pone sobre lo que dicen los y las docentes, quienes conocen mucho mejor la realidad de las aulas que viven a diario y que, muchas veces, se tiende a transformar desde miríadas que poco responden a las necesidades particulares de cada comunidad escolar. 

En este escenario, el ministro de educación tiene siempre un desafío mayor al de otras carteras, pues se espera de él un reflejo estratégico del gobierno en el área y no una simple administración de funcionamiento. En este mismo sentido, el hecho que la primera magistratura emergiera políticamente desde el moviendo estudiantil que reclamó una educación pública, gratuita y de calidad, deja en una posición a priori de mayores expectativas a cumplir por esta cartera. Y ahí es que resulta significativo el paro docente que viene in crescendo, pues lo que se pide es en resumidas cuentas dos cosas: 1) el cumplimiento de compromisos de campaña y 2) una agenda común que logre subsanar los estragos que no se han corregido con las leyes del 2016 y que en algunos casos, como los SLEP, no han funcionado. 

En tal sentido, creo que el ministerio tiene que escuchar más a sus docentes porque se está alertando una situación que reclama una pronta solución y no una promesa de largo aliento, no sólo por evitar un conflicto político social como es el paro de uno de los principales gremios del país, sino porque están expresando la necesidad de resolver problemas que se pueden ir agrandando hasta llegar a niveles insolubles.


Texto publicado en varios medios digitales

martes, 18 de julio de 2023

El bienestar y docencia. Un desafío que no hemos podido resolver

 La semana pasada fuimos testigos de la confesión, por la red social Tik Tok, de una joven estudiante de pedagogía sobre el maltrato psicológico que estaba recibiendo de parte de un grupo de estudiantes de séptimo básico en el establecimiento que realizaba su práctica profesional. Ese mismo día se conocían los desastrosos resultados del SIMCE 2022. Alguien podría pensar que no existe relación entre un hecho y otro, pero la investigación científica muestra todo lo contrario. Hay una relación directa entre bienestar y calidad educativa, pues como se viene evidenciando desde hace un par de décadas, el espacio social que representa el aula de clases posee condiciones de vulnerabilidad no solo social sino también afectiva, donde el o la docente vierte y construye su identidad profesional. En síntesis, el clima social del aula vincula resultados, autoestima y realización personal, tanto de los estudiantes como de los y las docentes.

En este sentido, a pesar del camino que se viene desarrollando desde la década del ochenta con estudios sobre el efecto de las emociones en el trabajo docente, no se ha profundizado todo lo necesario para tomar medidas reparatorias y formativas sobre el bienestar de los y las profesoras. De hecho, en el año 2003 el artículo: Teachers’ emotion and teaching: A review of the and directions for future research, de Sutton y Wheatley, señalaba que faltaba mucho por conocer y comprender acerca de la relación entre experiencia emocional docente y práctica pedagógica. Hecho que se ha venido a corregir, en parte, con las indagaciones que estos últimos años, especialmente los post pandemia, se han realizado. Y es que la salud mental y el efecto que tiene el espacio laboral en ella recién se ha convertido en un tema relevante, donde hoy y gracias a las redes sociales, recordemos el impacto que causó en su momento el grupo de Facebook “Confesiones docentes” el año 2016 donde se declararon situaciones similares por parte de profesores y profesoras en ejercicio y en un completo anonimato, se pudo conocer públicamente y con más detalle lo que viven los y las profesoras en su espacio de trabajo, sin advertir la importancia que todo ello reviste para las finalidades de la educación.

Y es que durante todos estos años la política pública educacional ha estado centrada en evaluaciones y rendiciones de cuenta, que han mejorado muy poco los resultados educativos y donde uno de los aspectos positivos a destacar ha sido la mejora de la Formación Inicial Docente, pero mediante criterios obligatorios que deben cumplir las carreras de pedagogía para acreditar su calidad. Con esto, estamos viendo una necesidad inmediata de preparar a nuestros docentes en convivencia escolar y educación socioemocional, no solo pensando en detener el abandono docente de los recién titulados, sino también con miras a mejorar los resultados educativos, pues como muestran Téllez-Martínez et al. (2021) cuando los y las docentes mejoran su bienestar, mejora el clima escolar, del mismo modo que aumenta el rendimiento escolar (Múñoz, Fernández y Jacott, 2018).

Por este motivo, la confesión y los resultados del SIMCE nos tienen que llamar a pensar y desarrollar espacios de intervención que garanticen tanto el bienestar docente, incluidos quienes realizan prácticas profesionales en ellos, como la construcción de un clima emocional que propicie aprendizajes más allá del dominio de un determinado contenido disciplinar. 

El educación en la política: entre deudas y laberintos

El discurso de rendición de cuentas y presentación de proyectos por parte del presidente Gabriel Boric para el siguiente año de trabajo gubernamental es un momento de reflexión y análisis, donde siempre se espera con inquietud qué se dirá en cada área y con esperanza sobre que soluciones se presentarán a los problemas sociales que nos aquejan. En este sentido, lo señalado en materias de educación se fijó en puntos que son importantes pero limitados: las deudas y el laberinto de la deserción escolar. Y es que, postpandemia, hemos sido testigos de un aumento sostenido de niños, niñas y adolescentes que han optado por la deserción escolar, donde, lamentablemente la inmensa mayoría de ellos pertenece a los sectores más vulnerables de nuestra población. Organismos internacionales y distintos estudios sitúan a la pandemia como uno de los gatillantes de esta situación, pero lo cierto en nuestro país es que ella sólo permitió observar de manera cuantitativa una realidad que estaba disfrazada en el ausentismo escolar, es decir, antes de la pandemia los estudiantes figuraban en la matrícula, pero no asistían con un mínimo de regularidad a clases debido al sistema de financiamiento basado en la subvención por asistencia escolar. Y acá es donde nos encontramos en un laberinto.

Hace un tiempo el Ministerio de Educación convocó a un consejo para la reactivación educativa, una buena señal, pero un mal augurio. Esto porque la composición carecía de quienes, a nuestro juicio, debían ser los principales partícipes de la discusión, investigadores e investigadoras, directores de los colegios, docentes y trabajadores sociales de establecimientos de alta vulnerabilidad, tanto los exitosos como los no exitosos en prácticas de retención estudiantil, e incluso la defensoría de la niñez que desde hace meses viene trabajando la relación entre deserción escolar y delincuencia juvenil, cuyo resultado es catastrófico, porque para un segmento de la sociedad la vía de su desarrollo social no está siendo el camino institucional, sino vías alternas que nos deberían llamar a profundas reflexiones sociales, siendo la delincuencia sólo una de las existentes.

De ahí que nos pareció poco profundo el abordaje en la educación, pues hay necesidades que requieren ser presagiadas y pensadas desde la experiencia adquirida como, por ejemplo, la discusión de las vacaciones de invierno. Este tema no es nuevo, y debería estar buscándose una alternativa de flexibilidad a las planificaciones del calendario escolar, pues no es posible que este se dictamine desde el ministerio de educación de forma homogénea en un país tan diverso como el nuestro. Ello, debería ser una medida local o a lo menos regional respondiendo a las realidades, incluso climáticas de cada zona. Pues el invierno no es el mismo en el norte del país que en la zona sur, donde las enfermedades respiratorias colapsan el sistema hospitalario. Del mismo modo, los establecimientos deberían tener protocolos de virtualización en periodos complejos y de alto índice de contagios, tal como lo tuvimos durante la pandemia o en su defecto, condiciones pre-establecidas por organismos competentes para tomar decisiones extraordinarias al respecto. Y eso, es también mejorar la calidad de la educación porque es dar tranquilidad y seguridad a las familias de que el sistema responde a sus necesidades y no a la inversa.

Aunque es valorable la disposición de diálogo y la apertura para tomar decisiones, hay que seguir buscando de qué manera fortalecemos en conjunto el camino para salir del complejo laberinto en el que está la educación hoy en día postpandemia.

martes, 9 de mayo de 2023

Tecnología y Educación, una tarea pendiente.

 

El año 2016 el Instituto de Estadísticas de la Unesco elaboró un informe en el que señalaba que a nivel mundial faltarían alrededor de 44,4 millones de docentes, indicando que en determinadas áreas ésta escasez tendría porcentajes muy, pero muy altos. En Chile, este problema ha sido relevado por Elige Educar en su informe del 2021, donde proyectó un déficit de 33 mil docentes al 2030. Y hoy, cuando la Inteligencia Artificial (IA) ha estado masificando sus potencialidades con textos, trabajos y hasta imágenes premiadas creadas artificialmente, todos hemos puesto la preocupación en qué pasará con la educación. Partiendo por las trabas que podría significar a los sistemas educativos para la generación de movilidad social al no reemplazar, solamente, puestos de trabajos operativos básicos, sino que la IA vendría a reemplazar trabajos profesionales como contadores o periodistas como se ha visto en algunos ejercicios virtuales. Pero, más allá de estas aprensiones y reparos que podemos hacer, la mirada sobre lo que ocurre en la educación de nuestros niños, niñas y adolescentes es más problemática, ya que al observar el currículum escolar vemos que el ramo de Educación Tecnológica (Edutec) es uno de los que presenta mayor déficit en la educación secundaria, al punto que la prueba de conocimientos disciplinarios de la Evaluación Nacional Diagnóstica (END) de la especialidad de Edutec ya no se está generando. Esto porque hasta el año 2020 sólo 6 estudiantes a nivel nacional se presentaban a rendirla versus los cerca de 1700 estudiantes del área de Inglés. Y la pregunta es ¿quiénes enseñan educación tecnológica en los colegios?, la respuesta es más sorprendente aún, los decentes de artes. Y, me perdonarán mis queridos colegas de artes, pero su formación tiene poco o nada de relación con las tecnologías, ya que su especialidad disciplinar no tiene ni siquiera ramos declarados en sus mallas curriculares al respecto. 
Este problema acrecienta aún más el desafío de la tecnología en la educación, pues si ya vimos el deficitario manejo de las TICs durante la pandemia, de parte de un gran número de docentes, hoy estamos evidenciando que no tenemos ni siquiera la idoneidad profesional en las aulas en la asignatura tecnológica. Esto, no sólo acrecienta la brecha formativa, como evidencian los estudios internacionales al respecto, sino que generan una desigualdad social que se expande al acceso, uso y manejo de las nuevas tecnologías, y ahora en el dominio de lo que se puede enseñar a hacer o no con la IA. 
Es cierto que podríamos alegar que todos los ramos escolares pueden enseñar IA, pero no es menos cierto, que la existencia de una ramo en específico de tecnología ayudaría a la formación de competencias adecuadas en el área, las mismas que tributarían al desarrollo de mejores aprendizajes en otras disciplinas.
El déficit de docentes idóneos hoy está afectando el principal dominio de los estudiantes del siglo XXI, y parece que poco importa. Necesitamos incentivar el desarrollo de la educación tecnológica no sólo pensando en el ámbito escolar, sino en el dominio profesional y el desarrollo de las ciencias.


Esta columna ha sido publicada en diversos medios de comunicación nacional.




viernes, 24 de marzo de 2023

La violencia en las escuelas y el aumento del uso de armas en su interior

 

Recientemente hemos conocido de múltiples hechos violentos en distintas escuelas del país, cuestión nada nueva ni tampoco aislada, lamentablemente. Y es por eso que resulta importante atender con medidas efectivas, pero no populistas ni de corto plazo. La violencia escolar es sólo el reflejo de una violencia social que hemos acumulado por décadas, las que no están asociadas únicamente a delitos, sino a una estructura social discriminatoria y de impunidad.

Un hecho que siempre comento en clases es la forma en la que manejamos los automóviles, pues para mí ese es un reflejo de cómo, en cierta medida una persona, enfrenta la vida. Sin señalizar, tirando el auto encima si este es más grande o lujoso, adelantando indiscriminadamente y/o simplemente virando en doble fila en calles principales. Lo que refleja un síntoma de la forma en la que nos estamos relacionando.

El problema es que esa manera de establecer relaciones entre las personas en la sociedad refleja un cierto grado de convención en el que se destaca y se reconoce al más fuerte, y esto va desde el que grita más o aquel que tiene el arma más peligrosa hasta el que tiene más seguidores en Instagram o Twitter. Es decir, una lógica de simple figuración y reconocimiento de los pares o seguidores. Algo que también ocupan políticos y personajes públicos que tienen repletas las redes sociales de videos y publicaciones.

Entonces, qué se espera que ocurra en los establecimientos educativos. Si nuestra propia cultura está dando espacios de enfrentamientos constantes en programas de televisión y noticiarios. 

Se ha instalado la idea de que la confrontación es algo que merece ser cubierto, y tenemos horas de eso en pantalla, dando la falsa imagen de que eso “merece ser mostrado” y vemos muy poco en televisión y redes sociales sobre el respeto, la tolerancia y la construcción social en conjunto.

De ahí que, más que preguntar, qué se hará en el caso particular de un colegio que está sufriendo la violencia, hay que preguntarnos qué estamos haciendo para no reproducir la violencia, donde los estudios muestran que el origen social actual se sitúa en dos espacios: la desigualdad y la discriminación, ambos factores fuertemente presentes en la sociedad chilena y más triste aún, en la fragmentación del sistema escolar.

Disminuir la violencia no pasará por aumentar la acción punitiva en los colegios, sino en mostrar que es posible otras formas de convivencia social, que podemos interactuar entre todos sin discriminación y sin distinción de clase, género o nacionalidad. Y eso, involucra un cambio también en las familias y en el fin de los colegios “pobres” para estudiantes “vulnerables”. En Chile acabar con la violencia implicará un cambio que tardará años y no pasará, cómo creen algunos, con castigos ejemplares, sino por buscar modos de una sana convivencia escolar donde volvamos a valorar a las personas, tal como reclaman los ODS.

miércoles, 1 de febrero de 2023

El problema profesional cuando se reduce todo a un puntaje

Desde hace más de un siglo nuestras sociedades han entendido que el desarrollo de un país radica en el nivel de formación de que logran sus ciudadanos. Sin embargo, el sistema educativo chileno ha creado de diversos modos, mecanismos que filtran el desarrollo profesional, limitando en gran medida el acceso a la educación universitaria. Y si bien, es cierto que en Chile esa situación inicial sobre la cobertura se ha roto, no es menos cierto que ha mantenido una desigualdad efectiva, pues los resultados de los estudiantes con mayores necesidades o, derechamente vulnerables, son más bajos que los de aquellas y aquellos jóvenes de los estratos sociales más altos, haciendo con esto un espacio de formación profesional definido por los resultados de puntajes, ya sea acumulados en la educación media o del alcanzado en la, ahora nueva, Prueba de Acceso a la Educación Superior (PAES). Por ende, aquellos talentos ocultos, bajo los ropajes de la pobreza o diferencia, son muchas veces perdidos para el desarrollo del país. Y esto es lo fundamental de la formación en la Educación Superior, pues ahí radica el para qué nos formamos profesionalmente, por qué el país necesita más y mejores profesionales y de qué manera ellos y ellas aportan al desarrollo.
Acá no sólo pasa por la gratuidad de las universidades y/o institutos profesionales, sino por el propósito que guía la formación profesional. Chile es un país pequeño, principalmente exportados y de grandes recursos naturales, muchos de ellos con sistemas de explotación tercermundista que nos tiene en un limbo entre ser un país desarrollado y uno pobre.
Y efectivamente así es posible verlo en las principales ciudades, donde las escuelas son para unos, iguales o mejores que las de Finlandia, mientras que para otros se asemejan mucho a las más pobres de nuestro continente. Entonces, la formación queda reducida a una desigualdad estructural, colegios pobres para niñas, niños y jóvenes pobres, y colegios ricos para niñas, niños y adolescentes ricos. Acceso a educación superior para unos en instituciones de baja calidad y certificación versus la educación para aquellos que obtuvieron buenos resultados en mejores condiciones.
Por esto, no podemos seguir pensando que el principal mecanismo de ingreso a las Instituciones de Educación Superior (IES) se debe basar en puntajes, sino en mecanismos que permitan evaluar potencialidades y competencias iniciales de base para la formación profesional que necesitamos como país, para el desarrollo de nuevas tecnologías y acordes al siglo XXI, sino seguiremos reproduciendo una desigualdad social de acceso y de profesiones que hoy están saturadas y que nadie quiere asumir, profesiones que no tiene ningún potencial para el desarrollo social de sus egresados y profesiones para la élite. Todo esto, efectivamente, no lo está resolviendo el sistema de educación gratuita y tampoco las becas de postgrado, pues seguimos teniendo resultados desiguale con una predicción aún peor, profesionales desiguales no por capacidades, sino por su situación socioeconómica de origen, dejando en la excepcionalidad y el "milagro sociológico" a aquellos y aquellas que logran saltar la barrera.