Introducción
Las bocas se abrieron
solas; las voces, amarillas y negras, seguían hablando de nuestro humanismo,
pero fue para reprocharnos nuestra inhumanidad.
Jean-Paul Sartre
Hoy en día todo parece
llevar en su seno su propia contradicción. Vemos que las máquinas, dotadas de
la propiedad maravillosa de acortar y hacer más fructífero el trabajo humano,
provocan el hambre y el agotamiento del trabajador. Las fuentes de riqueza
recién descubiertas se convierten, por arte de un extraño maleficio, en fuentes
de privaciones. Los triunfos del arte parecen adquiridos al precio de
cualidades morales. El dominio del hombre sobre la naturaleza es cada vez
mayor; pero, al mismo tiempo, el hombre se convierte en esclavo de otros
hombres o de su propia infamia. Hasta la pura luz de la ciencia parece no poder
brillar más que sobre el fondo tenebroso de la ignorancia. Todos nuestros
inventos y progresos parecen dotar de vida intelectual a las fuerzas
materiales, mientras que reducen a la vida humana al nivel de una fuerza
material bruta.
Marshall Berman
La situación colonial a la que condujo primero la
Modernidad europea y luego el dominio usamericano sobre las diversas culturas y
países del orbe son parte de los procesos más complejos de la historia de
nuestra humanidad, pues ambos han condicionado la totalidad de aspectos que
componen nuestra vida. La propia contradicción que posee la actualidad, como
bien lo indica Berman y que rescatamos como epígrafe, ha profundizado la
acentuada disyuntiva periférica de “ser-como-el-centro versus
ser-nosotros-mismos” (Devés-Valdés, 2012: 22), la que en sus diferentes
manifestaciones evidencia un sinnúmero de otras oposiciones relacionadas, como
por ejemplo colonialismo/independencia, negro/blanco, desarrollo/subdesarrollo
o explotador/explotado.
En este sentido, hemos querido realizar una mirada
comparativa a dos representantes del pensamiento anticolonial, identificados
como integrantes del Pensamiento
Periférico. Ho Chi Minh (1890-1969) y Frantz Fanon (1925-1961) quienes comparten
bajo nuestra óptica una base política común: el marxismo, y una condición
colonial de la misma potencia: Francia. Aunque si bien ambos autores pertenecen
a generaciones distintas, confluyen en momentos cruciales del siglo XX: la
liberación de sus países en los años ´40 y las luchas anti-imperialistas de la
década del ´60.
De este modo, en la perspectiva de la historia
intelectual realizaremos un recorrido por el ambiente en que se desenvuelven
ambos pensadores y políticos a modo de dar una cuenta breve de sus biografías
intelectuales, a partir de los Escritos
políticos de Ho Chi Mihn y de Los
condenados de la tierra de Frantz Fanon, puesto que en el presente trabajo
sostenemos como hipótesis general que ambos autores poseen una idea
liberacionista marxista común que toma caracteres distintivos por condiciones
de contexto: situación geo-cultural, diferencias étnico-raciales,
influencias eidéticas y prácticas políticas. No obstante, son dos autores de
alto reconocimiento anticolonial tanto en el centro como en la periferia, pues los dos son leídos y
aclamados por la intelectualidad de la segunda mitad del siglo XX en la
metrópoli francesa, que a la sazón también ejercía, situación que se conserva
hasta hoy, una gran influencia en el pensamiento político y marxista
occidental. En este sentido tenemos que mientras Frantz Fanon es recomendado y
defendido por Jean-Paul Sartre, quien incluso prologa su texto más
trascendental Los condenados de la tierra,
tenemos que en el caso del poeta y político vietnamita Ho Chi Minh “era el
nombre más coreado en las manifestaciones de izquierda del primer mundo.”
(Hobsbawm, 2006: 442).
Dentro de esta lógica, entonces, tenemos que
mientras en el pensamiento de Ho Chi Minh podemos identificar en un primera
etapa de la lucha liberacionista nacional las ideas marxista-leninistas; las
disputas nacionalistas y de unificación; la cultura asiática y el humanismo
francés, en un segundo momento nos encontramos con una lucha anti-imperialista
contra Estados Unidos y un afianzamiento de sus ideas, en un contexto que se ve
agravado por la denominada Guerra fría
y la disputa política Chino-Soviética. Esta última situación llevó a dar el apoyo
del gigante asiático a EE.UU.
Por su parte, Frantz Fanon asume una idea de
liberacionismo que se va radicalizando en su vida, pasando desde un diálogo
tenso con el movimiento de la negritud
hasta una activa participación en la lucha por la liberación de Argelia, su
patria por adopción. En este sentido, militará en el Partido Comunista Francés
(PCF), al igual que el autor vietnamita, y asumirá la lucha étnico-racial de
los negros, focalizando su mirada en la condición de los campesinos y
marginados. Temas que lo ponen en sintonía con el tío Ho, como denominaban amistosamente a Ho Chi Minh sus
compatriotas.
De esta manera, el presente texto se compone de
tres apartados y una conclusión, en los que se pretende dar cuenta sobre el
origen de las ideas liberacionistas marxistas que ambos autores retoman y
profundizan con sus particularidades y pensamientos, así como también
evidenciar la relación e influencia que ejerce el centro en el pensamiento periférico, incluso en aquellas ideas que
promueven la propia liberación de los colonizados. Así, el primer apartado
contiene una presentación de las bases marxistas de la liberación nacional,
para luego presentar una breve biografía intelectual de Ho Chi Minh articulada
en su idea anticolonial marxista-leninista y, posteriormente, una presentación
de las ideas de Frantz Fanon y su lucha por la liberación de los negros y los
marginados, para finalizar con una relación y particularización de la idea
liberacionista marxista que desarrollan ambos autores.
El origen del liberacionismo
marxista
El denominado periodo de la descolonización
corresponde al proceso de independencias que llevan adelante distintos países
de Asia y África por medio, mayoritariamente, de cruentas guerras
liberacionistas, en donde las ideas marxistas hicieron de punta de lanza a casi
la totalidad de los procesos, los que además fueron articulados a partir de los
distintos congresos de la Tercera Internacional Comunista. La base teórica de
esto se encuentra en un reconocido texto de Lenin de 1916, El imperialismo fase superior del capitalismo, en que se reúnen una
serie de artículos e intervenciones que abordan el problema del nacionalismo,
la autodeterminación y el imperialismo. Estas tesis las sostendrá, también, en
el II Congreso de la Internacional Comunista de 1920, abriendo todo un debate
respecto del rol de los nacionalismos en la lucha revolucionaria durante todo
el siglo XX. No obstante, dicho tema, además, está en directa relación a la
disyuntiva inicial del pensamiento periférico, “ser-como-el-centro versus ser-nosotros-mismos”
, pues, como bien lo indica Devés-Valdés, “el pensamiento periférico se
origina más por “provocación” o “fecundación” que por influencia, es decir más
como producto de una sensibilidad que por la recepción de influencias
intelectuales desde fuera” (2012: 50), lo cual produce una acción contra el
rechazo que les significa ser diferentes a quienes sufren por la
marginalización de ser de la periferia. En este sentido, cobran valor las
particularidades étnico-raciales como también las tradiciones culturales
nacionales, lo que ayudó a la configuración de ideas independentistas
impulsadas por el proyecto de liberación nacional de la Internacional
Comunista, generando una serie de identificaciones entre las particularidades
de un pueblo o nación con el socialismo, pues
existen múltiples ejemplos que grafican esta relación en donde se valorizó las
condiciones particulares de un determinado grupo étnico o de una nación para el
establecimiento de una sociedad socialista.[1]
Abrimos esta antesala a la inversa del desarrollo
histórico, puesto que será este debate iniciado por Lenin el que definirá la
postura sobre el colonialismo en nuestros dos autores, ya que ambos tendrán una
fuerte manifestación ideológica de marxismo-leninismo, la que en el caso de Ho
Chi Minh será militante, inicialmente en el PCF y luego, una vez que funda en
1930 el Partido Comunista de Viet Nam,
pertenecer a las filas de éste. En el caso de Fanon la situación es distinta,
pues no tendrá una militancia partidista, pero si una constante referencia y
relación con el comunismo a nivel internacional, incluso fuertemente a partir
de los diferentes procesos liberacionistas de mediados del siglo XX en Asia,
África y América Latina.
Sin embargo, debemos señalar que la discusión acerca
del rol de los nacionalismos, la situación colonial y el campesinado han sido
temas de profundos debates entre los exégetas y continuadores del pensamiento
marxista, pues es reconocida la poca importancia que atribuye el propio Marx a
dichos factores, lo que incluso a llevado a sostener que el autor alemán tenía,
desde una posición hegeliana, una mirada eurocéntrica de los conflictos campesinos
y coloniales (Shram y Carrére, 1974).
A pesar de esta crítica existen diferentes escritos
de Marx y, también, de Engels donde abordaron dichas situaciones, como por
ejemplo el tema del campesinado en el 18
Brumario de Luis Bonaparte (1852), en donde Marx señalaba críticamente, en
el plano de la lucha política, el significado que tuvo el poner a la cabeza del
poder a Luis Napoleón Bonaparte (1808-1873), quien provenía de “la dinastía de
los campesinos, es decir, de la masa del pueblo francés.” (Marx, 2005: 201).
Este dato que pareciera ser menor, marca una gran importancia respecto del análisis
que realiza el propio Marx en el libro, pues con antelación había señalado que:
“Los campesinos, defraudados en todas sus
esperanzas, oprimidos más que nunca, de una parte, por el bajo nivel de los
precios de los cereales y, de otra parte, por la carga de las contribuciones y
por el endeudamiento hipotecario, cada vez mayores, comenzaron a agitarse en
los departamentos. Se les contestó con una batida furiosa contra los maestros
de escuela, que fueron sometidos al prefecto, y con un sistema de espionaje, al
que quedaron sometidos todos. En París y en las grandes ciudades, la reacción
misma presenta la fisonomía de su época y provoca más de lo que reprime. En el
campo, se hace baja, vulgar, mezquina, agobiante, vejatoria; en una palabra; el
gendarme. Se comprende hasta qué punto tres años de régimen del gendarme,
bendecido por el régimen del cura, tenía que desmoralizar a las masas
incultas.” (2005: 100).
Esta situación, por el efecto político que
significó la lucha social en Francia entre burgueses y proletarios en la
Asamblea Nacional, provoca en el análisis político de Marx una preocupación crítica
sobre las condiciones en que se encontraba el campesinado francés. En esta
lógica identificará como campesinos
parcelarios a los sectores conservadores, y de campesinos revolucionarios a
los que luchan por la transformación de sus condiciones, señalando en tal
sentido que:
“Los
campesinos parcelarios forman una masa inmensa, cuyos individuos viven en
idéntica situación, pero sin que, entre ellos, existan muchas relaciones. Su
modo de producción aísla a unos de otros, en vez de establecer relaciones
mutuas entre ellos. Este aislamiento es fomentado por los malos medios de
comunicación de Francia y por la pobreza de los campesinos. Su campo de
producción, la parcela, no admite en su cultivo división alguna del trabajo, ni
aplicación alguna de la ciencia; no admite, por tanto, multiplicidad de
desarrollo, ni diversidad de talentos, ni riqueza de relaciones sociales. Cada
familia campesina se basta, sobre poco más o menos, a sí misma; produce
directamente ella misma la mayor parte de lo que consume y obtiene así sus
materiales de existencia más bien en intercambio con la naturaleza que en
contacto con la sociedad. La parcela, el campesino y su familia; y al lado, otra
parcela, otro campesino y otra familia. Unas cuantas unidades de estas forman
aldea; y unas cuantas aldeas, un departamento. Así se forma la gran masa de la
nación francesa, por la simple suma de unidades del mismo nombre, al modo como,
por ejemplo, las patatas de un saco forman un saco de patatas. En la medida en
que millones viven bajo condiciones económicas de existencia que las distinguen
por su modo de vivir, por sus intereses y por su cultura de otras clases y las
oponen a estas de un modo hostil, aquellas forman una clases. Por cuanto existe
entre los campesinos parcelarios una articulación puramente local y la
identidad de sus intereses no engendra entre ellos ninguna comunidad, ninguna
unión nacional y ninguna organización política, no forman una clase. Son por
tanto, incapaces de hacer valer su interés de clase en su propio nombre, ya sea
por medio de un Parlamento o por medio de una Convención. No pueden
representarse, sino que tienen que ser representados. Su representante tiene
que aparecer al mismo tiempo como su señor, como una autoridad encima de ellos,
como un poder ilimitado de gobierno que los proteja de las demás clases y les
envíe desde lo alto la lluvia y el sol. Por consiguiente, la influencia
política de los campesinos parcelarios encuentra su última expresión en el
hecho de que el poder ejecutivo somete bajo mando su sociedad.” (2005: 202-203)
Todo este análisis sobre las relaciones que poseen
los campesinos parcelarios franceses tiene una clara identificación con el
momento político, por lo que la crítica a Marx que se hace sobre el modo de
considerar dicho factor es estrecha al no visualizar que en el mismo texto
también dirá que hay un campesinado revolucionario, ya que su mirada es sobre
un determinado momento histórico.
“Pero entiéndase bien. La dinastía Bonaparte no
representa al campesino revolucionario, sino al campesino conservador; no
representa al campesino que pugna por salir de su condición social de vida, la
parcela, sino al que, por el contrario, quiere consolidarla; no a la población
campesina que, con su propia energía y unida a las ciudades, quiere derribar el
viejo orden, sino a la que, por el contrario, sombríamente retraída en este
viejo orden quiere verse salvada y preferida, en unión de su parcela, por el
espectro del imperio. No representa la ilustración, sino la superstición del
campesino; no su juicio, sino su prejuicio; no su porvenir, sino su pasado.”
(2005: 204-205)
Por otra parte, tenemos presente la controversia
que también se sostiene respecto de Marx y Engels sobre los movimientos de
emancipación nacional, pues ambos no iban a ser favorables a todas las
liberaciones nacionales. No obstante, existen dos ejemplos que valoran y
señalan como relevantes para la los avances revolucionarios: Polonia e Irlanda.
Sobre el primero, escribe Engels en La
cuestión polaca ante la asamblea de Francfort (1848), texto que fue
originalmente atribuido a Marx,
“Los grandes países agrícolas ubicados entre el
Báltico y el Mar Negro sólo podrán liberarse de la barbarie del régimen
patriarcal y feudal mediante una revolución agraria que transforme a los
campesinos avasallados o sometidos a la corbea en libres poseedores de la
tierra y que signifique para las poblaciones rurales exactamente lo mismo que
la revolución francesa de 1789. La nación polaca tiene el mérito de haber sido
la primera, entre sus vecinos agrícolas.” (Citado en Shram y Carrére, 1974:
121).
Mientras que sobre el caso irlandés, la referencia es una carta fechada el 30 de noviembre de 1867 de Marx a
Engels donde señala:
“Lo que los irlandeses necesitan es: 1) Gobierno
autónomo e independiente de Inglaterra. 2) Revolución agraria. Los ingleses no
pueden hacérselas ni con la mejor buena voluntad, pero pueden darles los medios
legales para que la hagan por sí mismos. 3) Tarifas
aduaneras proteccionistas frente a Inglaterra. Entre 1783 y 1801
prosperaron todas las ramas de la industria irlandesa. La Unión, con la
supresión de los aranceles proteccionistas que había establecido el parlamento
irlandés, destruyó toda la vida industrial de Irlanda.” (Marx y Engels, 1947:
248).
De este modo y tal como lo indica José Aricó
(2006), el examen de la cuestión irlandesa permite establecer un programa
mínimo para la liberación de los países dependientes y coloniales. Con ello es
posible establecer la idea inicial que tomará Lenin, con un sentido político y
estratégico para la revolución mundial, puesto que al analizar y proyectar la
liberación de todos los países coloniales inicia un reconocimiento a las causas
político-sociales en los países de la periferia.
“El proletariado no puede menos de luchar contra la retención violenta de
las naciones oprimidas dentro de las fronteras de un Estado concreto, y eso
significa luchar por el derecho a la autodeterminación. El proletariado debe
reivindicar la libertad de separación política para las colonias y naciones
oprimidas por "su" nación. En caso contrario, el internacionalismo
del proletariado quedará en un concepto huero y verbal; resultarán imposibles
la confianza y la solidaridad de clase entre los obreros de la nación oprimida
y los de la nación opresora; quedará sin desenmascarar la hipocresía de los
defensores reformistas y kautskianos de la autodeterminación, que no hablan de
las naciones oprimidas por "su propia" nación y son retenidas por la
violencia en "su propio" Estado.” (Lenin, 1973 : 152).
En este sentido, es el propio Lenin quien
contribuye de mayor forma a la idea del liberacionismo marxista que está
presente en Ho Chi Minh y Frantz Fanon, pues, en efecto, el líder de la
revolución bolchevique hará de articulador entre el marxismo y el mundo
no-europeo (Shram y Carrére, 1974) con un claro llamado a la lucha por la
revolución socialista en todos los pueblos del mundo.
El análisis de la situación campesina, del
nacionalismo y del colonialismo por parte de Lenin contribuye de forma
substancial al ideario marxista de Ho Chi Minh y al debate en que le sigue
Frantz Fanon sobre la descolonización, pues en la idea central del líder
bolchevique, como bien lo indica Astarita, tenemos que:
“Lenin consideraba -comienzos del siglo XX- que
había tres tipos fundamentales de países atrasados: los dependientes, las
colonias y las semicolonias. Los primeros, según Lenin, eran políticamente
independientes, pero dependientes económicamente de los países más ricos, y del
capital financiero. Entraban en esta categoría naciones como Argentina, Serbia,
Bulgaria, Rumania, Grecia, Portugal y hasta Rusia. “No sólo los pequeños
Estados, sino aun Rusia, por ejemplo, es enteramente dependiente,
económicamente, del poder del capital financiero de los países burgueses ricos”
(Lenin, 1914). También consideraba que EEUU había sido una “colonia económica”
de Europa en el siglo XIX. A pesar de lo escueto de las referencias, pareciera
que consideraba que los países dependientes eran explotados por los países
ricos, aunque no especificaba el mecanismo. En algunos pasajes los
caracterizaba como “colonias económicas” de los países imperialistas.
Argentina, por ejemplo, era una “colonia comercial” de Inglaterra, y Portugal un
“vasallo”, aunque ambos conservaran su independencia (Lenin, 1916).
Los países coloniales, en cambio, estaban sojuzgados por
vías político-militares, y esta coerción de tipo no económico determinaba la
extracción del excedente. Esto es, la explotación se realizaba mediante la
imposición, por vía de la fuerza y la violencia directa, de un gobierno
directamente vasallo de la metrópoli colonizadora. Este sistema colonial
permitía la transferencia de recursos, como materias primas, desde las
periferias al centro, así como la apertura de mercados para la sobreproducción
crónica que, según Lenin, existía en los países adelantados. Por eso, implicaba
la imposición de una minoría extranjera sobre la población nativa, a partir de
una relación de fuerza.” (1-2)
En este sentido, la lucha liberacionista armada
cobra fuerza en nuestros autores, pues el análisis sobre el cual están sus
países como colonias no les permite una pura reivindicación democrático-burguesa
frente a la metrópoli si lo que se busca es la total independencia de ella. Con
todo, entendemos que la idea de liberacionismo marxista que entendemos en este
texto surge a partir de una interpretación de Lenin sobre el significado,
implicancia y trascendencia que posee la liberación nacional para la revolución
socialista mundial. Idea base en el pensamiento periférico y su lucha
anticolonial en Ho Chi Minh y Frantz Fanon.
Ho Chi Minh y el
anticolonialismo marxista-leninista
Ho Chi Minh o Nguyen Ai Quoc nace en Kim Lien en
1890 mientras su país formaba parte de las distintas colonias francesas
alrededor del Mundo. Su vida y obra han marcado una larga trayectoria en el
pensamiento político marxista, su lucha por la liberación nacional frente a
Francia, primero, y contra Estados Unidos por la unificación de Viet Nam, años
más tarde, representa una de las grandes proezas militares y políticas del
siglo XX. Su amplia obra posee como carácter principal el haber profundizado el
marxismo en el contexto colonial, convirtiéndose en un referente fundamental
del pensamiento socialista. No obstante, como bien lo apunta Walden Bello, a
pesar de que “Ho escribió mucho, la innovación teórica no fue su fuerte” (2007:
11). Ho Chi Minh fue un hombre principalmente de acción y propaganda.
En 1911 se embarca como cocinero visitando diversos
países antes de instalarse en París en 1919. Partícipe del Congreso de Tours en
1920, donde se funda la Sección Francesa de la Internacional Comunista (SFIO) a
partir de una fracción del Partido Socialista Francés, la que posteriormente da
origen al Partido Comunista (PCF), le permitirá plantear la necesidad de
preocuparse de la cuestión colonial. “Debemos ver en la adhesión del Partido
Socialista a la Tercera Internacional la promesa de que a partir de este
momento concederá a las cuestiones coloniales la importancia que se merecen”
(Citado en Bello, 2007: 13). Desde ahí, su filiación política y su
participación en la lucha por el socialismo no las dejará jamás. Comienza a
escribir en diferentes medios franceses, exponiendo la situación colonial y de
abusos que sufre el pueblo vietnamita. Sobre Indochina dirá en 1925:
“En noviembre de 1922, después de una reducción de sus salarios, 600
tintoreros de Cholón (Cochinchina) decidieron suspender el trabajo.
Los
patrones lanzan su ofensiva en todas partes, y en todas partes la clase obrera
empieza a tomar conciencia de su fuerza y su valor.
Si estos desdichados trabajadores nativos, normalmente muy dóciles y muy
manejables, sin educación y desorganizados, fueron obligados -por instinto de
conservación, si se puede llamar así- a agruparse y luchar juntos contra las
demandas salvajes de los patrones, es porque su situación es mucho más
desafortunada de lo que se puede imaginar la gente en Europa. Es la primera vez
que surge este signo de los tiempos y no olvidemos que nuestro deber -obreros
de la metrópoli- no es sólo mostrar una solidaridad verbal con nuestros
hermanos de clase de allá, sino educarlos y enseñarles el espíritu y los
métodos de organización.” (11)
A estas denuncias de la situación obrera de los
trabajadores y campesinos de las colonias, se suma la importancia que atribuye
al Pacífico, pues observa que la condición colonial de gran parte de los países
que dan al mar en Oriente, podría incluso situar una próxima conflagración
mundial debido a la función de abastecimiento material y humano que esta zona
le provee a Francia y a otros países europeos, producto de la explotación
inhumana de los trabajadores asiáticos colonizados. En su escrito Indochina y el Pacífico (1924) señala:
“La zona del Pacífico y las colonias vecinas, al haberse convertido en el
centro de atracción de las ambiciones imperialistas, pueden volverse en el
futuro el foco de una nueva conflagración mundial, cuyo peso tendrá que
soportar su proletariado.
Estas consideraciones demuestran que el problema del Pacífico interesa a
los proletariados de todo el mundo. En estas condiciones, para poder
reconstruir a Francia, arruinada por una guerra imperialista, el ministro
francés de las colonias ha imaginado un plan para desarrollar las mismas. El
plan tiene por objeto explotar los recursos de los países colonizados para
beneficiar al país colonizador. Este plan pretende que Indochina debe ayudar a
las demás colonias del Pacífico a intensificar su producción, para que éstas a
su vez puedan ser útiles a la madre patria. Si el plan se llevara a cabo,
provocaría necesariamente la despoblación y el empobrecimiento de Indochina.
Recientemente, sin embargo, el consejo de gobierno de Indochina, a pesar de la
oposición de la opinión anamita, votó unánimemente en favor del plan.” (6)
Esta situación fue produciendo un mayor descontento
social en las colonias, cuyo impacto social y económico de las dos Guerras
Mundiales fortalecerán la organización de la lucha por la independencia.
En este sentido, las tesis de Lenin sobre el colonialismo
y el campesinado tendrán una fuerte promoción y defensa dentro de la Tercera
Internacional, llevando incluso a plantear un manifiesto llamado Proletarios y Campesinos de las colonias (1922),
pues en el IV Congreso de la Internacional Comunista se elaboró una política
para la creación del frente único antiimperialista en las colonias, pues se
partía del criterio de que “los países dependientes, eran capaces de librar la
lucha contra el yugo imperialista, no solo el proletariado y el campesinado,
sino también las masas pequeñoburguesas de la ciudad, y que la burguesía
nacional mantenía posibilidades revolucionarias.” (Bershadskaia et all, 1986: 332).
Este análisis formaría parte fundamental en la lucha por la liberación nacional
de gran parte de Oriente, pues China, Mongolia o Indonesia desarrollarían
importantes sublevaciones en post de sus independencias nacionales.
“La matanza mundial ha abierto los ojos de millones de proletarios y
campesinos en las colonias sobre sus intolerables condiciones de vida. Una
serie de brotes revolucionarios poderosos, aunque hasta ahora desorganizados,
marcó el final de la guerra mundial. Esta fuerza espontánea e irresistible, que
aspira a combatir por un futuro mejor, fue dirigida y organizada por la
burguesía nacional y nativa. Esta burguesía, que creció y se fortaleció durante
la guerra, ya no desea seguir en las garras del imperialismo y entregar a este último
la parte más importante de la explotación de "sus trabajadores y
campesinos". La lucha por la liberación nacional, consigna de la joven
burguesía colonial, fue acogida con entusiasmo y respaldada fuertemente por las
masas trabajadoras en la India, Egipto, Turquía, etc.
La Internacional Comunista está luchando incansablemente contra los
capitalistas voraces de todos los países del mundo.
¿Acaso podría alejarse
hipócritamente de la lucha por la liberación nacional de los países coloniales
y semicoloniales?
La Internacional Comunista ha proclamado abiertamente su
apoyo y asistencia a esta lucha, y leal a sus propósitos sigue proporcionando
este apoyo.” (13)
La figura
definitoria que será Lenin en todo este proceso de luchas liberacionistas en
Oriente a partir de la década del ´20, señala un importante camino en las ideas
políticas que guiarán el proceder de Ho, pues su compromiso militante lo
llevará a luchar activamente en diferentes procesos de emancipación, razón por
la cual pasó en más de una ocasión recluido. Y a pesar de una clara influencia
del humanismo francés en su pensamiento, serán las tesis colonialistas de Lenin
el eje fundamental para comprender el pensamiento anticolonialista en Nguyen Ai
Quoc, pues como bien señala Devés-Valdés (2012) “realizó una interpretación
de la realidad de Indochina a la luz de un marxismo que fue elaborando, sobre
la base de Lenin, aunque acentuando cuestiones muy típicas de las escuelas
periféricas como la cuestión racial, el desprecio, las diferencias entre los trabajadores
de la metrópoli y de las colonias y
otras que lo convierten en antecedente de Frantz Fanon.” (357-358).
El
rol central que atribuye a la educación y al conocimiento de los derechos y
deberes muestra una clara influencia del pensamiento humanista e ilustrado de
Occidente, pues hará un llamado, una vez alcanzada la independencia de Viet Nam
en 1945, a educarse:
“Hoy, que hemos reconquistado nuestra independencia, una de las tareas más
urgentes es la elevación del nivel de instrucción. El gobierno ha decidido que
dentro de un año -a contar desde hoy- todos los vietnamitas sepan el quoc ngu,
nuestra escritura nacional romanizada. A este efecto se ha instituido una
Dirección para la Enseñanza Popular- ¡Vietnamitas!
Para afianzar la
independencia nacional, para consolidar y enriquecer al país, es necesario que
cada uno de nosotros sepa exactamente cuáles son sus derechos y sus deberes;
que adquiera conocimientos nuevos para poder participar en la reconstrucción
nacional. Ante todo, es menester que todo el mundo sepa leer y escribir el quoc
ngu. Que los que saben, enseñen a los demás; que contribuyan a la enseñanza
popular.
Los analfabetos deberán hacer un esfuerzo por instruirse. El marido
enseñará a la esposa, el hermano mayor al menor, los niños a los padres, el
dueño de casa a quienes viven bajo su techo. Los ricos instalarán en sus
propias casas aulas para los analfabetos.
En cuanto a las mujeres, deben
estudiar con mucho más ardor, por cuanto hasta hoy han sido innumerables las
trabas que les han impedido instruirse. Su hora ha sonado, ha llegado el
momento de dar alcance a los hombres y hacerse dignas de ser ciudadanas a carta
cabal.” (20)
Su fuerte compromiso con la liberación nacional de todos
los pueblos coloniales y semicoloniales se mantuvo hasta su muerte en 1969, sin
lograr presenciar el triunfo por la unificación de su patria en 1975. No
obstante, es importante destacar el sentido que posee la unidad en el
pensamiento de Ho Chi Minh, puesto que es un rasgo que había trabajado desde
siempre, primero en el llamado a los trabajadores de la metrópoli francesa con
los trabajadores y campesinos de las colonias, luego; cuando funda el Partido
Comunista Indochino en 1930, con el llamado a la unidad de los diversos grupos
que luchaban por la independencia y el socialismo, y finalmente por alcanzar la
unidad de todo el territorio vietnamita. “La unión nacional era uno de los
rasgos más importantes del movimiento. Desde los primeros días de lucha
clandestina en Cao Bang habíamos organizado con éxito varios encuentros
amistosos entre los delegados de las diferentes minorías.” (1970:22) Señala Vo
Nguyen Giap, compañero de lucha de Ho y alto mando del ejercito popular
vietnamita.
En este plano, entonces, podemos observar que el
pensamiento anticolonial marxista-leninista de Ho Chi Minh presenta una serie
de características que, por una parte, lo emparentan con el pensamiento
marxista militante, pero que a la vez, a partir de la propia realidad y
práctica de dicho pensamiento él mismo le infunde un carácter particular que va
desde un modo de concebir el nacionalismo en función de la lucha contra el
imperialismo y la explotación extranjera como a su vez apelar a la unidad
obrero-campesina que tanto costó concebir en el pensamiento marxista
occidental, pues como veíamos en Marx y Engels el campesinado representaba un
atraso económico, político y social para el capitalismo, consideración que
recién cambiará con la interpretación de Lenin sobre el rol y carácter del
campesinado en la lucha por la liberación nacional como forma de rebelarse al
imperialismo, fase superior del capitalismo. Además, como veíamos al inicio de
nuestro trabajo, la condición colonial de la zona asiática y del Pacífico le
entregará particularidades que fortalecerán la lucha contra el extranjero, pues
habrá una fuerte raigambre cultural en la necesidad de volver a ser independientes
y una nación unida. Junto a esto, también estará presente, a partir del modo en
el que obligan a los pueblos colonizados proveer de fuerza humana para combatir
en la primera guerra, la cuestión racial, ya que reclamará la forma en la que
los hacen partícipes, a los pueblos colonizados, como defensores de un país que
no les permite gozar de sus privilegios por ser negros o amarillos, llevando la
cuestión colonial hacia un punto que será fundamental en el pensamiento de
Fanon, lo étnico-racial. Así, podemos concluir, recogiendo las palabras de su
texto El leninismo y la liberación de los
pueblos oprimidos (1955), que en su la esperanza liberacionista y
anticolonial Ho mantiene la idea siempre abierta de construir una sociedad sin
explotados, llevando, en su caso, las ideas leninistas de emancipación:
“Para los pueblos de Asia, así como para los pueblos de todo el mundo que
luchan por la paz, la independencia, la democracia y el socialismo, el
leninismo es como el sol que trae consigo una vida alegre. Lenin atribuía
siempre una gran importancia al movimiento de liberación nacional sostenido por
los pueblos de Asia y lo consideraba parte de la lucha emprendida por las masas
trabajadoras de todo el mundo contra los opresores imperialistas. Lenin señaló
que el despertar de Asia y la primera lucha sostenida por el proletariado
avanzado en Europa para la toma del poder, marcaba una nueva era en la historia
del mundo, una era que principió con el siglo XX.” (8)
Frantz Fanon y la liberación
de los marginados
Frantz Fanon nace en Fort de France, ciudad de
Martinica en 1925. Colonia francesa desde el siglo XVII y situada en la zona
caribeña de América. Desde ahí viaja a estudiar Medicina Psiquiátrica a
Francia, en donde comenzará a publicar la expresión de sus inquietudes. “En la
etapa que va de 1948 a 1952, el martiniqueño incursiona en dos géneros: el
drama y el ensayo.” (Yaksic en Oliva et all, 2013: 28). La importancia de su
profesión en el posterior desarrollo de su pensamiento será notoria cuando llegue
a trabajar a Argelia, país árabe colonizado en 1830 por Francia y ubicado al
norte de África, en pleno inicio del conflicto independentista, pues será
testigo directo de la brutalidad ejercida por la metrópoli para mantener
cautivo al país colonizado. Desde ahí comienza su participación activa en el
Frente de Liberación Nacional de Argelia (FLN), agrupación de clara tendencia
nacionalista y socialista, como muchos movimientos liberacionistas de los
países periféricos. “En
este sentido, cabe considerar que en Fanon existe una identidad de origen –
martiniqueña, caribeña, francesa – y una identidad por adscripción – argelina,
africana –, las que no son necesariamente incompatibles” (Oliva et all, 2013:
224-225).
Fanon escribió muchos artículos en el periódico El Moudjahid principal medio del FLN, de
hecho una de sus obras póstumas, Por la
revolución africana (1965), reúne una serie de textos publicados en dicho
órgano. Esta tribuna la utilizó para sostener sus críticas a la izquierda
francesa por su silencio frente a la situación argelina (Oliva et all, 2013),
pero también para plantear sus diferencias con los representantes del
movimiento de la negritud. Es
reconocida la influencia que ejerce Aime Cesaire en Fanon, pues el poeta y
político anticolonialista sería una de las primeras voces de la diáspora negra
en las metrópolis. No obstante,
“Lo que los
distancia entonces es que mientras Césaire ve en la universalidad la fuerza que
les permitirá, en tanto oprimidos, unirse en contra de un enemigo común –el
colonialismo– Fanon considera que la lucha debe hacerse desde una unidad más
pequeña, la nación moderna. La posibilidad de desarticular el sistema colonial,
tal y como se llevó a cabo en el siglo
XX, estuvo ligada a las luchas independentistas nacionales.” (Oliva et all,
2013: 239)
Sin duda alguna, la crisis que significó a Europa
ambas guerras mundiales debilitó la fuerza militar en sus dominios coloniales,
lo que junto al impulso anti-imperialista que emanó desde la Internacional
Comunista para articular movimientos liberacionistas en los distintos países
periféricos permitió la emergencia con fuerza de distintos conglomerados que reivindicaban
lo propio. Panafricanismo, Autodeterminación, Nacionalismos, Descolonización
serán algunos de los principales conceptos que resonaron en las décadas posteriores
a la segunda guerra como categorías propias del debate liberacionista.
“El pueblo colonizado no está solo. A pesar de los
esfuerzos del colonialismo, sus fronteras son permeables a las noticias, a los
ecos. Descubre que la violencia es atmosférica, que estalla aquí y allá y aquí
y allá barre con el régimen colonial. Esta violencia que triunfa tiene un papel
no sólo informativo sino operatorio para el colonizado. La gran victoria del
pueblo vietnamita en Dien-Bien-Phu no es ya, estrictamente hablando una
victoria vietnamita.” (Fanon, 1972: 62).
En este marco, encontramos la obra más reconocida y
estudiada de Fanon, Los condenados de la
tierra (1961), en donde hace una descripción pormenorizada de la situación
colonial en términos políticos, ideológicos, económicos, sociales y
psicológicos. De ahí que, el párrafo inicial del texto en que se presenta la
violencia como alternativa “atrajo tanta atención (tanto admirativa como de
condena)” (Wallerstein, 111), pues su oposición es tan radical como la tesis
dialéctica de Marx sobre la dictadura del proletariado. Fanon dijo: “Liberación
nacional, renacimiento nacional, devolución de la nación al pueblo, Commonwealth,
sean cual sean las rúbricas empleadas o las nuevas fórmulas introducidas,
la descolonización es siempre un fenómeno violento.” (1972: 30).
En su texto, el autor martiniqueño nos permite visualizar
al menos tres ideas fundamentales para nuestra hipótesis general del trabajo, a
saber, la diferencia de las situaciones de subyugación que se vive en la
metrópoli y en la colonia; el racismo; y los alcances de la autodeterminación
una vez alcanzada la independencia.
El conflicto develado por Fanon y las condiciones en que
se desarrolla, nos muestran una de las perspectivas más directas de la
situación colonial, pues humaniza en sujetos de carne y hueso la realidad, ya
que pertenecen a una cultura, tienen un país y un color de piel, diferencia
importante a la hora de observar los textos de los marxistas clásicos donde el
foco de la descripción está puesto en las condiciones materiales de la vida más
que en las personas. En este sentido, las funciones que describe cobran
personificaciones al incorporar la condición étnico-racial.
“El mundo
colonizado es un mundo cortado en dos. La línea divisoria, la frontera está
indicada por los cuarteles y las delegaciones de policía. En las colonias, el
interlocutor válido e institucional del colonizado, el vocero del colono y del
régimen de opresión es el gendarme o el soldado. En las sociedades de tipo
capitalista, la enseñanza religiosa o laica, la formación de reflejos morales
transmisibles de padres a hijos, la honestidad ejemplar de obreros condecorados
después de cincuenta años de buenos y leales servicios, el amor alentado por la
armonía y la prudencia, esas formas estéticas del respeto al orden establecido,
crean en torno al explotado una atmósfera de sumisión y de inhibición que
aligera considerablemente la tarea de las fuerzas del orden. En los países
capitalistas, entre el explotado y el poder se interponen una multitud de
profesores de moral, de consejeros, de “desorientadores”. En las regiones
coloniales, por el contrario, el gendarme y el soldado, por su presencia
inmediata, sus intervenciones directas y frecuentes, mantienen el contacto con
el colonizado y le aconsejan, a golpes de culata o incendiando sus poblados,
que no se mueva. El intermediario no aligera la opresión, no hace más velado el
dominio. Los expone, los manifiesta con la buena conciencia de las fuerzas del
orden. El intermediario lleva la violencia a la casa y al cerebro del colonizado.”
(1972: 32-33)
La violencia que sufre el
colonizado es diferente, más brutal y más directa que el trabajador de la
metrópoli, situación que lo llevará a plantear, al igual que lo hacía Ho Chi
Minh, la doble condición de subyugación del trabajador y campesino de la
colonia. No obstante, su punto de atención se encuentra sobre el campesinado,
pues considera que éste además sufre la apatía de los partidos políticos
nacionalistas, pues en un análisis de la subjetividad revolucionaria, como la
llamaría Lenin, ve en el campesinado una mayor fuerza humana y política para la
lucha. A este respecto, Fanon dirá:
“El campesinado es descuidado sistemáticamente por
la propaganda de la mayoría de los partidos nacionalistas. Y es evidente que en
los países coloniales sólo el campesinado es revolucionario. No tiene nada que
perder y tiene todo por ganar. El campesino, el desclasado, el hambriento, es
el explotado que descubre más pronto que sólo vale la violencia. Para él no hay
transacciones, no hay posibilidad de arreglos. La colonización o la
descolonización, son simplemente una relación e fuerzas. (1972: 54).
Por otra parte, la base epistémica que señala Fanon
sobre el racismo a partir del principio aristotélico de la lógica occidental en
donde la “exclusión recíproca” se manifiesta en que “no hay conciliación
posible, [pues] uno de los dos términos sobra” ( 1972: 33), se materializa en
la creencia europea de que los otros
no tiene razón porque son distintos, son inferiores.
“En ciertas regiones de África los balidos
paternalistas respecto de los negros, la idea obscena tomada de la cultura
occidental de que el negro es impermeable a la lógica y a las ciencias reinan
en toda su desnudez. Inclusive algunas veces se tiene la ocasión de comprobar
que la minorías negras se encuentran confinadas en una semiesclavitud que
justifica esa especie de circunspección, de desconfianza que los países del
África Negra sienten por los países del África Blanca. No es raro que un
ciudadano del África Negra, al visitar una gran ciudad del África Blanca, se
oiga llamar “negro” por los niños o sea tratado como “negrito” por los
funcionarios.
No, desgraciadamente no es raro que los estudiantes
del África Negra inscritos en colegios establecidos al norte del Sahara
escuchen preguntas de sus compañeros de colegio acerca de si hay casas en su
país, si conocen la electricidad, si en su familia practican la antropofagia.”
(Fanon, 1972: 148-149).
Toda esta situación lleva
a que Fanon proponga la necesidad de cambiar la situación de raíz,
violentamente, porque violenta es la condición en que se encuentran. Las formas
de subyugación y el racismo están presente en la cotidianidad diaria, la que
afecta, incluso, la psicología de cada individuo. De ahí que también sea
necesaria la autodeterminación, para ser dueños de sí mismos, de su tierra,
pero también para ver las posibilidades reales del mundo y no las que puramente
permite la razón occidental y su carácter paternalista. En este sentido, Fanon
señala lo siguiente:
“El pueblo comprende entonces que la independencia
nacional descubre realidades múltiples que, algunas veces, son divergentes y
antagónicas. La explicación, en ese momento preciso de la lucha, es decisiva
porque hace pasar al pueblo del nacionalismo global e indiferenciado a una
conciencia social y económica. El pueblo, que al principio de la lucha había
adoptado el maniqueísmo primitivo del colono: blancos y negros, árabes y
rumíes, percibe que hay negros que son más blancos que los blancos y que la
eventualidad de una bandera nacional, la posibilidad de una nación
independiente no conducen automáticamente a ciertas capas de la población a
renunciar a sus privilegios o a sus intereses.” (1972: 132-133).
Con lo anterior, vemos que
la lucha anticolonialista desde el pensamiento periférico de Frantz Fanon tiene
un punto común con Ho Chi Minh en el sentido liberacionista marxista del
término, pero que en este caso las particularidades nacionales, étnico-raciales
y la situación geo-cultural radicalizan las declamaciones, más no el proceder,
pues el Viet Minh desarrolló una lucha armada contra Francia y Estados Unidos.
El pensamiento anticolonial de Fanon ha tenido una amplia repercusión en la
actualidad, desde las ideas decoloniales hasta los Estudios Subalternos, siendo
hoy de gran rescate la profundidad de su crítica, aunque debemos decir que esta
ha sido con una clara intención por desideologizar su pensamiento. Puesto que
como dice Homi Bhabha:
“La
optimista simetría de esta emergencia dual postulada por Fanon no se base en un
“principio metafísico” de autenticidad cultural o excepcionalidad geopolítica
(la “tradición” africana, el “temperamento” asiático, el “espíritu”
latinoamericano), sino en los principios éticos y políticas de independencia y
seguridad, a partir de los cuales la solidaridad regional se extiende a
cualquier nación que parezca internamente vulnerable a formas de gobierno
antidemocráticas o que se vea amenazada por potencias hegemónicas, cuasi
coloniales. (2013: 149)
Bajo esta óptica, tenemos que
en la actualidad existe el intento de rescatar, en un mismo modo como lo
propone Claudia Zapata (en Oliva et all, 2013), al pensamiento de Fanon como un
pensamiento universalista y no como lo podemos situar desde el presente como
pertinente a un momento histórico determinado cuya experiencia sirve de base
por sus aciertos y errores cometidos en el pasado a nuevos procesos descolonizadores,
pero que siempre responderán a las nuevas particularidades que se presenten.
Además en el pensamiento de Fanon es posible advertir una clara táctica
política de liberación nacional, fundamentada principalmente desde el marxismo,
la que no se rescata muy a menudo.
De este modo, tenemos que
en el psiquiatra martiniqueño existe una clara visión respecto del rol que
tienen los campesinos y marginados en los países coloniales, pues siguiendo su
texto se puede afirmar que de su organización y lucha dependerá la
descolonización.
Conclusiones
El pensamiento periférico de
Ho Chi Minh y Frantz Fanon tiene como condiciones generales comunes el estar
insertos en un periodo liberacionista y de descolonización trascendental que se
vivió durante el siglo XX. Ambos, con matices y particularidades, ven en la
lucha armada la vía para liberar la opresión de sus pueblos. Comparten además
una mirada especial sobre el rol del campesinado en la lucha del Frente de
Liberación Nacional. Además de ser internacionalistas por naturaleza, pues los
dos participaron en procesos anticoloniales fuera de sus propios países, poseen
una clara tendencia a valorar su diferencia étnico-racial.
La hipótesis general de
nuestro trabajo, respecto de que ambos autores pertenecen a un liberacionismo
marxista se evidencia en las constantes referencias y modos de análisis de la
realidad, situando dicha condición fuera de un marco puramente militante, pues
de haber sido así, Fanon quedaba fuera de dicha apreciación. No obstante, el
lenguaje, las tácticas que promueve, el internacionalismo y la constante
referencia a los marxistas de diferentes países permiten reconocer el vínculo
estrecho entre el martiniqueño y el liberacionismo marxista.
En este sentido el
anticolonialismo marxista-leninista de Ho Chi Minh está en directa relación y
reconocimiento, como lo hace el propio psiquiatra martiniqueño en su texto, con
el pensamiento liberacionista de los marginados en Frantz Fanon. Así, podemos
afirmar que ambos autores pertenecientes al pensamiento periférico se debaten
en la constante disyuntiva de “ser-como-el-centro versus ser-nosotros-mismos”.
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[1] A modo de ejemplo
podemos nombrar a Walter Lini (1942-1999) y su socialismo milanesio o Amílcar
Cabral (1924-1973) y su revolución en Guinea-Bisáu.